Friday 19 de April, 2024

POLíTICA | 17-12-2019 10:24

Los Fernández: cómo se repartirán el Gobierno

Los “bochados” de CFK. Causa común contra el “lawfare”. El poder hipnótico de Alberto sobre ella.

Martín Guzmán no solo es un desconocido para el gran público. Hasta que Alberto Fernández lo confirmó como ministro de Economía, ni siquiera sus colegas del Gabinete sabían de él. Muchos lo vieron por primera vez el martes 10 de diciembre, en el Congreso, cuando el nuevo Presidente tomó juramento y Guzmán se acomodó entre los ministros que se sentaron a su derecha.

Durante la jura, un hombre que manejará una caja clave dentro del área económica expresó su desconcierto ante NOTICIAS en uno de los balcones de la Cámara: “Espero que en estos días Guzmán me llame para juntarnos, tenemos que empezar a trabajar juntos y necesito saber cuál es su plan”.

Noticias: ¿No hablaron aún?
Funcionario: No. Lo de él fue una decisión de último momento.

En efecto, Guzmán no era la primera opción de Alberto Fernández, cuyo principal referente económico desde hace rato es Guillermo Nielsen. Pero había un problema: Cristina Kirchner.

Veinte días antes de la asunción, cuando la vicepresidenta regresó de ver a su hija en Cuba y recibió en su departamento de Recoleta a Alberto, varios de los nombres sugeridos por él fueron tachados, entre ellos el de Nielsen, con quien CFK mantiene viejas diferencias. Cuando Fernández salió de ese encuentro y los periodistas lo abordaron en la calle, explotó: ¿quién les había avisado de esa reunión? Desconfiaba de todos.

“Charlamos de cuestiones personales”, minimizó ante los reporteros. Y cuando le preguntaron por el Gabinete, respondió: “Ya básicamente está”. Solo había que barajar y dar de nuevo tras la bolilla negra de su coequiper. La historia es ilustrativa para entender cómo CFK y Alberto armaron el nuevo Gobierno y se repartirán el poder de ahora en más.

Alberto Fernández

Reparto. En el equipo de Alberto hay quienes ya no niegan, en estricto off, que existió realmente una lista de “bochados” por Cristina. “Es lo que le pasó a Nielsen y a otros como Martín Redrado, que sonaba para el Banco Central”, explican. Son personas que arrastan históricos problemas con la ex presidenta, que “no olvida fácil”, según los albertistas. Esas fuentes recuerdan la promesa inicial del cristinismo, que decía que la vicepresidenta se contentaría con copar las listas del Congreso y luego le dejaría las manos libres a Fernández para el armado del Gabinete. “Igual, salimos bastante bien parados. Casi todo el equipo es Alberto puro”, se consuelan.

A simple vista, el bando del Presidente es mayoritario. El mencionado Guzmán es tropa propia –fue reclutado por su colega de Producción, Matías Kulfas– y luego están el jefe de Gabinete Santiago Cafiero, su vicejefa Cecilia Todesca, el canciller Felipe Solá, Nicolás Trotta en Educación, Claudio Moroni en Trabajo, Marcela Losardo en Justicia, Gabriel Katopodis en Obras Públicas, Ginés González García en Salud, Matías Lammens en Deportes y Turismo, Mercedes Marcó del Pont en la AFIP, María Eugenia Bielsa en Vivienda y Hábitat, Gustavo Béliz en Asuntos Estatégicos, Julio Vitobello en la Secretaría General de la Presidencia, Miguel Pesce en el Central, Victoria Toloza Paz en el Consejo de Políticas Sociales, Daniel Arroyo en Desarrollo, Juan Manuel Olmos como jefe de asesores, Vilma Ibarra –la ex de Alberto– en la Secretaría Legal y Técnica, Victoria Donda en el INADI, Rosario Lufrano en Radio y Televisión Argentina, Juan Pablo Biondi en Comunicación Pública, el massista Mario Meoni en Transporte, Malena Galmarini –la mujer del tigrense– en AYSA y hasta Nielsen en YPF, su premio consuelo tras quedar descartado para Economía.

Del lado cristinista están Eduardo “Wado” De Pedro como ministro del Interior, Agustín Rossi en Defensa, Sabina Fréderic en Seguridad, Luis Basterra en Medio Ambiente, Roberto Salvarezza en Ciencia y Tecnología, Luana Volnovich en el PAMI, Alejandro Vanoli en ANSES y Carlos “El Chino” Zannini como procurador general del Tesoro, es decir, jefe de los abogados del Estado.

