Las elecciones de octubre y el triunfo inesperado de La Libertad Avanza generaron un efecto peligroso: Javier Milei había tomado ese resultado como un cheque en blanco para hacer lo que quisiera de ahí en adelante. Sin embargo, en los últimos días se encontró con un límite muy preciso en el Congreso y en la calle. La Ley de Presupuesto, que en su polémico artículo 11 pretendía derogar de facto las normativas de Emergencia en Discapacidad y financiamiento universitario, no pasó la prueba: fue aprobada en general, aunque sin esos recortes en áreas sensibles que pretendía el Gobierno. El reclamo social fuera del palacio legislativo y los diputados que obturaron ese intento de los libertarios unieron fuerzas para ponerle un freno a Milei. El mensaje fue que el déficit cero no se consigue a cualquier precio. Que no hay cheque en blanco.
Tras el traspié, ratificando por los senadores, que tampoco incluyeron Discapacidad ni financiamiento universitario en su votación, el Gobierno anunció que reasignará partidas presupuestarias para ambas áreas, una admisión de su derrota. Queda por ver qué ocurre con otro berretín de La Libertad Avanza, el de la reforma laboral, cuyo tratamiento en principio quedó postergado hasta febrero, en el mejor de los casos. La Casa Rosada quería imponerla antes de fin de año en el Congreso, pero los números estaban complicados. Es que los legisladores leen las encuestas, que le otorgan un mayoritario rechazo a esa medida, a diferencia de lo que los consultados opinan sobre las otras reformas, la previsional y la impositiva.
Es sano para una democracia que el poder político de turno registre los límites que le impone el Congresos y la sociedad. Ojalá, en el caso de Milei, no se trate solo de una impostura.














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