Thursday 18 de April, 2024

OPINIóN | 30-10-2022 00:18

Periodismo e historia: Mi diario del Juicio

Cómo se realizó una publicación excepcional, en el marco de la flamante democracia.

Walter Benjamin en su tesis ‘Sobre el concepto de la historia’ escribió: “El pasado sólo cabe retenerlo como imagen que relampaguea de una vez para siempre en el instante de su cognoscibilidad”. O sea, nunca podemos verlo cómo fue, porque siempre que volvamos sobre él será con los ojos del hoy.

Mi “Diario del Juicio” es uno de los muchos que habitan en la memoria de distintos protagonistas de esa obra monumental que enorgullece a Editorial Perfil haber publicado. Como los relámpagos de Benjamin, tengo algunos destellos en mi memoria.

Juicio a las Juntas

1983

Recuerdo a Ernesto Cardenal, el clérigo que fue ministro de Cultura del primer gobierno sandinista, en la Nicaragua de 1983. Todavía los sandinistas llevaban su fusil a la mano y se combatía con los “contra” –“contrarrevolucionarios”– por entonces financiados por Estados Unidos. Años después esto desató el “Escándalo Irán-Contras” (Estados Unidos vendía armas en negro a Irán, para con ese dinero financiar a los “contras” nicaragüenses sin informar al Congreso) que obligó al presidente Ronald Reagan a pedir perdón por cadena nacional, bajando su aprobación del 67% al 46%. Para Ernesto Cardenal la dictadura argentina no era un tema lejano. El año anterior Galtieri se había animado a llevar adelante la Guerra de Malvinas creyendo erróneamente que Estados Unidos no se alinearía con Inglaterra, en pago de favores a los militares argentinos que entrenaban a los “contras” nicaragüenses.

En ese contexto de Guerra Fría, en medio de mi propio exilio después de haber sido ordenado mi arresto por traición a la patria tras la Guerra de Malvinas, en un reportaje que le realicé en Managua en 1983, con la Argentina aún gobernada por la dictadura en su año final y con Alfonsín ya candidato a presidente por el radicalismo; Ernesto Cardenal me dijo: “Ustedes nunca podrán juzgar a los militares como propone Alfonsín, en Nüremberg se pudo juzgar a los nazis porque hubo un ejército que los venció y desarmó. ¿Quiénes tienen las armas en Argentina? Los mismos militares que Alfonsín piensa enjuiciar. Se equivoca, será imposible”.

Juicio a las Juntas

1984

Recuerdo a la querida Magdalena Ruiz Guiñazú –madrina de la revista NOTICIAS y protagonista de todas sus campañas de lanzamiento, casi una década después– en enero de 1984, sentada sola en una de las salas donde funcionaba la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), que Alfonsín había creado a los cinco días de haber asumido y cuya función era investigar y organizar las pruebas que presentaría el Estado en el Juicio, solo 280 días después. Recuerdo la cara de espanto de Magdalena cuando le llevamos al primer arrepentido de la Escuela de Mecánica de la Armada, la ESMA, el cabo de la Marina, Raúl David Villarino, cuyo testimonio fue varias veces tapa de la revista “La Semana”, predecesora de esta NOTICIAS. Su primera declaración se tituló: “Yo secuestré, maté y torturé en la Escuela de Mecánica de la Armada”. El testimonio de Villarino fue el primero en describir lo que él llamó “vuelos sin puerta”, que luego se conocieron como “vuelos de la muerte”. Yo acababa de regresar a la Argentina después del exilio, lo que sumado a la clausura que sufrió “La Semana”, a fines de 1982, le dio mucha visibilidad como el medio más conocido por sus críticas a la dictadura, junto a la revista “Humor”. De hecho, la clausura de 1982 se debió a la publicación de la primera nota de tapa sobre el capitán de Fragata, Alfredo Astiz, por entonces un desconocido para casi todos pero no para el mencionado Villarino, que por eso debió haber elegido venir a contarnos su historia.

Juicio a las Juntas

1985

Recuerdo el temor de Alfonsín a que un futuro golpe militar borrase las pruebas que se producían en el Juicio a las Juntas Militares. Por eso, hizo grabar una copia de videotape de todos los testimonios para enviarla a Noruega –país que entrega el Premio Nobel de la Paz y es modelo mundial de diplomacia de la paz, resolviendo múltiples conflictos internacionales–– para que quedase un testimonio completo de ese Juicio. Los videos fueron guardados junto al texto original de la Constitución de Noruega, en una habitación a prueba de incendios o bombas atómicas. Como no había redes sociales, ni internet, ni teléfonos inteligentes, ni cámaras digitales, todo testimonio era analógico, sobre cinta o sobre papel. El equivalente en palabra escrita a los videos enviados a Noruega fue hacer ‘El Diario del Juicio’, un periódico semanal que tomando las versiones taquigráficas de los declarantes, imprimía completos todos los testimonios a lo largo de los nueve meses que duró el juicio. Y se produjeron varias decenas de miles de ejemplares para que quedaran copias en todos los archivos. De hecho, aún se pueden comprar colecciones completas en Mercado Libre por 42 mil pesos y ediciones sueltas por mil a diez mil pesos, dependiendo la importancia del testimonio de ese ejemplar. También hay colecciones completas en varias dependencias oficiales, comenzando por la Corte Suprema de Justicia.

En 1985, Editorial Perfil editó otro periódico semanal ‘El Observador’, que junto a “El Diario del Juicio” fueron antecedentes inspiradores de lo que poco más de una década después fue el Diario Perfil.

Juicio a las Juntas

1987

Recuerdo cuando dos años después del Juicio a la Juntas, durante la Semana Santa de 1987, se produjo el primer levantamiento Carapintada en la Escuela de Infantería en Campo de Mayo. Mi primera acción fue llevar de inmediato a Montevideo a mis dos hijos mayores, por entonces de tres y un año (el mayor había nacido en el exilio), junto a la madre; y volverme una hora después a Buenos Aires con la tranquilidad de que, ante un eventual golpe de estado, ellos no correrían ningún riesgo. Es difícil explicar con los ojos de hoy aquellas sensaciones. Como decía Walter Benjamin, “el instante de su cognoscibilidad” tiene la duración de un relámpago. Yo que estuve detenido en el campo de concentración El Olimpo en 1979 y puesto a disposición del Poder Ejecutivo tras la Guerra de Malvinas, tenía la misma aprensión de un posible regreso de la dictadura que motivó a Alfonsín a enviar las copias del Juicio a una caja de seguridad en Oslo. Hoy, con casi cuarenta años de democracia ininterrumpida, con la digitalización de todos aquellos testimonios y su duplicación al infinito; que se quemaran esos testimonios y que se persiguiera a quienes los habían reproducido pueden resultar temores irracionales. Pero no lo eran en aquel momento.

Jorge Fontevecchia

Jorge Fontevecchia

Cofundador de Editorial Perfil - CEO de Perfil Network.

Comentarios