Mauricio Macri estaba convencido de proponer a Carlos Rosenkrantz como ministro de la Corte Suprema, pero sentía que debía postular también a un peronista para lograr ecuanimidad. Fue Elisa Carrió quien le acercó el nombre de Horacio Rosatti: “Tengo a la persona ideal. Lo conozco desde hace 40 años”, argumentó.
Requirió del poder de convencimiento del abogado Fabián “Pepín” Rodríguez Simón para que Macri aceptara la propuesta: “Un clavo va a sacar al otro”, auguró en referencia a Ricardo Lorenzetti, otro santafesino, que entonces era el hombre todopoderoso de la Corte. Cinco años después, aquel pronóstico empezó a materializarse: desde el primero de octubre, Horacio Rosatti es el nuevo presidente del máximo tribunal de Justicia, mientras su coprovinciano tropieza en la búsqueda de apoyos internos.
El ex intendente de Santa Fe llegó al cargo máximo del Poder Judicial con una extraña coincidencia: tanto kirchneristas como macristas lo consideran un traidor. Tras pegar el portazo como ministro de Justicia de Néstor Kirchner en 2005, por no avalar los sobreprecios en las cárceles, se ganó el odio de un lado de la grieta. Del otro lado también hay disconformidad: lo reveló Macri en su libro, donde contó que se arrepintió de haberlo propuesto.
Pero esa rivalidad con la política podría transformarse en una fortaleza, porque Rosatti va camino a consolidarse como el primer presidente de la Corte absolutamente independiente de los otros poderes. Y lo está haciendo en un momento muy particular: la falta de injerencia que podrá tener el Gobierno en el máximo tribunal coincide con el momento en el que causas importantes empiezan a cerrarse.
Para el kirchnerismo, el método Lorenzetti, con canales de diálogo abiertos hacia todos los actores políticos, les habría sentado cómodo. Hasta el de Rosenkrantz, una oposición light, resultaba favorable en términos del relato. Pero ahora, ante las muestras de rebeldía que el santafesino supo dar, hay desconcierto.
Las alarmas de Cristina Kirchner están encendidas: con causas como la de Hotesur aún abiertas, la Corte de Rosatti podría arrastrarla a importantes complicaciones judiciales. Tanto a ella como a sus hijos. La independencia de la que se pavonea el máximo tribunal pone signos de pregunta al futuro de la vicepresidenta.
Rosatti es un personaje distinto, extraño. “Un perro verde”, lo define un abogado de su ciudad con quien supo cultivar cierta amistad. Coleccionista de rarezas, fanático de Boca, académico y escritor de libros de ficción, entre otras facetas. Un hombre que permanece sólo lo estrictamente necesario en Capital Federal: “No entiendo cómo la gente prefiere vivir acá”, le llegó a confesar a un amigo porteño. Por eso va y viene todas las semanas. Por eso, su familia se quedó en su Santa Fe natal. Y por eso se ganó su apodo en el Palacio de Justicia: Brigadier, le dicen en referencia a Estanislao López, el caudillo del Litoral. Hoy Briga, como lo llaman los más cercanos, es uno de los hombres más poderosos del país. Un peronista inorgánico que preocupa al Gobierno.
Conducción. El 1 de octubre a las 9, en su primera acción como presidente de la Corte, se reunió con los 10 secretarios del máximo tribunal, que manejan las distintas ramas del derecho, en el Salón Gorostiaga. Después completó la agenda del mes con encuentros con jueces y camaristas: quiere que el pasillo que lleva a su despacho sea un desfile de empleados judiciales.
Por ahora no se comunicó con los otros poderes. Trascendió que no atendió un llamado de Alberto Fernández, porque no quiere tener presiones. “Que inviten a la Corte, no a las personas”, es el principio que quiere instaurar y que, dice, es el mismo que tenían con Rosenkrantz en época de Macri. A los letrados que son parte de su equipo les repite que el leivmotiv de su presidencia, que terminará en 2023, es: “diálogos entre poderes sí, injerencias no”.
Fuentes judiciales confiesan que la comunicación sigue cortada, tal como sucedió con Rosenkrantz durante la gestión de los Fernández: “La distancia que hay entre Tribunales y la Casa Rosada es la misma que entre la tierra y la luna”, sostienen. En la Corte creen que el ministro de Justicia debería ser una especie de embajador, estar formado en el derecho, pero también tener cintura política. Martín Soria es todo lo contrario: un militante que sólo les dedica improperios.
