Friday 29 de March, 2024

POLíTICA | 12-11-2022 10:05

Interna: Cristina Kirchner y Alberto Fernández subidos a Lula da Silva

La elección brasileña abrió otra pulseada entre los líderes del Ejecutivo. Trastienda del “operativo gorra” y del almuerzo entre el mandatario argentino y el brasileño.

Fue una operación, casi de grupo comando. La maniobra la venían planeando desde hace tiempo. En la primera vuelta le habían acercado al entonces candidato una remera de la agrupación K, pero ahora querían ir por más. Cuando corrió el rumor de que Lula estaba por llegar al Hotel Intercontinental de San Pablo, el puñado de enviados de La Cámpora se acomodó estratégicamente. No era una tarea sencilla. El lugar estaba repleto de gente de toda Latinoamérica, al punto de que la mayor parte de la jornada Eduardo”Wado” de Pedro la había pasado sentado en el piso, como si fuera un estudiante de universidad pública durante una clase. Por eso se dividieron. Uno se apostó en la puerta, y otros en la primera fila. Cuando entró Lula y se ubicó en el centro de la sala, la gorra que habían llevado desde la Argentina empezó a pasar de mano en mano desde el que estaba en la entrada hasta el medio del salón. Hasta que llegó a Cristina Britez, diputada de Misiones, que había quedado de casualidad frente al objetivo.

Ella le gritó, él la vio, estiró la mano y se puso el sombrero con la consigna “Cristina 2023”. Misión cumplida: el camporismo había logrado meter la elección en el país vecino y a Lula en la interna del Frente de Todos.

Vínculos. Alberto Fernández pensaba que era imposible. Tenía la casilla de mail y estaba sentado frente a una PC, pero la posibilidad no le terminaba de entrar en la cabeza: ¿realmente le iba a enviar un correo electrónico al Papa? ¿En serio este le iba a contestar sobre su pedido para que apoye públicamente a Lula ante su detención? Era la mitad del 2018, y el futuro guardaba varias sorpresas para el hombre: Francisco le iba a decir que lo vaya a visitar al Vaticano y al año siguiente CFK lo iba a convertir en Presidente.

Desde entonces muchas cosas cambiaron -como la relnación con Francisco, que tuvo puntos muy altos y que ahora se congeló-, pero otras no. El vínculo de Alberto con Lula sigue siendo de afecto y simpatía mutua, y el brasileño siente una gratitud especial por la defensa que hizo el argentino cuando él estaba en su peor momento político y personal. Por eso es que el mandatario había querido ir el mismo domingo de las elecciones a Brasil. Había hablado el jueves previo con Lula por teléfono, y la situación lo tenía entre excitado y preocupado. Una intervención atinada de su círculo de confianza -“Alberto, mirá si pierde Lula y nosotros estamos allá”- lo hizo entrar en razones, pero el lunes a la mañana estaba subiendo a un avión.

Para cuando Fernández pisó Brasil, el episodio de la gorra camporista ya había corrido como pólvora en el oficialismo. Una parte de la biblioteca interpretaba la imagen con linealidad -se puso la gorra porque quiere a Cristina de candidata el año que viene- mientras que la que tiene menos simpatías K masticaba bronca y decían que habían “usado” a Lula en un momento de confusión generalizada. El entorno de Alberto estaba más cerca de esta última lectura, aunque con una particularidad: a pesar de que sostienen que el brasileño tiene una simpatía natural para con Fernández, este también comprende la dimensión política de Cristina y, ante la eventualidad de que ella o alguno de sus delfines sea el candidato en el 2023, necesita tener los puentes abiertos.

