Mientras saborea un puro, Gabriel Levinas cuenta que en abril le diagnosticaron Covid-19. Apenas tuvo tos y unas líneas de fiebre, pero cuando parecía que ya se había terminado, volvió la temperatura, esta vez más alta, y le detectaron neumonía bilateral leve que se curó con medicación. “Yo ya conozco otros miedos que son más interesantes, pero confieso que algún miedo tuve porque no sabés nunca cómo sigue. Te das cuenta de que los médicos están un poco a ciegas tratando de entender algo que es distinto en cada persona”, confiesa.
Noticias: ¿Necesitó internación?
Gabriel Levinas: Por el Covid no, necesito internación pero por motivos psicológicos.
Noticias: ¡Todavía por problemas psicológicos no se impide circular!
Levinas: Si así fuera, el presidente sería el primer detenido. Por la neumonía, me estoy fumando un cigarro.
No pasó ni un minuto y el Levinas provocador ya hace de las suyas. Le gusta correr límites. No tiene empacho en decir que en algún momento compartió compañera con otro hombre o que por épocas tuvo dos mujeres; que empezó a consumir cocaína cuando se la ofreció su amigo León Gieco y que dejó de un momento a otro al verse reflejado en el espejo que le puso delante el estar en el departamento destruido de Charly García. O que se distanció de Lilita Carrió a partir de que ella bancara públicamente a Mario Quintana. Habla rápido. Y, según dice, vive a velocidad. Cuenta que es un vicio que le quedó después de que a los 19 años le diagnosticaran un cáncer terminal y le dieran seis meses de vida.
Noticias: El año pasado se mostró muy enojado con las medidas de la cuarentena. ¿Cambió su visión al haber sufrido la enfermedad?
Levinas: No se puede vivir enojado todo el tiempo porque no te hace bien, entonces en un momento desconecté el enojo. Lo cual no implica que no piense que se manejaron terriblemente mal. De hecho, yo no tendría que haber tenido Covid. Por mi edad, yo tendría que haber estado vacunado. Si ellos hubieran hecho las cosas bien, no me agarraba Covid.
Noticias: Aclaremos que aún vacunado podría haberse contagiado.
Levinas: Pero las posibilidades son más bajas y las de que te pase algo también. Es muy errático el manejo de la situación. Estamos en un desborde que tiene que ver con la incapacidad de gestionar. Las medidas de cuidado nunca son exageradas, porque la forma de contagio es bastante aleatoria y grave. Pero uno no puede dejar de vivir, no tiene lógica suspender la vida dos años, no hace falta y no es sano para nadie. Pero como no tenían elementos ni presupuesto, lo único que se les ocurrió fue cerrar, cerrar, cerrar. Y lo peor del tema es que no existe la autocrítica.
Noticias: Cuando habla de “otros miedos más interesantes”, ¿se refiere al diagnóstico terminal que le dieron a los 19 años?
Levinas: Sí, fue un momento difícil porque tenía ese mal pronóstico confirmado por los lugares más importantes de EEUU. Yo era tratado para retrasar la muerte que era asegurada en pocos meses. Fue un momento incomparable que me cambió la cabeza, la forma de vivir, de pensar. A partir de ahí hay un montón de problemas que la gente tiene en lo cotidiano que a mí me parecen una idiotez. A veces eso te aleja, te impide tener cierta empatía. Pero al mismo tiempo, yo no lo cambiaría, no elegiría que no me pase nada de lo que me pasó en la vida.
Con esa condena a muerte, decidió dejar de perder las horas en la fábrica de impermeables de su padre, pedirle dinero para hacer las valijas e irse a un viaje por el mundo para maximizar cada segundo. Tenía que apurar el paso y vivir cada hora de modo tal de sacarle la lengua al destino. Y le pasaron cosas increíbles, como que en París le robaran todo el dinero y se haya puesto a ganar el mango tocando la guitarra en la calle y cantando zambas a las que les intercalaba la palabra “Guevara” porque “en aquella época, el Che Guevara en París era toda una historia, no sabés la cantidad de guita que levantaba”, explica. En Israel, un árabe le cambió achís por cigarrillos franceses y él se tomó luego un avión desde Estambul a Grecia con las barras en el bolsillo. Jura que era el mismo vuelo al que subió Billy Hayes, en quien se basó la película “Expreso de medianoche”. “El tipo se pasó 15 años en cana (porque lo encontraron con achís). La diferencia entre él y yo cuál era, que a mí me importaba todo un bledo y el tipo estaba cagado de miedo. Yo estaba en una especie de carrera tan loca, sabía que me iba a morir y no le tenía miedo a la cosa cotidiana”, recuerda. Además de su adrenalina y del hachís en el bolsillo, viajaba con heladeras térmicas donde conservaba las drogas para recibir quimioterapia cada veintiún días. Todo lo que en teoría tenía de vida se lo pasó de un lado a otro. Pero llegó el día D y él seguía vivo. Le decían que las terapias estaban retrasando el proceso, pero que lo inevitable continuaba pisándole los talones. Así fueron tres años en total, hasta que le confirmaron que su médula ósea, antes tomada en grado cuatro, estaba limpia. “Nunca supe qué pasó. Me puse a trabajar, abrí una galería de arte, después hice El Porteño. Es como si hubiese tenido la habilidad de plantearme hacer cosas y concretarlas. Mi vida se convirtió en un acto de irresponsabilidad y de fracasos sistemáticos y permanentes a partir de ahí”, cuenta.
