Mauricio Marci y Javier Milei volvieron a comer milanesas hace poco en la Quinta de Olivos, después de largos meses de frialdad entre ambos. El encuentro, de fines de octubre, con el resultado electoral aún fresco, resultó frustrante para el ingeniero. Milei no le ofreció absolutamente nada -a pesar de que en la previa a los comicios se venía hablando de una mayor coordinación entre La Libertad Avanza y el PRO- y pareció tomar el triunfo como un cheque en blanco: le dijo a Macri, según filtró el visitante a sus colaboradores, que los argentinos “lo habían premiado” porque “había hecho todo bien”. ¿Qué tipo de negociación o colaboración puede generarse con alguien que piensa así?
El empoderamiento poselectoral del líder libertario significó un freno a las aspiraciones de Macri de meterse en el Gobierno y llenar casilleron con nombres de su espacio: nada de eso ocurrió ni ocurrirá. De hecho, la designación de Diego Santilli como ministro del Interior tampoco fue algo consensuado con el ex presidente: “El Colo” ya era más violeta que amarillo y por eso fue que desembarcó en el Gabinete.
Macri quedó desairado por la actitud de sus socios, que es la misma que vienen teniendo desde el vamos: le agradecen el apoyo, pero nunca le dan nada a cambio. Así que ahora él piensa pagar con la misma moneda. Ya avisó que sus diputados seguirán haciendo rancho aparte en vez de conformar un interbloque con los libertarios, por lo que el respaldo legislativo a los proyectos de Milei deberá ser negociado ley por ley, en un permanente tira y afloje. Pero lo más importante de estos días fue otro anuncio, el de que el PRO llevará un candidato presidencial propio en 2027. ¿Y la supuesta alianza con el Gobierno?
La noticia conmocionó al oficialismo porque la aritmética indica que, de esa manera, se dividiría el voto de derecha en las próximas presidenciales, lo cual le daría una oportunidad de oro al peronismo. El candidato que Macri ponga -¿tal vez él mismo?- seguramente no ganará, pero sí haría que Milei pierda la reelección. La vendetta final del calabrés por los desaires recibidos.
Macri considera que, aun tras el triunfo en las elecciones de medio término, el gobierno de Milei no terminará bien. En privado especula con que la economía no levantará vuelo y que los dólares, aun después de dos préstamos como los del FMI y el Tesoro norteamericano, volverán a escasear. El modelo, dice, no es sostenible en el tiempo. Y eso que él tuvo, a su turno, al mismo capitán de tormenta cuando sucedieron las corridas cambiarias que hirieron de muerte su presidencia: Luis “Toto” Caputo. Al ingeniero todo le resulta un déjà vu.
Pero, ¿qué pasaría en ese escenario soñado por el vengativo ex presidente? ¿La sociedad, desencantada por un nuevo experimento neoliberal, volvería automáticamente a votar al peronismo? Si para algo sirvieron las elecciones de octubre fue para demostrar que la cuestión no es tan lineal: aun en medio del más brutal ajuste libertario, los votantes le dieron la espalda a los K y a una ex presidenta que nunca termina de jubilarse. Del otro lado, claro, solo estaba Milei. Y eso es lo que quiere modificar Macri para 2027.
Si su socio cae, él estará ahí para levantar la mano y ofrecerles una alternativa a los que no quieren entregarse al peronismo.














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