Thursday 18 de December, 2025

PERSONAJES | 07-11-2025 14:46

Pablo García Borboroglu: “La perseverancia en conservación es poder”

Biólogo marino y fundador de la Global Penguin Society, distinguido como ROLEX National Geographic Explorer of the Year 2025.

Cuando uno se cruza con Pablo “Popi” García Borboroglu, lo primero que sorprende es su energía: habla con la misma pasión con la que hace casi cuarenta años decidió abrazar la causa de los pingüinos. Conservacionista, científico, comunicador y hasta activista judicial, es un hombre que parece tener siempre un pie en dos mundos: el barro de las colonias de aves marinas y los auditorios internacionales donde expone sus hallazgos. Su vida está atravesada por una infancia marcada por los relatos de su abuela Melania sobre la Patagonia, un derrame de petróleo que lo empujó a la acción y la convicción de que el conocimiento científico debe traducirse en impacto real y que el verdadero poder está en la perseverancia y en la acción colectiva. Desde Puerto Madryn, donde instaló el cuartel general de la Global Penguin Society (GPS), la primera y única organización mundial que trabaja en 20 países con el objetivo de garantizar un futuro para los pingüinos y, con ellos, para los ecosistemas que habitan, se convirtió en referente mundial de la conservación marina. Ha recibido premios de organismos internacionales como el Premio Rolex a la Iniciativa 2019, un premio bianual que se otorga a quienes tienen un proyecto para el bien de la comunidad, en 2023 fue el primer latinoamericano en recibir el Premio Indianápolis de Conservación, considerado el “Nobel” de esta área, y este año fue distinguido con el Rolex National Geographic Explorer Award, que lo coloca en un selecto grupo de referentes globales, y lo llevó a compartir escenario con figuras como Jane Goodall o David Attenborough sigue convencido de que los pingüinos no son solo un emblema de ternura, sino indicadores claves del estado del planeta. 

Noticias: ¿Cómo empezó su vínculo con los pingüinos?

Pablo García Borboroglu: Todo nació con mi abuela Melania. Ella había crecido en la Patagonia y me contaba historias de cuando visitaba las colonias, en una época sin rutas ni caminos. Yo nací en Trelew, pero pasé mi infancia en Mar del Plata y escuchar eso era como oír relatos de Marte. Yo quería ser embajador. Estudié idiomas y quería estudiar abogacía. Como mi tío tenía una agencia de viajes y necesitaba guía con idiomas, viajé a Chubut. A los 19 años vi mi primer pingüino, y también me encontré con una realidad tremenda: playas llenas de aves empetroladas, muertas o enfermas. Yo no lo podía creer y estaba todo tan naturalizado. Un día, al estar rodeado por miles de pingüinos en una colonia, sentí una conexión instantánea. En el 91 hubo un derrame tremendo que afectó 17 mil pingüinos. Por ese entonces, en Chubut morían 40 mil al año. Yo ya estaba estudiando biología en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y junto a algunos compañeros armamos un centro de rehabilitación en Punta Tombo, y ese trabajo ayudó a visibilizar la causa. Años después logramos que las rutas petroleras se alejaran de la costa: hoy de esos 40.000 mueren menos de veinte. Ahí confirmé que la perseverancia en conservación es poder. 

Noticias: ¿Qué secretos de los pingüinos sorprenden a quienes los estudian de cerca?
Borboroglu: Muchos. Por ejemplo, tienen visión ultravioleta, un mundo de colores que los humanos ni podemos imaginar. Son fieles, porque la única estrategia para criar pichones con vida es tener una pareja estable. Uno cuida el nido y los huevos, mientras el otro busca alimento. El pingüino de Magallanes, por ejemplo, puede mantener pareja durante 17 años. También varía la forma de criar: el Emperador y el Rey ponen un solo huevo y lo incuban sobre las patas porque no hay material para hacer nido en la Antártida. En cambio, los Magallanes ponen dos.

Noticias: ¿Por qué son tan especiales?

Borboroglu: Porque concentran todo. Viven en tierra y en el mar, entonces acumulan amenazas de los dos ambientes: petróleo, pesca, plásticos, disturbios humanos. Y además son excelentes indicadores: cuando un pingüino cambia su comportamiento, es porque algo pasa en la costa o en el océano. Te avisan antes que nadie. Darles voz a los pingüinos es, en realidad, defender a todo el ecosistema marino.

Noticias: ¿Qué fue lo que lo impulsó a fundar la Global Penguin Society?