Justamente Zannini es otra de las “sugerencias” que Fernández debió aceptar antes de asumir, pese a que dijo que lo había propuesto él para ese cargo y no CFK, la protectora del “Chino”. También intentó explicar que el pulgar para abajo que recibió el massista Diego Gorgal en Seguridad fue decisión suya y no de Cristina, quien no termina de perdonar al ex intendente de Tigre por las barbaridades que, según los cables revelados por WikiLeaks, dijo de ella y su difunto marido ante la Embajada norteamericana. Massa, según esos documentos, trató a Néstor de “psicópata” y a Cristina de “sometida”.  

Alberto Fernández

Con el relegado Nielsen los problemas también vienen de lejos, de cuando el economista renunció junto con su referente Roberto Lavagna al gobierno K en 2005. Y tampoco ayudó que, en medio de la reciente campaña, Nielsen se metiera con el mimado de CFK, Axel Kicillof, a quien trató de “ignorante” y de “marxista disfrazado de keynesiano” en un reportaje con el diario Perfil. Fue demasiado para la jefa.

El escritor y ex embajador Jorge Asís también coincide en que hubo bolilla negra de Cristina para más de uno, incluido Florencio Randazzo, a quien Alberto pretendía integrar a su equipo. Asís reprodujo la frase de CFK para cerrarle la puerta a uno de los desechados: “A ese no lo quiero ni como chofer”.

Cuando los medios hablan de esas imposiciones, Alberto hace sentir su incomodidad. Necesita afirmarse ante la opinión pública como un Presidente autónomo. Días atrás, en el canal C5N pasaron un informe en el que recordaban la frase del jefe de Estado luego de que el cristinismo llenara las boletas legislativas: “El Gabinete lo voy a armar yo”, había dicho Fernández para mostrar su autoridad. Por pedido de él, dicen en el canal, ese informe salió raudamente del aire.

Un amigo suyo cuenta lo que el Presidente responde cuando alguien se refiere a lo que dice o hace “la jefa”. “Yo no tengo jefa”, contesta él.

Está en un una situación algo incómoda –que a la vez es una oportunidad–, en un rol de equilibrista que debe contentar al mismo tiempo a la platea del cristinismo duro y a los votantes menos ideologizados, aquellos que volvieron al peronismo no por amor a Cristina, sino por espanto a Macri. Pero su expertise es justamente esa: convencer, negociar, lograr acuerdos.   

Alberto Fernández, Néstor Kirchner y Cristina Kirchner

La noche del 10, en el escenario montado en la Plaza de Mayo, Cristina le hizo una advertencia pública: “Presidente, confíe siempre en su pueblo. Ellos no traicionan, son los más leales, solo piden que los defiendan y que los representen. No se preocupe, Presidente, por las tapas de un diario, preocúpese por llegar al corazón de los argentinos”. Le estaba pidiendo que en un futuro no desatienda a la militancia ultra K. Está bien la idea albertista de reconciliarse con el establishment y el Grupo Clarín (el diario a cuyas tapas alude CFK) y así reeditar los consensos de la primera etapa del nestorismo, pero debe hacerlo, según la jefa, sin que parezca una rendición. Cuestiones de formas.

Puntos en común. Más allá de la pelea por los nombres del Gabinete, hay algo en lo que Alberto y Cristina coinciden totalmente: la Justicia que se atrevió a investigar y procesar a la ex presidenta en numerosas causas deberá ser reformada. La persecución judicial o el llamado “lawfare” contra ella y el resto de la tropa será parte del pasado. “Nunca más”, dijo él. El Presidente, en este aspecto, actúa casi como un abogado defensor de su vice, e incluso es su testigo en uno de los expedientes, el de corrupción en la obra pública. Fue él quien, en los tiempos de la reconciliación, hace dos años, le habló de ese neologismo, el “lawfare”, con el que varios gobiernos de la región ahora señalan a los jueces y medios que los hacen tambalear.