Si Rosatti tuvo un aprendizaje en su año de ministro de Justicia de Néstor, fue el de manejarse con el máximo tribunal: “Kirchner lo mandaba una vez por semana a ver qué estaba pasando en la Corte. A dialogar”, reconocen cerca del santafesino.
Dentro del Palacio, desde hace meses que Rosatti trabaja en conformar una nueva mayoría, junto a Rosenkrantz, el ex presidente que ahora lo secunda como vice, y a Juan Carlos Maqueda. Tras el alejamiento de Elena Highton de Nolasco, del otro lado de la grieta palaciega quedó solo Ricardo Lorenzetti, al menos en lo que refiere al gobierno de la Superintendencia, es decir a definiciones administrativas.
Es que la flamante mayoría no incluye a las cuestiones de fondo: en definitiva, la lectura jurídica de las causas puede ser parecida entre Maqueda y Rosatti, pero Rosenkrantz suele diferir.
Sin embargo, la relación entre los tres se terminó de consolidar luego de las múltiples definiciones que dejara Lorenzetti en una gira mediática que sorprendió al mundo judicial, donde llegó a tildar de “irregular” la elección de Rosatti. Es que los trapitos de la Corte no se suelen sacar al sol de los programas de radio y televisión. “¿Viste cuando dicen que hay gente a la que los une el espanto? Bueno, a estos los unió Ricardo”, confiesan cerca de uno de los tres ministros.
NOTICIAS fue testigo de una reunión entre Rosenkrantz y Rosatti, en la tarde del martes 12 de octubre. En los pasillos de la Corte aseguran que la dinámica cambió y lo que antes podía parecer una sorpresa, ahora se transformó en rutina: los ministros suelen encontrarse de manera informal para dialogar. Paradójicamente, le atribuyen a la pandemia, donde reinó la virtualidad, el trato más personal y directo entre estos cortesanos.
En medio de la rosca que implicó conseguir los votos para configurar la nueva mayoría en la Corte, Rosatti no dejó de lado su otra pasión: continuó con sus actividades académicas. Desde la Universidad Católica Argentina confirman que en los últimos días entregó una tesis doctoral para conseguir el título de Doctor en Historia. Se llama “Lenguaje de los fallos en la Corte” y analiza más de 600 sentencias de las últimas tres décadas. Le llevó tres años de trabajo bajo la estricta supervisión de Fernando Devoto, uno de los referentes más importantes de la academia.
Brigadier. Con su mujer, sus cuatro hijos y sus nietos viviendo en Santa Fe, Rosatti trata de no quedarse más de lo debido en Capital Federal. “En Buenos Aires no conozco a nadie”, le dijo a un amigo. Y tampoco quiere conocer: no asiste a cócteles y no sale demasiado de su departamento.
Por eso, apenas termina la semana laboral su chofer lo lleva de regreso a su lugar en el mundo. El conductor del vehículo es uno de los pocos santafesinos del staff: el resto del equipo lo armó, casi exclusivamente, con empleados de planta permanente de Tribunales. Recorrer todas las semanas en auto los 450 kilómetros que separan Santa Fe de Capital es casi considerado un lujo teniendo en cuenta que, antes de ser ministro, iba y volvía en Flecha Bus.
Tampoco en Santa Fe desarrolla una vida social activa. Incluso, desde que está en la Corte, fue distanciándose de muchos de los amigos que solía frecuentar. Su celular está restringido a un grupo íntimo: sus chats de WhatsApp se reducen a un puñado de personas. Según argumenta, no se quiere desenfocar de sus dos objetivos: la familia y el trabajo.
Por estos días, las charlas familiares se circunscriben a un evento muy especial: el 30 de octubre una de sus mellizas, hijas de su actual matrimonio, se casa con un joven empresario local.
En el afán de tener todo ordenado, Rosatti trata de no descuidar su salud. Por eso, como parte de esta nueva vida, fue a una nutricionista. Su plan no era adelgazar, sino asegurarse de que estar bien alimentado. Por prescripción de la profesional, casi no come carne y tiene una dieta a base de ensaladas.
En los momentos de ocio, que no abundan en la vida del Brigadier, elige leer ficción o mirar alguna serie: según relató en su círculo de amistades, ahora está fanatizado con Chicago P.D., un típico policial estadounidense de 9 temporadas que está disponible en Amazon Prime Video.
Quienes lo conocen, aseguran que Rosatti elige vivir en el mundo de lo Judicial. Es su mujer, Ana, una abogada que hace tiempo no ejerce la profesión, quien cada noche le informa lo que pasa extramuros.
