La convocatoria para el encuentro con NOTICIAS es en la calle Ravignani. La cuadra fatídica y tristemente célebre en la que se produjera el espeluznante femicidio de Ángeles Rawson.
En contrapartida, el espacio laboral de Julio Chávez conjura miedos ancestrales y ofrece una imitación de la vida desde la creación en sus múltiples formas. Un reducto pulcro y silencioso, plagado de libros de arte y fotografía, pensado para la concentración y el trabajo, un lugar en el que las madres tendrían miedo de que sus hijos se pusieran a correr por los pasillos y rompieran algo valioso.
Acostumbrado a las loas, los elogios, el aplauso y las ovaciones, el intérprete de “El maestro” y “El Tigre Verón” ofrece en esta oportunidad su faceta más vulnerable al exhibirse frente al mundo como un director principiante en su ópera prima “Cuando la miro”, relato jerarquizado por la magnética presencia de Marilú Marini.
Esmerado anfitrión, no le preocupa agradar ni resultar simpático. Le gusta sentirse escuchado, lo que lo convierte en un entrevistado ideal.
Noticias: Revisando sus trabajos, uno de los que resalta es “Tratame bien”. ¿Por qué nos cuesta tratarnos bien a los argentinos?
Julio Chávez: Soy hijo de un judío alemán, yo no diría “los argentinos” porque gracias a Dios él pudo venir acá, sino hubiera muerto en la cámara de gas, no considero que el maltrato sea un invento argentino. Pero más allá de eso, creo que cuando hay dos seres humanos que se encuentran, existe la posibilidad del maltrato, a pesar de los avances y de todo lo que se dice, libertad, fraternidad, igualdad y todo eso, son ideas que funcionan como un imperativo categórico, casi ético. Somos muy complejos los seres humanos y yo creo que si hay algo que invita al maltrato es la desilusión. La desilusión de que el mundo no es como uno quiere, de que el otro nos haga difícil la posibilidad de ser feliz o se interponga en esa idea de felicidad. Por eso las personas nos enamoramos y nos tratamos bien mientras hay un proyecto, pero en cuanto se debilita o empieza a manifestar dificultades y nosotros tenemos que trabajar, pensar, reflexionar, eso a veces nos da pereza, angustia y genera maltrato. Y eso puede transformarse en algo cotidiano porque hay un maltrato que puede ser puntual y otro que es una costumbre, una manera de identidad.
Noticias: Las redes sociales son proclives a todo tipo de maltrato por ejemplo. ¿Cómo ve ese fenómeno?
Chávez: A mí me llama la atención el maltrato en las redes, el de los anónimos y el de los no anónimos. Porque cuando me inicié en la vida, si vos maltratabas a una persona o difamabas a alguien, preparate porque te tocaban el timbre y te decían: “Vos hablaste mal de mí”. Había un riesgo en el acto y una devolución, porque no era una devolución verbal comunitaria y popular donde se enteran ocho millones, sino personal. En ese momento, que se apersonara el destinatario de tus palabras tenía un valor, hoy estamos bastante anestesiados en relación a lo que es el valor de la persona que está enfrente.
Noticias: Una de sus películas más recordadas como actor es “La parte del león”. ¿Cómo hizo Aristarain para filmarla en plena dictadura?
Chávez: Aparentemente el libro se presentó como más inocente de lo que era la intención. En el ‘75 filmamos “No toquen a la nena”, se exhibió en el ‘76 y para ese entonces ya el 90% de los actores que habían participado no estaban en el país. Luis Politti, Norma Aleandro, Lautaro Murúa, Pepe Soriano, todos estaban exiliados, el estreno fue una especie de velatorio donde los ausentes estaban doblemente presentes por las circunstancias. En el ‘82 filmamos “Señora de nadie”, la película de María Luisa Bemberg y el día que salieron las críticas de la película fue tapa de los diarios la toma de Malvinas. Siempre recuerdo dificultades, situaciones muy particulares. Ahora en Argentina nunca sabés con qué te vas a despertar, en esos tiempos las circunstancias eran espantosas pero clarísimas y nunca dudé de qué lado estaba parado. De hecho, no me vi obligado a irme del país, pero tuve que abandonar muchas cosas. Yo tenía 18 años y me fui del Conservatorio, era imposible estudiar y trabajar, preguntabas todo el tiempo si estabas en la lista negra. Todo era muy categórico lamentablemente.
Noticias: Con el éxito de “Argentina, 1985” se me ocurrió que usted nunca hizo personajes históricos, solo ficcionales. ¿Fue por elección ?
