Donald Trump es un hombre generoso con sus aliados, pero a la vez impredecible con su bocota. Si lo sabrá Javier Milei, quien primero festejó el salvataje de 20 mil millones de dólares (y luego el doble) que anunció el presidente norteamericano para la Argentina, pero enseguida sufrió con las consecuencias indeseadas que provocaron las palabras de su benefactor. Porque recordemos que mientras el Tío Donald prometía rescatarnos, en simultáneo les aclaraba en vivo a Milei y sus funcionarios que la plata solamente llegaría si ganaban las elecciones. ¿La reacción? Pánico en los mercados locales, que ya dan por descontado que el resultado del domingo 26 no será bueno para el Gobierno. En vez de calmar al dólar, Trump lo despertó. Y tras eso, tuvo que intervenir su secretario del Tesoro, Scott Bessent, comprando pesos argentinos para evitar que la corrida se profundizara.
Así empezó la novela del salvataje que está transformando al líder republicano en una suerte de Herminio Iglesias de la campaña libertaria, que intenta apagar el fuego con nafta. Esta vez no hay cajón quemado como en las elecciones de octubre de 1983, en las que ganó Raúl Alfonsín luego de que el peronista Iglesias espantara a todos incendiando un ataúd de cartón adornado con una corona que llevaba las iniciales de la UCR. Aquel gesto violento de Herminio ante una sociedad que estaba por salir de siete años de dictadura, y que reclamaba otro tono, se convirtió en símbolo de cómo la torpeza de un político puede definir una elección.
En todo caso, lo chamuscado ahora ya no es un cajón, sino los billetes verdes que en sucesivas rondas cambiarias queman el Banco Central y Scott Bessent para aplacar la incipiente corrida. ¡Y pensar que Milei, que venía a dolarizar a la Argentina, terminó así pesificando a Estados Unidos, que tuvo que intervenir en el mercado local comprando nuestros billetitos de múltiples colores!
Como Trump es insistente, por estas horas volvió a hacerlo: mientras hablaba del salvataje a los libertarios, al mismo tiempo encendía todas las alarmas con su sincericidio ante una periodista de su país que le recriminaba esa erogación. Esto le contestó Donald en su versión Herminio: “Argentina está luchando por su vida, señorita. Usted no sabe nada al respecto. Están luchando por su vida. ¿Entiende lo que eso significa? No tienen dinero, no tienen nada, están luchando con todas sus fuerzas para sobrevivir. Si yo puedo ayudarles a sobrevivir en un mundo libre... Me gusta el presidente de Argentina. Creo que está haciendo todo lo que puede. Pero no hagas que parezca que les va muy bien. Se están muriendo. ¿De acuerdo? Se están muriendo”.
Mejor no sigas, Donald. Porque los mercados tomaron nota de esas palabras incendiarias y el dólar nuevamente se puso a saltar, obligando a otra intervención de Bessent mientras se escribían estas líneas. Hubo un salvataje, sí, pero los candidatos del Gobierno no repuntan en las encuestas, los mercados están cada vez más nerviosos y escépticos, y todos prevén una devaluación para el lunes 27, el día siguiente al de las elecciones. ¿Y después? Nadie quiere arriesgar un pronóstico sobre cómo termina esta película.
Eso sí, algo parece seguro: el de Donald fue un salvataje a lo Herminio.














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