Noticias: ¿Cuál fue el peor?
Levinas: Todos fueron fracasos porque si yo me pongo a pintar un cuadro, no me sale como quiero. Si te sale como querés es porque sos un pelotudo. Entonces soy feliz de haber fracasado en todo lo que hice, lo que no significa que algunas de ellas no hayan sido muy buenas y que no esté orgulloso.
Noticias: ¿Qué es lo que más cerca de su propia vara estuvo?
Levinas: Me parece que lo que más me gustó es de lo que menos pruebas quedan que son mis seis años con los aborígenes en Formosa.
En el ´87, decidió radicarse en el norte del país y dirigió un proyecto de protección de fauna para evitar la depredación del caimán. Contrató a poblaciones nativas para la captura y la crianza en cautiverio y vivió a “lo Daktari” entre ellos. Todavía hoy se siente hermanado con esa gente. “Me fui a Formosa porque El Porteño se convirtió en una cosa que no me gustaba. Tenía un poder bárbaro, pero todo lo que vemos hoy que pasa con los Derechos Humanos, es lo que empezó a pasar en la revista y a mí no me gustaba. Siempre tuve claro que agarrar a un militar y meterlo preso no era un tema de DDHH sino un acto de justicia. Esa diferencia pareciera que en la Argentina no se saldó, entonces tenés una politización excesiva del tema”, afirma.
¿Quién es este tipo? ¿El pibe que se va a recorrer el mundo con su quimio a cuesta, el que abre la galería de arte, el que funda una revista, el que se anima a la selva formoseña y la crianza de caimanes, el que vuelve e investiga el atentado a la AMIA (“La ley bajo los escombros”, Sudamericana) o le cuenta las costillas a Horacio Verbitsky (“Doble agente”, Sudamericana), el panelista del debate de Gran Hermano, el ladero de Jorge Lanata, el que estuvo tres años en Intratables? “Yo creo que soy una especie de chanta de la vida, me meto en cosas que no sé y las termino sabiendo porque no me queda más remedio. Soy un chanta panelista de la vida. Y, al mismo tiempo, también es cierto que he adquirido una serie de información que me ayuda a resolver. Antes del cáncer, leía como un caballo. Y después me di cuenta de que a veces el pensamiento propio puede quedar esclavizado con el exceso de información”, dice.
Noticias: ¿Sigue siendo muy amigo de Lilita Carrió?
Levinas: A Lilita la quiero mucho pero hace tiempo que la amistad quedó dañada, tuvo que ver con su relación con Quintana, con su apoyo a Farmacity, que a mí me pareció un delirio. Ella estaba en contra de la cadena de farmacias y de un día para otro salió a defender a Farmacity. Eso no me gustó, vi una Lilita que creía que no existía.
Noticias: Hablaba antes de la falta de autocrítica, ¿cuál es la suya?
Levinas: Mi autocrítica es permanente, yo no me la creo, soy exactamente lo contrario a Majul, por ejemplo (risas). Tengo autocrítica, consulto, pregunto, nunca estoy seguro, siempre pienso que puedo estar equivocándome.
Noticias: ¿Qué le queda hacer?
Levinas: Un montón. Me gustaría escribir mejor, contar un par de historias de mi vida, volver a pintar. A veces tengo la sensación de que habría que volver a hacer algo parecido a El Porteño y producir una forma distinta de pensar. Porque todo esto de la cancelación y de la corrección política, está llevando a la izquierda y al progresismo a un lugar de mierda. Leonardo Da Vinci estaba enamorado de un pibe de 12 años a quien le practicaba el sexo, lo pintó, lo desnudó; ¿qué tenemos que hacer? ¿Agarrar los cuadros y tirarlos a la basura? Es una cosa muy fascista. Ver al progresismo dedicado a cancelar me parece increíble. Entonces me gustaría volver a abrir la cabeza de la gente, porque ahora toma partido antes de tiempo: “Si lo dice Levinas no sirve porque es el grupo Clarín”. Lo más divertido es que no cobro un mango del grupo Clarín, laburo con (Jorge) Lanata y mi relación es con él. Pero para ellos, soy Clarín.
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