Chávez: Me cuesta mucho poner sobre mí textos de los que no estoy seguro que sean fidedignos. Me inhibe pensar que eso pueda verlo el padre, la madre o la hija de alguien real. Y en general me parece que es una competencia en la que por un lado siempre vas a ganar, porque sos un actor, pero para mí la vida siempre será mejor que eso que vos hiciste. Hace unos años Suar me había hablado de hacer la vida de Favaloro, pero como me siento muy presionado preguntándome si los hechos son tal cual se cuentan prefiero la ficción. El otro día vi una foto de Strassera en blanco y negro en el Juicio a las Juntas, le miraba la cara, su expresión, y Strassera no sabía que era Strassera. Era un hecho muy fuerte y particular que no estaba festejado, era un acto lleno de arrojo y de humanidad tan grande que, ¿cómo puedo competir con eso?
Noticias: Mencionó a Suar y él también debutó este año como director, Peretti está preparando su primera película… ¿Hay un momento donde al actor ya no le alcanza con la interpretación para contar lo que quiere y necesita dirigir?
Chávez: No creo necesariamente eso ni mucho menos. En mi caso sucede que yo me vengo formando como director. Dirijo y soy autor de teatro, soy pintor, soy artista plástico, hay muchas puertas que se fueron abriendo sin que yo lo sepa. De hecho cada vez que me preguntaban si tenía interés en dirigir una película siempre decía que no, porque me parecía un arte de mucha complejidad. No dirigí porque no me alcanza sino porque soy curioso de muchas áreas en las cuales me desarrollo y hacer una película es un poco el ejercicio de esa curiosidad.
Noticias: En “Cuando la miro” usted no solo dirige, también actúa y se me ocurre que ese doble rol aumenta la complejidad. ¿Siempre tuvo claro que quería hacer las dos cosas?
Chávez: La verdad que no, porque cuando con Camila Mansilla terminamos de escribir el guión, yo empecé a compartirlo sin pensar en dirigirlo. En su momento se lo había ofrecido a Daniel Barone, pero las cosas se fueron dando de tal manera que…viste como es la vida, faltó el cocinero y te pusiste a hacer papas fritas. Y de golpe decís qué suerte, no sabía que quería hacer papas fritas. Cuando durante la preparación previa empecé a hacer mis deberes entendí que yo quería hacer la película y no solamente eso, comprendí que iba a ser muy difícil para un director filmarla.
Noticias: Acá usted también protagoniza, pero si viene Suar por ejemplo y le pide que quiere que los dirija a él y a Francella, ¿aceptaría? ¿Dirigiría a otros actores?
Chávez: Mirá, si es un proyecto en el cual tengo interés por lo que se va a relatar y me imagino que podría dirigir a esos actores, lo hago. Pero ser director no significa que se pueda dirigir a cualquier colega, ser director es una estrategia. Y no se puede tener la misma estrategia con cualquier barco, en cualquier océano. Yo, personalmente, no me imagino que pueda dirigir a Suar o a Francella porque son instrumentos muy autónomos y yo considero que el director tiene que dirigir, ahí no creo en la democracia. El director tiene una mirada y decide, yo no voy a estar mirando el monitor, ni consultar con mi colega si le parece bien lo que estoy haciendo.
Noticias: Con el estreno de “Cuando la miro” se enfrentó por primera vez a las críticas como director. ¿La crítica lo estimula o lo bajonea?
Chávez: No me voy a hacer el canchero a esta altura, pero te voy a decir que no las leo porque soy muy vulnerable. Pueden salir noventa críticas buenas pero una mala me destroza. Lo que hago es pedirle a la gente que me rodea que si hay una crítica que debería leer me lo digan. Por supuesto les agrego que las malas no, no me importa el sentido negativo (se ríe). El otro día terminé de hacer una función de “Yo soy mi propia mujer” que te diría que era buena y había una nenita en la primera fila que no aplaudía. Casi toda la sala estaba de pié, esa criatura que no me aplaudió para mí fue demoledor. Andá a saber, quizás no le gustó, hay que tener pelotas para no aplaudir porque claramente es decir: “Yo quiero que veas algo”, la vi y estaba a punto de hacerle una señal, pero no me lo permití. Los actores, las actrices, trabajamos con nuestra sensibilidad y uno de los temas que yo no quiero perder es la vulnerabilidad. Y yo soy vulnerable porque he decidido no dejar de serlo.
por Leonardo Martinelli
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