Borboroglu: Como científico publicaba “papers” en inglés en revistas internacionales. Pero me preguntaba: “¿Quién en la administración local lee esto?” En un congreso en Tasmania vi que todos describíamos los problemas, como si escribiéramos científicamente que nuestra casa se incendiaba, pero nadie salía a apagar el fuego. El tema ambiental no es prioridad; no está en las agendas de políticas públicas y la ciencia es necesaria, pero no suficiente para resolver los problemas del planeta. Había que trabajar para cambiar la conducta de la gente, que es lo que se traduce en una acción concreta de conservación. Entonces pensé en crear una organización que transformara la buena ciencia en acción concreta.

Noticias: ¿Cuáles fueron los logros más concretos?

Borboroglu: Hasta ahora aseguramos la conservación de 13 millones de hectáreas en áreas protegidas. Creamos el área protegida de Punta Tombo de 3,1 millones de hectáreas: la Reserva de Biosfera Patagonia Azul, de la Unesco, en Chubut. Esto le dio un renombre internacional: es la 15ª reserva con más superficie de océano de la Argentina y más de 1000 especies descriptas. El 40% de la población mundial de pingüinos de Magallanes se encuentra ahí. Nuestro modelo se replicó en distintos países y creció en educación: ya llevamos a más de 13.000 chicos a conocer pingüinos. 

Noticias: Uno de sus mayores desafíos fue el juicio en Punta Tombo (Chubut) ¿Qué significó?

Borboroglu: Sin dudas. En el 2021 un empresario arrasó con retroexcavadora parte de una colonia, donde destruyó nidos e impidió que los adultos volvieran a alimentar a sus pichones. Fue algo durísimo. Pero fue clave, a partir de ese juicio logramos que se reconociera la importancia de esa colonia y que se estableciera legislación para protegerla. Conseguimos la primera condena por ecocidio en la Argentina y se sentaron precedentes: el turismo, la pesca o cualquier actividad pueden hacerse, pero con permisos y bajo coherencia. Gracias a eso, la provincia amplió el área protegida de 200 a 1.600 hectáreas, donde hoy se reproducen 360.000 pingüinos.

Noticias: Ha recibido premios internacionales, y hasta compartido momentos con Jane Goodall y David Attenborough. ¿Qué le dejan esos reconocimientos?

Borboroglu: Son un reconocimiento enorme, porque ayudan a visibilizar el trabajo. Sirven para legitimar y para que te miren. El Premio Indianápolis y ahora el de ROLEX National Geographic me permiten llevar la causa a foros internacionales y sumar apoyos. Si pasamos su filtro, la gente percibe que nuestro trabajo es serio, con protocolos estrictos y nos abre puertas en espacios donde no solemos estar: la moda, el lujo, círculos de gran impacto global. Eso abre puertas a financiamiento. Porque las ideas sobran, pero lo limitante son los recursos: satélites, equipos, educadores, abogados, comunicadores. 

Noticias: ¿Cómo es un día en su trabajo?

Borboroglu: Puede ser muy loco. Un día estoy tirado en el barro con los pingüinos, bajo la lluvia, y al siguiente en un palacio con traje, hablando en una cena con la princesa Ana de Inglaterra. En el campo medimos, pesamos, colocamos transmisores, seguimos nidos. Después viene la parte científica y política: informes, charlas, reuniones con gobiernos. También está lo educativo: llevar chicos a una pingüinera es fascinante. Y ahora los documentales: participamos en “Secretos de los pingüinos”, producida por James Cameron, que fue clave para el premio de este año.

Noticias: ¿Qué papel tienen las nuevas generaciones en todo esto?

Borboroglu: Son una de mis grandes fuentes de optimismo. A mí me entusiasmó el relato de mi abuela porque en la escuela nadie hablaba de medio ambiente. Hoy los chicos reciben ese mensaje por todos lados. 

Noticias: ¿Qué le diría hoy a su abuela Melania?

Borboroglu: Espero que esté orgullosa. Que todo lo que hice se lo debo a ella y a los pingüinos. Cuando voy a una colonia le pido ayuda, la siento presente. Gracias a los pingüinos conocí a Laurita, mi mujer, y hasta pude mostrarles a mis hijos que los sueños, por más locos que parezcan, se pueden cumplir. ¿Quién quiere ser biólogo en Argentina y sobrevivir? (risas). No hace falta ser biólogo para hacer conservación. Hay lugar para periodistas, psicólogos, ingenieros, financistas. Cada uno, con su pasión, puede aportar.

Noticias: Después de más de 30 años de trabajo, ¿qué le queda como mayor aprendizaje?

Borboroglu: Hay que invertir más tiempo en buscar soluciones que en describir problemas. Y que no hay que dejarse frenar. Los pingüinos me enseñaron eso: ir contra los obstáculos, seguir adelante. Desde la Patagonia al mundo, se convirtieron en embajadores de un mensaje que trasciende fronteras: El futuro de diez millones de especies depende de una sola, nosotros.

Galería de imágenes

En esta Nota

Gabriela Picasso

Gabriela Picasso

Comentarios