Fernán Quirós es uno de los ministros porteños que se convirtió en protagonistas de la discusión por la vuelta a clases. Pero, hace unos días viajó con su familia a Pinamar. El fin: un breve descanso para recuperar fuerzas y encarar un 2021 electoral cargado de responsabilidades y posibles propuestas.
El viernes 22 de enero, Quirós salía satisfecho del restaurant del balneario Mama Concert’s, en Pinamar. El ministro de Salud porteño acababa de poner pie en esa ciudad de la Costa Atlántica. Acababa de tener una buena comida junto a su familia, minutos después de haber comenzado un breve descanso de tres días. Y estaba más que ansioso: luego de un año dramático, que lo tuvo en la primera línea de la lucha contra la pandemia ocasionada por el coronavirus, necesitaba desconectarse antes de arrancar un 2021 que promete ser igual o más complicado, en especial si los sueños del ala política del larretismo se concretan y lo empujan integrar una lista legislativa. Por eso, el ministro se había propuesto aprovechar el día y, después de comer, amagó a la carpa que había reservado ese fin de semana y luego encaró hacia la arena. El trayecto, en la zona norte de las playas de la ciudad costera, es largo, de más de una hora, pero el ministro es runner desde los doce años y resiste el paseo. A la vuelta lo esperaba NOTICIAS.
El médico, entrenado en la escuela del PRO en el trato con la prensa, fue amable y, aún sin remera y en malla rosa, respondió una, dos, y tres preguntas. Explicó entonces cómo es el paso a paso del plan de vacunación en la Ciudad y reveló sus esperanzas de que la situación sanitaria mejore. Pero cuando vio a la cámara fotos de NOTICIAS no pudo evitar el trago amargo: quizás se le haya venido a la cabeza que, quince días atrás, intentó tomarse un fin de semana junto a su familia –el primero luego del año pandémico- pero tuvo que interrumpirlo para volver a las corridas a la Ciudad, donde lo necesitaban para los anuncios de los cierres nocturnos que tuvieron que hacer ante la crecida de casos ocasionados por las reuniones de las fiestas de fin de año. Quirós temía que otra vez se coarte su breve descanso playero o, quizás, dudaba sobre cómo podría verse reflejado su foto descansando en la Costa. Por eso pidió dar por terminada la conversación. Y así fue, en la reposera quedó sentado el que algunos en el PRO sueñan como posible reemplazo de Horacio Rodríguez Larreta.
Doctor Doctor. El 2020 fue un año impensado para el planeta entero. La pandemia desafío a todos y logró cosas impensadas, como que Fernán Quirós, hoy una de las caras más visibles de la administración porteña a días de arrancar las clases, figure en el podio de todas las encuestas de imagen del país y en especial de la Ciudad. El ministro lo sabe bien: Diego Santilli, por nombrar sólo a uno, no le oculta sus deseos de verlo al frente de una lista.
Lo de Quirós es llamativo porque hasta el 2015, es decir para cuando el médico tenía ya 53 años, la política era algo que se limitaba a algunos contactos esporádicos con Mauricio Macri –a quien acompañó en alguna ocasión al palco del club del cual ambos son hinchas- y con su entonces ministerio de Salud porteño, y a una admiración juvenil, que todavía perdura, hacia Raúl Alfonsín. Hasta que Larreta le pidió agarrar el cargo Quirós trabajaba en el Hospital Italiano, como vicedirector médico y jefe del departamento de Fisología Humana. En esta última área es donde arrancó, treinta años atrás, junto a otro profesor que luego se destacó, pero que, por lo que cuentan, ya se ganaba en aquel entonces el mote de “loco”: Sergio Berni. Ambos son categoría 62 y, como el ahora ministro de Seguridad bonaerense recordó hace poco al comparar a los jóvenes que fueron a Malvinas con los que hoy no pueden evitar las fiestas clandestinas, los dos estuvieron ahí nomás de ir a la guerra.
De hecho, el año pasado Quirós recordó aquel fatídico 1982, cuando bromeaba –a mal tiempo buena cara- con que cuando pudiera se iba a cortar el pelo tan corto como cuando hacía la colimba. Hacía referencia a una promesa que hizo, y que durante la pandemia se siguió con atención, de que no iba a emprolijarse la cabellera hasta que no abrieran las peluquerías en la ciudad. El médico cumplió su juramento y para cuando unas tijeras, en agosto, llegaron a su cabeza el pelo le pasaba la nuca y estaba indomable.
Aquel fue su primer gran hit comunicacional, aunque si le preguntan si eso tuvo alguna intención marketinera lo va a negar con el mismo énfasis en que niega cualquier pretensión de ver su apellido sobre una lista electoral para mediados del año. Pero el que está en una gran encrucijada ahí es su jefe. Larreta se debate sobre si empujar a quien más mide de los suyos a las elecciones o guardarlo en un área que es clave tanto para controlar la pandemia como para asegurar su propio futuro presidencial. El jefe de gobierno porteño, obsesivo en los detalles, entiende bien la dinámica del efecto dominó: si quiere sentarse en el sillón de Rivadavia para el 2023 tiene que probar que manejó con éxito la pandemia, y para esa difícil tarea necesita a Quirós en Salud.
A ese complejo rompecabezas se le suma otro, uno interno. El ala dura de Juntos por el Cambio tiene a sus candidatos más importantes afuera de cualquier ejecutivo, que son los que irán a la cancha en las PASO. Eso significa que si Larreta quisiera asegurarse la victoria en una interna ante, por poner un ejemplo, Patricia Bullrich (ver nota de tapa), quizás se vea obligado a plantar bandera con su médico preferido. Es un laberinto para el jefe de gobierno porteño y también para el doctor.
De cualquier manera, para las elecciones falta y por ahora la gran preocupación de Quirós es manejar el arranque de las clases y lograr que la Ciudad sobrepase la segunda ola.
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