Tampoco dejó de lado su pasión por la escritura. Autor prolífico, publicó libros de derecho, pero también una colección dedicada a la historia de Boca. “Cien años de multitud” tiene 4 tomos y todavía se consigue por Mercado Libre. Además, su obra variopinta contempla la ficción, donde hay una novela dedicada a la Constitución de 1853, aprobada en Santa Fe, que llamó “El molde y la receta”.
Sus últimos libros son Ensayo sobre la muerte y Ensayo sobre el prejuicio. Falta uno, para completar la trilogía, que está próximo a salir: Ensayo sobre la Justicia.
Preparación. Rosatti es el primer intendente en la historia que llega a presidir la Corte Suprema. De hecho, más allá de la felicidad de este momento, a sus íntimos les asegura que haber sido la cabeza del Ejecutivo de su ciudad fue el mayor desafío de su vida.
Todavía conserva algunas actitudes propias de aquellos años. En su casa santafesina, por ejemplo, se asegura de tener siempre una caja con arroz, fideos y otros alimentos detrás de la puerta, por si le tocan el timbre para pedir.
El presidente de la Corte considera a los ex gobernadores Jorge Obeid y a Carlos Reutemann como sus padrinos políticos. Del ex piloto de Fórmula 1 asegura que aprendió a “manejar los tiempos”. Además, fue quien lo nombró secretario general de la gobernación y quien le hizo dar el salto a la primera fila de la política cuando tenía 38 años.
Fue durante la Convención Constituyente del ’94, que se desarrollaba en Santa Fe. En la mesa chica del peronismo elegían a las autoridades partidarias: Augusto Alassino sería el presidente, por lo que Carlos Menem le ofreció a Reutemann la vicepresidencia. “Yo propongo a Rosatti”, respondió el entonces gobernador.
La vicepresidenta segunda del peronismo en la Convención era una diputada provincial de Santa Cruz que una década más tarde sería la primera mandataria del país: Cristina. 27 años después de haberse conocido en los pasillos de la Universidad Nacional del Litoral, el destino podría volver a ponerlos cara a cara.
El cariño de Rosatti a Reutemann no se reduce a aquel gesto del ex gobernador que lo llevó a jugar en Primera. También fue a él a quien el abogado le pidió su bendición para ser intendente de la capital provincial. “Camine y después hablamos”, le respondió el ex piloto. Lo mandó a la calle y cuando vio que las recorridas por los barrios no lo desmotivaban, lo ungió como candidato.
Rosatti estudió la primaria en la escuela Juan José Paso y la secundaria en el Industrial Superior. Hizo quinto año libre para poder ingresar antes a la UNL, donde realizó la carrera de derecho en tres años: a los 19 terminó de cursar y a los 20 recibió el diploma, en 1976. Aún sigue siendo el alumno más joven en recibirse de abogado en esa prestigiosa casa de estudios en la que también estudió Lorenzetti.
Toda su vida parece haberse preparado para el desafío que le toca. Y ya demostró que no está dispuesto a ceder a ningún tipo de mangoneo. Ni del kirchnerismo, que desde el poder busca una Justicia más adepta, ni del macrismo, quienes podrían considerarse con algún derecho por haberlo postulado.
Más allá de los arrepentimientos del creador del PRO, Elisa Carrió, quien lo propuso en primera instancia, sigue confiando en la figura del santafesino. En una entrevista en TN, el lunes 11, elogió a la nueva Corte: “Está separada de los partidos políticos. El más ligado al PJ en algún momento fue Maqueda, que es muy buena persona, yo lo conozco de la comisión redactora. Rosenkrantz es un hombre independiente, asesor de Alfonsín en la Convención. Y Rosatti, aún cuando fue candidato en el PJ, también es independiente. Lo conozco hace cincuenta años. Bueno, capaz me estoy yendo un poco. Pero hace 40 seguro”, dijo. Y completó: “Esa corte va a ser independiente de los que la integren. Ya Lorenzetti fue”.
La falta de injerencias será un problema para el Gobierno. De hecho, en la nueva mayoría de la Corte reina la creencia de que los fallos no deben contemplar miramientos políticos. Si hay pruebas suficientes, se condena al acusado. Sea quien sea.
En su primera ronda de reuniones, Rosatti le repite a cada magistrado su premisa: “Voy a ser un juez ecuánime, que hace lo que tiene que hacer. Hay cientos de jueces que hacen ese trabajo”. Ese mandamiento, que quiere que se riegue como premisa de trabajo entre camaristas y jueces, hace temblar al mundo político.
La Corte de Rosatti podría marcar un hito: al fin y al cabo tienen por delante la decisión del futuro de Cristina y su familia.
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