Friday 19 de April, 2024

PERSONAJES | 13-02-2019 15:06

Diego Staropoli: "Me considero un vendedor de ilusiones"

Empezó tatuando en un baño del Mercado Central y se convirtió en el favorito de los rockeros. Agujas y “El club de las tetas felices”.

La estación de trenes de Lugano es eso que está al pie de “Mandinga Tattoo”, un edificio de tres plantas color rojo diablo, con una pantalla gigante de led en la medianera y su señal luminosa de cara al barrio donde manda. Hace unos años que este lugar dejó de ser nada más que una gran tienda de tatuajes y afines para convertirse en un espacio múltiple con alma de club vecinal y vocación filantrópica.

Ambientado en clave norteamericana de los años 50 e iconografía motoquera de Harley-Davidson, lo que empezó siendo un reducto al que solamente se le animaban algunos metaleros y punks –que evitaban la paquetería de la Avenida Santa Fe y sus primeros estudios de tatuadores– es ahora una pasarela por la que desfilan conductores/as de televisión, jugadores de fútbol, empresarios, modelos, actrices, etcétera. Desde Carmen Barbieri hasta Bruce Dickinson, líder de Iron Maiden que pasó por acá en su reciente visita al país, la galería de la fama de Mandinga es frondosa.

El padre de la criatura se llama Diego Staropoli, un “buscavidas” de 47 años que está a punto de extender su franquicia a Palermo y a Miami, y que es también el creador de la “Expo Tattoo Show”, el evento más grande de Sudamérica dedicado a este arte milenario (Se realizará la 15ª edición del 8 al 10 de marzo en La Rural). Sin embrago, Staropoli se niega a ser considerado un empresario: se siente más cerca del pibe revoltoso que fue en los años 80 –cuando vivía en Samoré y tatuaba a ex convictos en un baño del Mercado Central– que de un hombre de negocios. En ese barrio sin calma, entre los pasillos de las torres por donde se cruzaba con tipos como Pity Álvarez, cuenta Staropoli, echa raíz su legado solidario: “Había muchos pibitos que con trece años ya estaban perfilados para ser un desastre. Pasaban días enteros jugando a la pelota, tomando cerveza, yo les enseñé a jugar al softbol y armé un equipo del barrio; jugábamos para el Club Lomas de Lugano. Eran como 15 pibes y me los llevaba en auto a todos los partidos. Muchos de ellos han muerto, muchos se ahorcaron, otros están presos, pero por lo menos durante tres o cuatro años se mantuvieron alejados de todo”, recuerda.

Además de apadrinar un hospital y siete escuelas rurales, a las que les envía camiones con víveres y materiales, Diego Staropoli fundó “El club de las tetas felices de Mandinga”, dedicado a ayudar a las mujeres que padecieron cáncer de mama y debieron someterse a mastectomías.

Noticias: ¿Cómo nace la idea de este club benéfico?

Diego Staropoli: Mi vieja es sobreviviente de cáncer de mama, mi abuela lo tuvo cuando tenía 60 años, murió a los 98 pero le sacaron los pechos. Mi tía tiene cáncer de mama, mi viejo falleció de cáncer hace unos años y uno de mis hermanos termina con un linfoma de Hodgkin. O sea, es una enfermedad de mierda que azotó a la familia toda la vida. Un día, una persona me manda al Facebook un mensaje y me cuenta que había un tatuador de no sé qué país que por la Semana del Cáncer de Mama lo hacía gratis. No sabía de qué hablaban, no sabía que cuando a una mujer le sacan el pecho, pierde la areola. A partir de entonces empecé a averiguar y decidí hacerlo, pero no a modo de campaña, sino de manera gratuita. Lo publiqué en Facebook y a las horas me escribieron de todos lados. Llevo tatuadas unas 710 mujeres de toda América Latina. Se les hace un tatuaje, dibujás y simulás la areola y el pezón, por supuesto que no le das relieve ni le devolvés sensibilidad, pero sí la alegría.

(Leer también: ¿Cáncer de mama sin quimioterapia?)

Noticias: ¿A qué llama “Tatuajes sanadores”?

Staropoli: Son tatuajes que tapan grandes cicatrices de gente que tiene quemaduras sumamente importantes, cicatrices de operaciones, queloides… Nosotros los llamamos “Tatuajes sanadores” y le estamos metiendo mucho huevo a tatuar gente que perdió las esperanzas, eso nos genera una gran satisfacción. No hacemos desaparecer la cicatriz sino que la tapamos con tatuajes.

Noticias: ¿Se acuerda de su primer tatuaje?

Staropoli: Sí, fue a los 17 años. Vivía en Samoré, donde vivía el Pity (Álvarez), de Viejas Locas. Parábamos con una banda de pibes y apareció uno de los chicos con un tatuaje de la lengua de los Rolling Stones en colores, año 88 más o menos, y enloquecimos, era algo nunca visto. El tatuaje era carcelario en esa época, no había en colores. Se había tatuado en un baño del Mercado Central. Pero nunca dijo que era en un baño, dijo que se había tatuado en el Mercado Central. Estaba tan arruinado que ni sabía dónde se había tatuado. Así que salimos a la búsqueda del lugar y resultó que era un tatuador boliviano que tatuaba adentro de un baño. Ahí me tatué por primera vez, y me enamoré, me volví loco, desde ese momento quise ser tatuador.

Noticias: ¿Por qué el que se tatúa una vez casi siempre reincide?