Alberto ya anunció en su discurso inaugural que impulsará un proyecto de reforma de la Justicia federal. Y en el área judicial del Gobierno también se transparenta esa alquimia entre él y su vice. La ministra de Justicia es Marcerla Losardo, una amiga de toda la vida de Alberto, y su segundo, Juan Martín Mena, un cristinista de paladar negro. Y en el Consejo de la Magistratura, por su parte, podría quedar Gerónimo Ustarroz como representante del Ejecutivo. Ustarroz es primo de “Wado” De Pedro, el camporista ministro del Interior que se hace cada día más albertista. El Presidente espera que con los otros compañeros de Máximo Kirchner ocurra lo mismo. A Juan Cabandié, el titular de Medio Ambiente, ya lo cuenta como propio desde que el hijo de desaparecidos propició su reencuentro con CFK.

En esa reconciliación que parecía imposible se apoyan los amigos del Presidente cuando juran que él tiene todo controlado. Si Alberto ha vuelto al redil después de tratarla de “adolescente”, decir que tenía una “distorsión de la realidad”, pedirle que “recuperara la cordura” y enfrentarla en elecciones con candidatos como Massa o Randazzo, entonces todo es posible. “Obviamente le debe el triunfo a Cristina, sería necio desconocer que los votos son de ella”, dice un colaborador albertista. “Pero si ella lo eligió a Alberto es justamente para delegar el mando en él, que es un gran administrador, y no para desestabilizarlo”, completa.

Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Mauricio Macri

¿Por qué Cristina se decidió por él? Hay varios factores. El primero radica en la confianza que CFK le tiene desde hace más de veinte años, cuando se conocieron allá por 1996, por intermedio del vocero Miguel Núñez, antes de que Néstor Kirchner se integrara a ese triángulo. Alberto siempre tuvo un poder casi hipnótico sobre ella, fue su primer operador en la Capital –donde CFK debutó como senadora– y resultó clave para que los Kirchner alcanzaran el poder en 2003, cuando Fernández consiguió el respaldo de Eduardo Duhalde para aquella candidatura. Sin él, el kirchnerismo no hubiera empezado a existir.

El segundo factor para convertirse en el elegido de CFK fue matemático. El propio Alberto dice que Cristina, desalentada por las encuestas previas a las elecciones, creía que no se podía ganar. Y para perder, mejor que lo hiciera otro. Alberto le demostró que estaba equivocada y que con la reconstrucción del peronismo el escenario era distinto. Así, por iniciativa del ahora Presidente, volvieron muchos de los desterrados del movimiento: Moyano, Massa, los gobernadores que se habían ido alejando... Él la envolvía a ella: “Muchos están dispuestos a volver, pero si vos no sos la candidata”. Y le proponía, convincente: “Hay que encontrar el eslabón perdido entre el kirchnerismo y el peronismo”. Ese eslabón era él.

Áreas de influencia. Alberto no espera que, como vicepresidenta, CFK se quede en el Senado tocando la campanita. Pero confía en su cintura para poder conformarla y a la vez gobernar con independencia. En la Cámara alta, Cristina ya designó a sus dos asistentes personalísimos, Mariano Cabral y Diego Bermúdez, como secretarios parlamentarios. E impondrá a los titulares de dos comisiones clave, la de Presupuesto y la de Acuerdos. En la de Presupuesto se definirá el dinero que se envía a las provincias, en especial a la más grande y hoy gobernada por su pupilo, Kicillof. En la Comisión de Acuerdos se define la selección de jueces. Allí se verá el poder de veto de CFK en el Poder Judicial.

La Cámpora

El Congreso para ella. El Gabinete, mayoritariamente de Alberto, con incógnitas como la de un joven ministro de Economia, que a los 37 años aún no registra antecedentes en la función pública. La provincia de Buenos Aires, en manos de un cristinista acérrimo. El área judicial, dividida en partes casi iguales. Tal vez no sea un nuevo doble comando como el de Néstor y Cristina lo que asoma en el horizonte, pero sí se trata de un entramado de grupos y ambiciones que no siempre tirarán para el mismo lado.  

El día de la asunción, cuando el Presidente comenzó su discurso, sus primeras palabras en el Congreso fueron inaudibles hasta que su vice, sentada a su lado y rápida de reflejos, activó el mecanismo que encendía el micrófono. Un pequeño percance y también una gran metáfora, porque, si él hoy tiene voz, es gracias a ella. Los dos lo saben.

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Franco Lindner

Franco Lindner

Editor de Política, columnista de Radio Perfil y autor de "Fernández & Fernández" (Planeta).

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