El mes de agosto de 2019 puede ser tomado como un laboratorio para pensar la Argentina, como lo fueron también –con otras intensidades– febrero de 1989, el comienzo de la hiperinflación que derrumbó al Gobierno de Alfonsín, o diciembre de 2001, que acabó con la corta experiencia del Gobierno de la Alianza. En ese mes se condensaron muchas cosas que nos pueden iluminar varias cuestiones sobre nuestra sociedad, sobre nuestros problemas estructurales, sobre la conducta de actores concretos, sobre la soberbia de empresas mediáticas, de opinadores y consultores convencidos de que logran modelar la realidad y las agendas del país, y de los límites para construir hegemonías solo en base a relatos y odios sin anclaje en soluciones concretas a problemas de la vida real de las personas. Agosto fue un mes de sorpresa y de caída agigantada por las operaciones de prensa y de los “mercados” de los días previos a la elección primaria, que crearon un clima de empate que solo duraría hasta el recuento de los primeros números. Agosto nos habla de fragilidades políticas y económicas. Agosto nos mostró un rey fuerte y un rey desnudo en pocas horas y también desnudó la débil convicción democrática de sectores que asumen el juego de la democracia liberal, pero desprecian a las mayorías populares cuando estas no los eligen. Agosto evidenció, como nunca antes durante los cuatro años de Gobierno de Cambiemos, la tensión entre los intereses del capital financiero, “los mercados”, y la democracia, no solo como sistema para elegir representantes sino como escenario para definir el futuro del país. Agosto y el derrumbe electoral y programático de Cambiemos también fue el fondo en el que emergió la épica de la “remontada blanca” contra el retorno de la barbarie kirchnerista en particular y peronista en general. Épica de un sector sin antecedentes épicos en nuestra historia política. No alcanzaría para arañar el ballotage, que era la única utopía posible después de la elección, pero sí lograrían revertir un derrumbe electoral y financiero que sobrevino al 11 de agosto, en una derrota digna, obteniendo el mismo porcentaje que en el triunfo legislativo de 2017.
La derrota en desbandada de agosto se transformó en una derrota digna en octubre y en una transición ordenada, que dejó consolidada una oposición que ha demostrado ser mucho más efectiva en la sociedad civil que en el Estado.
Primera semana, el macrismo imparable
El 7 de agosto, al igual que en 2015 y 2017, Mauricio Macri eligió a la ciudad de Córdoba para cerrar la campaña electoral previa a las PASO. Bajo la consigna “Los argentinos juntos somos imparables”, el candidato presidencial de Juntos por el Cambio se presentó vestido de manera informal en un escenario central, cercano al público que lo rodeaba, pronunciando un discurso de probada eficacia, apelando a ideas como “el país que soñamos” y “juntos podemos hacerlo”. Esa tarde, el entonces presidente remarcó que fue en Córdoba donde “se había gestado el cambio”, desde donde también había surgido la consigna “sí, se puede”. Allí resumió los logros de su acción de gobierno en la expansión de rutas y autopistas que recorren la provincia, el impulso a la producción de alimentos y el auge turístico experimentado en la región. En el último tramo del discurso, y llamando a continuar con la “transformación de la Argentina”, hizo un llamamiento a ir votar en contraposición a un pasado oscuro y ominoso, representado por la principal fuerza de oposición, responsable de la delincuencia, el narcotráfico, las mafias y la corrupción.
Encuestas. Final abierto
En la semana previa a la elección, como sucede desde el retorno de la democracia en 1983, la sobreexposición de especialistas en marketing político acaparó y performó el debate público mediante la difusión de diferentes encuestas, con el objetivo de anticipar, y también en algunos casos condicionar, el resultado electoral de las primarias del 11 de agosto. Durante aquella semana, es posible caracterizar al universo de las encuestadoras en dos grupos. Por un lado, las que predecían un escenario de “empate técnico” entre las dos primeras fuerzas, con una diferencia a favor del Frente de Todos no mayor al 3%, que está dentro de lo que se conoce como “margen de error”. Por el otro, aquellas empresas que indicaban como ganador por mayor amplitud al binomio Fernández-Fernández, y no imputaban una diferencia mayor a los ocho puntos, aunque sí establecían el “piso de lava” de seis.124 Los analistas pregonaban que, ante la inminente victoria del Frente de Todos, eran posibles dos escenarios: en el caso de obtener una diferencia menor a los cuatro puntos, Juntos por el Cambio casi tenía asegurado un triunfo en ballotage; en la línea de los seis puntos, no solo sería más complejo descontar la diferencia, sino que el peligro estaba en que se acercaba la posibilidad de que Fernández-Fernández llegara al 45% necesario para ganar en primera vuelta.
Si los mercados votan, ya votaron por Macri
La frase señalada corresponde al título de una columna de opinión escrita por Ricardo Roa en el diario Clarín el 9 de agosto, viernes previo a las elecciones PASO125. En su desarrollo describe sorpresa por el resultado de las operaciones del mercado local de esa jornada, con una fuerte suba, a pesar de un contexto mundial generalizado de pérdidas en el ámbito bursátil: en Estados Unidos el S&P 500 había caído 0,66%,126 el Dow Jones, 0,34%, y el Nasdaq también habían arrojado una variación negativa de 1,02%.127 Las bolsas europeas acompañaron la tendencia bajista de ese día. Sin embargo, como en una desconexión con el mundo, en este caso positiva, nada de ello ocurrió en el mercado argentino. El S&P Merval (principal indicador del movimiento accionario local) subió un impactante 7,8% en relación a su jornada anterior, confirmando un crecimiento sostenido desde el 29 abril de 2019. En ese segmento temporal el volumen operado creció un 155%. El factor acciones desencadenó otro suceso inesperado, una baja del Riesgo País del 4%,128 la cual podía ser considerada sensible teniendo en cuenta la inestabilidad del indicador en el contexto de sostenibilidad de la deuda argentina desde mediados de 2018. En la misma senda, se produjo una baja del dólar, aunque mínima, que dejó el tipo de cambio mayorista en $45,40. Si tomamos como referencia temporal un mes atrás, entre el 5 de julio y el 8 de agosto, este tipo de cambio se había devaluado un 9%. Si retrocedemos aún más en el tiempo y trazamos como línea de largada temporal el 1° de marzo, la devaluación producida fue de un 15%. Por lo que la merma en la inercia devaluadora el día previo a la elección era otra noticia a favor del oficialismo.
Al momento de analizar qué actores económicos mostraron un comportamiento más dinámico en este “boom” financiero pre PASO, deben destacarse varios de los cuales podrían ser considerados como favorecidos por las políticas macroeconómicas impulsadas por la gestión Cambiemos. Las subas experimentadas se dieron en forma simultánea entre la bolsa local y Wall Street. Entre los bancos encontramos a Macro y Galicia, que experimentaron incrementos en sus títulos del 10% y Supervielle, del 7,5%; en el rubro energético las acciones de Pampa Energía aumentaron un 10%, las de YPF un 7%, y las de Edenor un 6,5%.
*Este capítulo es parte de "La caída", el libro de Guillermo Levy que acaba de publicar Editorial Marea.
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por Guillermo Levy
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