Desde la dirección de los sindicatos más referenciados en el debate por la vuelta a las aulas, dos mujeres de tradición gremial protagonizaron la discusión con el gobierno porteño por la presencialidad en las escuelas: Angélica Graciano (UTE-CTERA) y Mariana Scayola (Ademys). Son la primera línea de combate contra la gestión Horacio Rodríguez Larreta en educación.
En la vuelta a clases presenciales más atípica de la que se tenga recuerdo, el gobierno porteño (con la gestión de la ministra de Educación, Soledad Acuña), protagonizó meses de cruces, diálogo y negociaciones con los 17 gremios docentes que coexisten en la Ciudad de Buenos Aires en una baja adhesión general (solo el 40% de los docentes porteños está adherido a algún sindicato). Según explicaron a NOTICIAS, la resistencia a la presencialidad de los principales gremios tiene que ver con la falta de recursos, presupuesto y condiciones edilicias para garantizar los protocolos sanitarios necesarios en las aulas a fin de evitar más contagios de Covid-19.
La referente gremial
Para Angélica Graciano, la secretaria general de la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE-CTERA), ahora “se termina el marketing de Larreta y comienza la realidad en las aulas”. UTE es el sindicato más representativo en la Ciudad de Buenos Aires, con aproximadamente 10 mil docentes afiliados. En línea con el PJ y el Gobierno nacional, Graciano asumió la conducción a fines de 2019 con el 80% de los votos al vencer la lista multicolor encolumnada en la izquierda.
Graciano es docente y licenciada en Psicología. Además de trabajar en el terciario Mariano Acosta, uno de los que la gestión de Horacio Rodríguez Larreta intentó reemplazar con el proyecto Unicaba, es supervisora en el área de Educación Especial. Con un largo camino en el sindicalismo, lleva más de treinta años casada con Eduardo López, el docente que fue ocho años secretario general, y hoy es su número dos en en UTE, secretario general de la CTA de la Ciudad de Buenos Aires y secretario gremial en CTERA. Si bien su marido y padre de dos hijos tiene incidencia en la política gremial a nivel nacional comparable con Baradel, destacan la autonomía de Graciano en el camino sindical: “Ella creó las bases del gremialismo docente en la Ciudad incluso antes de conocer a Eduardo. Angélica es muy importante para los docentes”, aseguran desde su entorno.
La dirigente asumió la dirección de UTE pocos meses antes del comienzo de la pandemia, en un año signado por la ola de enfrentamientos con el gobierno de Larreta. A los reclamos por la falta de recursos digitales para el desarrollo de las clases virtuales, a mediados de 2020 se sumó la decisión de la Justicia porteña de frenar los descuentos del gobierno a los docentes, hecho que UTE celebró como un logro sindical. A fines de 2020, Graciano y cuatro dirigentes más fueron llamados a indagatoria por “obstrucción de los deberes de funcionario público”, al frenar un acto donde, según los sindicalistas, iban a nombrar docentes a dedo.
Con tono calmo y firme, la dirigente habló de “falta de contacto con la realidad” para categorizar el protocolo porteño de burbujas por aula. Poco tiempo atrás, Graciano había asegurado que, en caso de comenzar el 17 de febrero, el sector iría a paro y retención de tareas. Más tarde expresó “sorpresa” por el giro discursivo de la cartera dirigida por Nicolás Trotta, ministro de Educación de la Nación, al plantear el retorno a las aulas. Finalmente, tras el plenario del último fin de semana, UTE anunció que no realizaría ningún paro o medida de fuerza.
La otra para gremial
“Muchos sindicatos alineados con el Gobierno nacional venían manifestando su rechazo a la presencialidad en estas condiciones, pero después de las declaraciones de Trotta sobre volver a las aulas cambiaron de opinión”, señaló Mariana Scayola (39), la otra mujer que pisa fuerte en el sector.
Entre risas, asegura que tanto la maternidad como el trabajo y sus compromisos sindicales no le permitieron tener vacaciones ni feriados. Desde fines de 2019, Scayola es la secretaria general de Ademys, el gremio de corriente de izquierda más combativo frente a las políticas del gobierno porteño. En la disputa por la vuelta a las aulas, el sindicato se convirtió en el sector más visibilizado para conocer la opinión de los docentes que rechazan volver a las instituciones en este marco de condiciones. Soledad Acuña los definió en una entrevista en el canal IP como “un gremio que no importa a qué, siempre dirá que no”.
Scayola llegó a Ademys siendo muy joven, en 2006, apenas tres años después de comenzar su carrera docente. “El trabajo y la militancia fueron cosas que pasaron juntas”, explica. Rápidamente se convirtió en una voz de referencia en el sector y entre sus pares. Mientras ejerce como maestra de 6° y 7° año en la Escuela Primararia N° 24 del Distrito 2 en Abasto, cría a tres hijos en situación de escolaridad y conduce el único gremio que decidió ir a paro en el retorno señalado por Larreta. “Desde el gobierno tuvieron muchas idas y venidas. Creo que en los hechos se dan cuenta que el protocolo tal como está pensado es impracticable. Vamos a ver un montón de contagios y cierres en los próximos quince días”, aseguró Scayola a NOTICIAS.
Si bien el gobierno de la Ciudad ha señalado en reiteradas oportunidades que Ademys cuenta con un nivel de adhesión “muy bajo y poco representativo” (según el gremio, tienen 3.000 docentes afiliados), Scayola opta por hablar de referencia: “Es cierto que en patrón somos un gremio relativamente chico, pero es indiscutido que somos el segundo sindicato de la Capital si pensamos en la referencia que tenemos y en la llegada con los docentes. En todas las escuelas saben que somos una referencia segura de traslado y lucha de nuestros derechos. La adhesión sindical es históricamente baja en la Ciudad, pero eso no significa que los docentes no participen, opinen y cuenten con estos espacios de lucha”.
Desde una corriente directamente ligada al Gobierno nacional y desde la izquierda, Graciano y Scayola han tirado a tierra el protocolo propuesto por el gobierno de la Ciudad que “nunca atendió los problemas edilicios más básicos, como arreglar los baños”, denuncian, porque “no conoce la realidad” de los docentes que trabajan en dos, tres o hasta cinco instituciones diferentes. El conflicto sigue abierto, y las aulas también.
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