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POLíTICA | 19-04-2021 14:35

La trastienda del cierre: el hartazgo de Alberto Fernández

Tomó la decisión en soledad, cansado por la falta de apoyo en su espacio y criticado por afuera. Recelo con Kicillof.

Juan Domingo Perón sostenía que el liderazgo era un arte fácil: “Todo es ejecución”. Quizás Alberto Fernández se entusiasmó leyendo los históricos manuales políticos del General durante su encierro forzado por el Covid, o tal vez, simplemente, se hartó. Los que hablaron con él en las horas previas a que decida una nueva tanda de restricciones para el AMBA se inclinan a pensar que era por la segunda. “Se cansó de ver como no se cumplían ninguna de las restricciones”, cuentan en Olivos. De cualquiera manera está claro que el Presidente hizo lo que indicaba el fundador del movimiento y pateó el tablero, aunque la duda quedó flotando en la cabeza de muchos miembros del oficialismo: ¿eso es conducir?

Es que la jornada del miércoles 15 fue tan vertiginosa que plantea varios interrogantes acerca del momento presidencial. Alberto estaba en su día doce de encierro -un confinamiento solitario que le pasa facturas a cualquier mortal- y con un fastidio creciente, un sentimiento que empieza a ser casi un vecino más en la Quinta: como reveló PERFIL, a mediados de marzo y extenuado por la interna, amenazó a CFK con renunciar. Pero, con cierta ironía, la bronca que tenía aquel día el Presidente no era con su vice, sino con quienes dice en público que son sus aliados, los gobernadores. “El anuncio fue un teléfono para ellos”, aclara un funcionario y, aunque lo minimiza, la novedad ahí está en que en esa repartija de broncas cae Axel Kicillof. El bonaerense, a través de sus ministros de más alto perfil, se pasó la última semana pidiendo restricciones más severas. “Todos los mandatarios ya estaban facultados, en el anterior decreto, a aumentar las medidas si lo consideraban necesario, pero nadie quiere pagar el costo político y lo apuran a Alberto. Así es muy difícil”, continúa el hombre. En la inacción del ex ministro de Economía hay también otra lectura para hacer, y es que la única razón por la que un gobernador no querría hacerse cargo de una decisión incómoda es porque quiere acumular poder e imagen para un futuro. Uno que tiene fecha en estas elecciones -Kicillof está en minoría en la Cámara provincial-, y, probablemente, en la del 2023.

Fernández era consciente del cálculo del resto del arco político en las horas previas a difundir su video. Pero nadie, y quizás ni siquiera él, imaginaba que ese miércoles iba a terminar como lo hizo. “Fue una decisión totalmente de él, nació de él durante el día”, explican en la Quinta. Dos elementos alcanzan para demostrar que hubo algún grado de improvisación. El primero es que a la hora del anuncio no estaban listas las medidas de asistencia económica -vitales a la hora de decretar un cierre forzoso- que Fernández anunció recién en la mañana del jueves en una entrevista en Radio 10, y la otra es el lugar incómodo en que dejó a dos de los pocos miembros del Gabinete que le responden directamente. Es que hasta esa mañana el ministro de Educación, Nicolas Trotta, y la ministra de Salud, Carla Vizzioti, habían declarado que la suspensión de clases no eran una prioridad. Aunque la funcionaria fue a la tarde hasta la quinta presidencial para revisar el decreto junto a Alberto, y el encargado de la cartera educativa cruzó varios llamados de teléfono con el Presidente, ambos quedaron en offside con las decisión de suspender la presencialidad. Es, tal vez, el peor saldo para Fernández: no sólo ve desgastada su figura por la resistencia que generan los cierres -y por los bloopers ocasionales como hablar del “relajamiento” del personal de salud-, sino que se pone en riesgo de fuego amigo. Es la suma de todos los miedos para un político.

El ex amigo. Sin embargo, lo más llamativo es el cambio de modalidad de Fernández. Durante todo el 2020, en algo que lo hizo convertirse en la figura con mejor imagen del país durante unos meses, realizó todas las medidas respecto del AMBA consultándolas con Kicillof y Larreta. Pero esta vez el jefe de gobierno porteño se enteró por televisión. Fue, como se evidenció en la mañana siguiente en la que el opositor protagonizó la conferencia de prensa más combativa desde que está en el cargo, un regalo en bandeja de plata: Alberto entregó su mejor bandera, la del diálogo. Aunque Julio Vitobello, el secretario del Presidente, estuvo rápido de reflejos y pasó con énfasis a su jefe el mensaje que le envió Diego Santilli después de la conferencia -concretando una reunión para el viernes 16 entre los dos líderes-, la sangría política de Fernández es importante. Y, aunque ahora ejecuta en solitario, todavía le queda superar la prueba, diría Perón, más difícil, la de la conducción. No se puede estar contra todos.

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Juan Luis González

Juan Luis González

Periodista de política.

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