Vivimos en una sociedad en la que, paradójicamente, por un lado se aloja como ninguna otra a la diversidad sexual y, por otro lado, se prescriben conductas relativas al sexo. Se entiende como lo segundo niega lo primero. Me refiero específicamente a la noticia que escuché ayer, de parte de las autoridades gubernamentales, relativa a aconsejar el sexo virtual en esta época de cuarentena, debida a la pandemia.
El sexo es quizás uno de los reductos más privados del sujeto, su espacio más íntimo, no pasible de ser sometido a una regla general. Cuando Freud planteó que la pulsión es ineducable, rebelde, indómita quiso también decir que nuestras fijaciones, nuestros gustos, nuestras preferencias no están prescriptas y hacen a nuestra singularidad. Que tenga sexo virtual quien quiera hacerlo, vínculos heterosexuales, vínculos homosexuales o ninguno de ellos, pero jamás se podría emitir consejo y esta es la posición del psicoanálisis, su ética. No hay obligación alguna. Aconsejar, sin duda, no es ordenar pero algo de ello se filtra como un intento de control sobre los cuerpos, control que siempre tiene una arista perversa.
En “Juliette”, de Sade, un pasaje ilustra a las claras esta dimensión. Dos jóvenes quieren saciar sus placeres y, cuando están a punto de revolcarse, la monja que ordena cómo hacerlo las detiene diciéndoles que hay que demorarse, que el orden es necesario, que sólo se goza al precisar los placeres con anterioridad. Por un lado advertimos, en esta como en otras escenas sadianas, que el agente no es fundamentalmente el que tiene el poder o el placer sino el que detenta la dirección de la escena y de la frase o, más aún, la dirección del sentido. Por otro lado, detectamos así que hay represión en el supuesto libertinaje, represión de no prescripto, de lo no encuadrado. La sociedad sadiana es una sociedad codificada, pautada, reglada y carente de erotismo si entendemos por erotismo el lenguaje alusivo, ambiguo, sugestivo que aloja a lo inesperado.
No digo con esto que el consejo acerca del sexo virtual sea idéntico a la orden sadiana, pero se le asemeja y lo notable es que ha ido acompañada de otra noticia luego mitigada: los adultos mayores no pueden salir sin asistencia.
La biopolítica a la que se refirió Foucault como esa modalidad de intervención policíaca sobre los cuerpos, tiene hoy total actualidad. No se trata de descreer en la buena intención de estas medidas sino de recordar a qué condujo el “higienismo” del nacional socialismo. En los desiertos dice Hannah Arendt pueden aparecer los totalitarismos donde se lleva la arena del desierto en los zapatos. Ciertamente el desierto asoma ante la incertidumbre del virus y la ausencia de horizonte y también asoman los ordenamientos y las prescripciones disciplinarias, algunas, por supuesto lógicas, y otras… esperemos que no lleguen para quedarse.
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