La llamativa diferencia entre lo que pagó la Argentina por sus F-16 y el euro simbólico que desembolsó Rumania tiene una explicación política, militar y estratégica dentro de Europa. Mientras Buenos Aires cerró con Dinamarca un acuerdo por 301,2 millones de dólares para incorporar 24 cazas, el gobierno rumano formalizó la compra de 18 F-16 a Países Bajos por apenas un euro. No se trató de una ganga aislada, sino de una operación enmarcada en la renovación tecnológica de las fuerzas aéreas europeas.
En los hechos, Holanda decidió desprenderse de esos F-16 porque los considera obsoletos frente al avance del F-35, el caza de quinta generación que reemplazará progresivamente a toda la flota anterior. