En los primeros días de mayo del 2019 Sergio Massa estaba al borde de tomar una decisión que iba a cambiar su vida. Sólo había un detalle para nada menor: a Antoní Gutiérrez Rubí, el asesor al que presta mucha atención, la movida no lo terminaba de cerrar. De hecho, el tigrense se lo terminó contando al ya lanzado candidato del Frente de Todos. “Alberto, ya convencí a todo el Frente Renovador y a Malena. Sólo falta el catalán. ¿Podés hablar con él?”, le dijo a Fernández. Pero a quien sería el próximo presidente la consulta no le cayó simpática: no sólo jamás creyó en los consultores, sino que también sentía que negociar con un colaborador de su posible aliado era rebajarse. Pero la vida -y los mazazos electorales- vienen con sorpresas: dos años después, es Gutiérrez Rubí el gurú en el que Alberto, y todo el oficialismo, confía para que realice un milagro. ¿Sí se puede?
Cambio. El operativo seducción comenzó la semana siguiente a la crisis institucional. Tanto Alberto como Cristina, con los que Gutiérrez Rubí se solía ver cuando salía de su España natal para venir al país, se sentaron con él para escuchar su diagnóstico de la derrota. Algo de lo que dijo en su encuentro cara a cara con el Presidente cayó bien: Fernández le pidió que vuelva la semana siguiente con una oferta concreta para el último tramo de la campaña. 15 días después de la derrota el catalán le llevó al mandatario, y luego a su vice, un extenso Power Point con la propuesta. Ahí había ideas como la de instalar el “sí” versus el “no” y lo positivo de los valores que el FDT dice representar -inclusión, igualdad de género, ecología- y la insistencia con empezar a hablar de soluciones concretas con medidas económicas y de apertura, además de bocetos de merchandising o de posibles spots. También había propuestas de lo que no había que hacer, que el tiempo demostró que no se estarían cumpliendo a rajatabla: no polarizar tanto, no hacer actos multitudinarios, no a dar demasiadas entrevistas.
De cualquier manera, antes de que termine septiembre a Gutiérrez Rubí lo habían presentado como el nuevo estratega oficial en el C Complejo Art Media, el búnker donde hay más de 50 personas de todo el oficialismo trabajando a tiempo completo en la campaña. Los estrategas de Kicillof y de La Cámpora, que también habían elaborado sus propuestas, tuvieron que adaptarse a las decisiones del español.
Hasta ahí la cronología. Pero, ¿qué significa que el asesor de Massa se quede al timón?
En principio, es un avance del tigrense sobre el armado electoral. Hasta entonces, el Frente Renovador sólo había tenido una participación testimonial: Alberto había decidido apostar fuerte por Juan Courel, el estratega del 2019, y por su slogan “la vida que queremos”. El massismo había alertado sobre los riesgos de lanzar una idea que podía sonar demasiado a un futuro mejor cuando lo que urgía era el presente, o confiarse -como pasaba en muchos- en la idea de que las vacunas equivalían a votos. Rubí, que tiene varios premios por su trabajo y es director de la consultora Ideograma radicada en Barcelona, venía de ver cómo fracasaron los oficialismos en Europa e intentó hacer sonar la alarma. Pero con el Presidente tan decidido a apostar a su estratega no hubo caso.
Hay que entender que entre Courel y Rubí hay diferencias de fondo que exceden a los personajes. El primero, que tiene pasado en el sciolismo, es antes un militante peronista que un consultor. El segundo, en cambio, encarna todo lo que el kirchnerismo -y también Alberto- siempre miró de costado: la idea de un gurú, como Durán Barba, que viene de afuera con ideas más del marketing que de la política. De hecho, era mucho más que un prejuicio.
Rubí trabajó en la campaña de CFK en el 2017, hasta después de esas PASO. Era la primera vez que la ex Presidenta le entregaba el timón a alguien de afuera, decisión que levantó una polvareda entre el kirchnerismo duro. Cuando el español se alejó sorpresivamente de Unidad Ciudadana a pesar de que habían ganado -en las generales es que Bullrich derrota a CFK- el camporismo usó el caso para demostrar la exactitud de su tesis. Desde ahí hasta el 2019, cuando las partes se comenzaron a acercar, de personas que integran el primer anillo del kirchnerismo brotaban barbaridades y acusaciones hacia el español. Incompetente era lo más light.
El dato se hace relevante cuando se ve que no sólo Alberto adaptó el discurso y la estrategia que marcó el catalán, sino que el grueso de Todos -dejar la idea del “Frente de” es uno de los sellos de Rubí- y también políticos como Máximo también se plegaron. “¿Quieren más trabajo? ¿Quieren que bajen los precios?”, fue una de las arengas del líder camporista en el acto del 7 de octubre en Nueva Chicago. A cada pregunta, como manda el manual Rubí, la gente contestaba con el “sí” que será el sello de esta campaña. ¿Será la desesperación? ¿O el kirchnerismo está cambiando su manera de entender la política? De cualquier manera, se hizo evidente que en el oficialismo se escuchan hasta ahí los consejos del catalán: él desaconseja actos masivos y dar demasiadas entrevistas, dos elementos que se están empezando a repetir entre los funcionarios.
Pero el catalán incluso tuvo un encuentro con Victoria Tolosa Paz y su esposo Enrique Albistur. Es sintomático: “Pepe”, histórico hombre de la comunicación K, era de los más fervientes convencidos de la teoría anti consultores. Será que la necesidad hace milagros.
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