Acá hay un dato que funciona más allá de las opiniones, que pasó desapercibido en medio de lo que fue un año intenso. En el peor momento de la relación entre el kirchnerismo y Alberto, Lula jugó abiertamente a favor de este último. El 26 de enero, cuando el debate sobre la aprobación en el Congreso del acuerdo con el FMI estaba en pleno incendio -cuatro días después Máximo iba a anunciar su renuncia a la jefatura de bloque, en lo que además fue la última vez que conversó con el Presidente-, el brasileño firmó una misiva pública en la que apoyaba el proyecto. Era una carta que incluía el acompañamiento de Evo Morales, Fernando Lugo, Dilma Rousseff y José Luis Rodríguez Zapatero, otrora referentes latinoamericanos más asociados al kirchnerismo. De hecho, a fines de septiembre, en el último tramo de la campaña brasileña, un medio de ese país publicó un supuesto textual en la que Lula criticaba a Alberto por el acuerdo. Se trataba de un comentario que había hecho el líder del PT en una reunión privada, o al menos eso decía la nota. Si fue verdad la noticia o no es menos trascendente que el hecho de que el equipo de Lula llamó rápidamente a la Casa Rosada para desmentir esa versión.

El razonamiento que saca Alberto, y que volvió a repetir en su última visita a Brasil, es que los referentes de la región -y también algunos europeos, como Macron, al que llama “Emmanuel” a secas y con el que mantiene diálogo cotidiano- lo apoyan a él. Otra interpretación, más incómoda para el albertismo, es que los latinoamericanos se acomodan al contexto y, sobre todo, al que sostiene la lapicera. A fin de cuentas, la Argentina es uno de los países más importantes de la región, en una situación en la que el Mercosur alcanzó el comercio más alto desde el 2014 y promete volver a crecer el año entrante. El tiempo dirá si el apoyo a Alberto es real o estratégico.

Buena onda. La idea del almuerzo fue de Lula, luego de las fotos y saludos de rigor. La comida duró varias horas y dejó varios elementos para el análisis. El primero es local: el Presidente incluyó en el encuentro a De Pedro, que originalmente no estaba entre los invitados. Fue un gesto que varios cerca de Alberto no terminan de entender. La relación con su ministro del Interior volvió a atravesar nubarrones, después del desafío público de este al mandatario por la conveniencia o no de suspender las PASO. Alberto quiere mantenerlas, los K no. Varios cerca de Fernández entienden que es demasiado generoso con “Wadito”, como le decía antes de la estampida de renuncias K en el 2021.

La comida también dejó flotando la frase del brasileño al argentino. “Alberto, de acá en más vos y yo hablamos directo, sin intermediarios”. ¿La idea es prueba de ese vínculo fluido o de que al sucesor de Bolsonaro lo incomoda la interna del espacio? Varios de los que estuvieron en la última visita de Lula al país, en diciembre del año pasado -viaje que culminó con un acto en Plaza de Mayo junto a Cristina y Alberto, en el que estos se tiraron dardos cruzados arriba del escenario- dicen que la respuesta es la segunda.

De cualquier manera, Lula va a venir al país. En la comida le dijo a Alberto que le gustaría viajar antes de su asunción del 1° de enero. Ese día Fernández estará en Brasil, en lo que será la primera ocasión desde el gobierno de Eduardo Duhalde en la que un presidente argentino asista a la jura de uno brasileño. El 24 de enero, el mandatario vecino vendrá para una reunión de la Celac, la organización latinoamericana que Alberto sostuvo contra viento y marea -Bolsonaro la menospreciaba- y que ahora volvió a tomar relevancia. Sin embargo, Lula empuja por otra idea: tanto en su discurso de la noche del triunfo como al día siguiente habló de la Unasur, el organismo que nació en el 2008 y que sirvió de puente a los presidentes latinoamericanos de esa década, y que ahora el brasileño quiere reflotar.

Alberto espera la visita con ansias. Se siente validado por el empuje de Lula, y la aparición de este a fines de enero -también esperan otra en junio- servirá de empuje en pleno tironeo por las listas. Será un viaje de una escala, de Brasil a la interna del Frente.

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Juan Luis González

Juan Luis González

Periodista de política.

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