Staropoli: Es muy adictivo, es raro que te hagas un tatuaje y no vuelvas a tatuarte. El tatuaje hoy tiene otro paradigma, no es lo mismo que era cuando empezamos. Antes era raro que vieras a una persona tatuada fuera de las mangas. La manga tapaba el tatuaje, incluso a nosotros que éramos tatuadores. Hoy estar tatuado es cool. Hoy ves gente que es millonaria, empresarios, artistas, músicos, jugadores de fútbol, y están tatuados. Hay gente que se tatúa por una cuestión de pertenencia, gente que lo hace por homenaje, gente que lo hace por moda y gente que lo hace por cultura. Cuando abrí el primer local, el ochenta por ciento de la gente a la que tatuaba eran ex convictos que se recomendaban en las cárceles y se había corrido la bola de que en Lugano había un local donde tapaban cicatrices. Prácticamente todos eran ex convictos, punks y gente del metal. Muy raro que viniera una pibita a hacerse una flor.

(Leer también: Nuevas técnicas para borrar tatuajes: láser y maquillajes)

Noticias: Debió haber sido difícil mantenerse con un público tan restringido.

Staropoli: Empecé en la galería que está acá a mitad de cuadra, en un local chiquito. Estuve un año. Quizá pasaban semanas y no se tatuaba nadie y yo no tenía para pagar el alquiler. Así que me fui a ese baño del Mercado Central donde me tatué por primera vez. El tatuador ya no estaba. Así que, como sabía que el alquiler en ese lugar era prácticamente gratis, me fui a tatuar a ese baño. Estuve tatuando meses ahí hasta que abrí un puestito en el Mercado Central y estuve como tres años en la nave siete.

Noticias: ¿Cómo se convirtió en “El tatuador del rock”?

Staropoli: Se fue dando. Con nosotros todavía trabaja el bajista de A.N.I.M.A.L, Titi (Cristian) Lapolla, una banda de metal legendaria. Empezó a tatuar justo cuando arrancaba a tocar con la banda, hace 20 años atrás, y trajo a tatuarse al cantante, Andrés Giménez, y como A.N.I.M.A.L era la banda más tatuada, en ese momento aparecieron por acá La Renga, Kapanga, Los Fabulosos Cadillacs. Después empezaron a aparecer más bandas y Mandinga se hizo más popular en el ambiente del rock que en otros lugares, porque el músico de rock venía a Lugano, porque Lugano es un barrio rockero, pero por ahí no venía una actriz, una modelo, un conductor de tevé. Durante muchos años fue un local muy rockero; después, con el tiempo, empezó a venir otro tipo de gente, y hoy vienen Carmen Barbieri, los pibes que están en TN o en Fox, Coco Sily, jugadores de fútbol, cantantes de folklore como Abel Pintos y todo el mundo. Si bien es un local que está en Lugano, este, particularmente, es muy grande y hace la diferencia. Somos como el Pancho 46 del tatuaje, que no está bien ubicado pero es un buen pancho.

Noticias: ¿Cómo consiguió la identificación de los vecinos con el local?

Staropoli: Lo que pasa con este local es que son tantos años metidos acá en el barrio que hay gente que conoce más a Lugano por Mandinga que por Lugano. Ahora pusimos una pantalla de led, entonces los vecinos publican ahí en la pantalla. Tenemos un programa de cable hace cinco años (“Mandinga Tattoo”, en el Canal de la Ciudad) y ganamos un Martín Fierro el año pasado. A “Chizzo”, de La Renga, por ejemplo, le gustan las motos y le hice un chaleco motoquero de cuero, que dice bordado: “Lugano, Chizzo Nápoli y Mandinga”. Y los tipos salen a tocar con el escudo de Mandinga. Hay jugadores de fútbol que meten un gol y tienen abajo la remera de Mandinga. Lo que pasa es que la gente está orgullosa de que su barrio aparezca en un programa de tevé, está orgullosa de que a su barrio venga gente conocida, y después, cuando hacemos las jornadas solidarias son terribles. Acá ponemos un camión a las 8.30 y a las 12 del mediodía se cierra completamente lleno para mandar a las escuelas o al hospital. Son muchas cosas que genera el local, que genera la historia, entonces pasa a ser un club de barrio más que un local de tatuajes.

Noticias: Está por extender la franquicia a Palermo y a Miami. ¿Se considera un empresario exitoso?

Staropoli: No me considero un empresario, yo soy un vende humo, un vendedor de ilusiones. No soy un tipo talentoso. Te podría hablar del arte del tatuaje, de que pinto al óleo, que hago esculturas, que fumo debajo del agua pero soy un laburante. Como tatuador soy normal, no me considero un artista y tampoco soy un visionario de los negocios ni nada.

Noticias: ¿Qué lo empuja a expandirse?

Staropoli: El hambre. Cuando pasás hambre tenés que reinventarte todo el tiempo, tenés que salir a pelear e inventar algo que no sos para llegar a lugares donde vos no llegarías y eso es lo que me pasó. Mi problema en particular es que he pasado hambre tantos años de mi vida que el miedo a volver a pasar hambre me genera ir para adelante. Quiero seguir llegando a mi casa y meterme en la pileta con agua climatizada y tirarme a ver las palmeras. No quiero volver a vivir en una casa tomada, en un galpón donde la rata más chica jugaba a la pelota con vos. Ya viví esa historia y no quiero que mis hijos tengan que repetirla.

Damián Richarte

@DamianRicharte

También te puede interesar

por Damián Richarte

Galería de imágenes

Comentarios