El compositor y músico Horacio Eugenio Spasiuk, más conocido por el adjetivo “Chango”, tal como alguna vez lo comenzó a llamar su padrino de bautismo, nació en Apóstoles, provincia de Misiones. De chico, junto a sus cinco hermanos, se nutrió con la música de sus ancestros que escuchaba en el violín que ejecutaba su padre carpintero. Tuvo una infancia feliz con limitaciones económicas, pero aprendió que sólo el conocimiento y la educación sirven para construirse un futuro.
Acordeonista, padre de tres hijas, cocinero, ávido lector, practicante de surf, se encuentra en pleno lanzamiento de “Eiké”, su nuevo disco que incluye un puñado de bellas canciones grabadas en su estudio hogareño con músicos de la talla de Gustavo Santaolalla, el violonchelista Jacques Morelenbaum o el gaitero Carlos Nuñez.
Cálido, educado y cordial recibe a NOTICIAS en su apacible hogar de Villa Urquiza con una consigna: “Preguntame lo que quieras y respondo lo que puedo”.
Noticias: ¿Qué es la música para usted?
Spasiuk: Un lenguaje muy misterioso. Hay un aspecto académico, pero después hay otro que se transfiere de forma oral. No es algo secreto, pero sí tiene que ver con la esencia de los aspectos tradicionales de la música folclórica. El sonido es una expresión del lugar y del hombre que allí vive. La mecánica de esa transmisión es vivir, respirar, moverte con el tempo y la dinámica de tu lugar.
Noticias: ¿Sería idiosincrasia y no técnica?
Spasiuk: Sí, tiene que ver con todo lo anímico y lo emocional. Hay una transferencia de un montón de información que no es conceptual. De mi padre aprendí a tocar polcas rurales porque él era hijo de inmigrantes ucranianos. Gran parte de todo ese aprendizaje está en mi disco “Polcas de mi tierra”. También de él recibí esa necesidad vital de relacionarte con el sonido, no como un mero entretenimiento. Atahualpa Yupanqui dice: “Muchas veces ese sonido se vuelve la sombra que el corazón ansía”. Yo percibía mucho eso en mi padre y era muy bello verlo en él, un hombre trabajador que se emocionaba con la música. Todavía conservo su violín.
Noticias: ¿Él le regaló su primer acordeón?
Spasiuk: Sí. Tendría unos diez u once años, más o menos y yo veía en un casamiento o en una kermese ese instrumento. En esa época ibas a un lugar de empeño. Mi padre lo compró y me lo trajo. Con el tiempo tuve que venderlo para comprarme otro y a través de un grupo de amigos, pude recuperarlo, casi treinta años después. En mi nuevo disco quise dejar un testimonio con ese instrumento y grabé “Siete higueras”, que fue la primera pieza que aprendí a tocar. Es como emular el sonido de cuando tocábamos con mi padre.
Noticias: Empezó a actuar en fiestas y eventos.
Spasiuk: Ya me sentía músico, para mí no era un pasatiempo. Tenía la responsabilidad de hacer eso en serio con Lucas, mi padre y Marcos, su hermano. Toda mi escuela secundaria trabajaba como músico. Sabía que mi padre había pedido prestado dinero para comprar el acordeón y yo tenía esa conciencia de que no éramos una familia con recursos.
Noticias: ¿Escuchaban otras músicas en su casa?
Spasiuk: No mucha porque no éramos muy melómanos. Se oía la radio. En el litoral no le llamamos folclore sino música regional. Chamames, chotis, polcas, rancheras, valseados eran parte de mi adolescencia. Luego entraron en mi círculo Los Abuelos de la Nada y un poquito de Michael Jackson con “Thriller”. No compraba discos, pero siempre había alguien que te copiaba en un cassette lo que se escuchaba en las discotecas.
Noticias: ¿Cómo fue su infancia?
Spasiuk: De estar descalzo trepando a los árboles, de escaparse al monte, de ponerse calzado y guardapolvo sólo para ir a la escuela. Fue una infancia y adolescencia intensa, como el clima del lugar. No burguesa sino de mucho trabajo, de ver la necesidad alrededor mío. De volverte responsable de muy niño de la dinámica doméstica de Eugenia, mi madre, para sostener a toda la familia. Parece una tontería, pero de ahí mantengo mis responsabilidades cotidianas. Me lavo mi ropa, me plancho, me coso, armo mis bolsos. Me sé arreglar solo.
Noticias: ¿Cómo fue venirse a Buenos Aires?
Spasiuk: Uno se tira al precipicio y van apareciendo las circunstancias. Aquí, por más que esta ciudad es enorme, compleja y dura como cualquier otra metrópoli cosmopolita, encontré tanta gente amable y que me ayudó de una manera u otra adelante, que no padecí el traslado. Hubo infinidad de carencias y pruebas, pero, en términos generales, de balance, todo lo he capitalizado y lo he visto como un potencial para crecer, refinarme y desarrollarme. Cuando llegué paraba en piezas, alquilando un cuarto sobre calle Montevideo, después encontré algún encargado de edificio que me dejaba dormir en un subsuelo, más tarde pasé días en casa de conocidos, hasta que no aguantaba más, me tomaba el tren y volvía a Misiones para recargar batería comiendo y descansando en casa de mis padres.
Noticias: ¿El pianista Roberto Ramos lo ayudó en su camino?
Spasiuk: En estas idas y vueltas de los comienzos, la gente de la embajada de Holanda me vio tocando y me invitó al festival de música Eurolatina, en diciembre de 1987. En ese viaje, en la orquesta del tango, tocaba Ramos, que a su vez era copista en el teatro Colón. Él me incentivó a venir a estudiar acá y me enseñó a inscribir mi música en Sadaic. Me hubiese encantado que aún viviera cuando grabé mi disco en ese teatro. Fue un gran mentor y persona que, a mis ojos de provinciano, me ayudaba a hacer lo que hay que hacer para organizar mi trabajo. Él vio el fruto en la semilla, que no es poca cosa.
Noticias: Y en el ’89 debutó en Cosquín.
Spasiuk: Pero antes, Julio Mahárbiz, que tenía “Argentinísima”, un programa en el viejo canal Once, me había escuchado en La Fiesta Nacional de la Yerba Mate, en Apóstoles. Me dijo que lo llamara cuando estuviera en Buenos Aires. Obvio que lo hice y fui a su programa en radio Belgrano y luego me llevó a la televisión. Él me indicó cómo podía hacer la gestión para ir al festival, pero, en ese momento, conocí a Juan Carlos Saravia, de Los Chalchaleros y me invitó a tocar, primero en Jesús María y después en Cosquín. Él fue muy generoso, condescendiente, decía que, si no les daba espacio a los jóvenes, algo de ellos se iba a ir muriendo. Ahí vino el premio Consagración, vino mi primer disco que nadie quería animarse a editarlo y ya me instalé aquí.
Noticias: En cuanto a su vida cotidiana, ¿le gusta cocinar?
Spasiuk: A quien le gusta comer, tiene que aprender a cocinar (risas). Creo que en las escuelas deberían enseñar lo básico, educar para saber qué es una buena alimentación, por ejemplo. No quiero parecer un gurú, pero hace a la educación integral. Está bueno aprender a intentar que nuestra vida sea una pequeña obra de arte. Acá con Rita, mi compañera, cocinamos habitualmente.
Noticias: Hace mucho hincapié en la educación.
Spasiuk: Totalmente. Daniel Barenboim, en su libro “El sonido es vida”, dice que se debería enseñar más a escuchar porque al hacerlo el sonido activa un montón de aspectos motrices en el cerebro. El bebé escucha dentro de la panza de la madre y al nacer todo se enfoca en lo que vemos y no en lo que escuchamos.
Noticias: ¿Es un gran lector?
Spasiuk: Sí, antes leía mucha filosofía y cosas de mucha espiritualidad. Hace unos años vengo haciendo “Enramada”, un programa de radio Nacional de cultura general. Eso amplió mi lectura y comparto con mis oyentes autores como Clarice Lispector, Leila Guerriero, Julio Cortázar, Juan Forn, Eduardo Galeano o Rilke.
Noticias: ¿Y también hace surf?
Spasiuk: Ahora estoy lejos del mar, pero me encanta. Lo descubrí hace unos veinte años y es una linda experiencia con la naturaleza que te invita a estar en estado físico. Es un bello deporte.
Noticias: ¿Qué siente ante la guerra en Ucrania?
Spasiuk: Es paradójico que mis abuelos escaparon del hambre y la guerra en Ucrania y hoy, casi cien años después, la humanidad siga confundida y alienada, sin encontrar otra herramienta para solucionar conflictos políticos, económicos o logísticos y que tanta gente inocente tenga que sufrir. Me conmueve y genera una profunda misericordia y tristeza que suceda, no solo en Ucrania, sino en tantos países.
Noticias: ¿Practica alguna religión?
Spasiuk: Soy sufi, musulmán desde hace quince años. El sufismo es un camino y una disciplina que me ayudó a encontrar una manera de rever y resignificar todo lo que me rodea. Soy agradecido del regalo del conocimiento. Tarde o temprano, todos nos vamos a preguntar el por qué y el para qué. El poeta persa Rumi, dice: “Créate una necesidad, ahonda en ella y aparecerá la herramienta en el camino”.
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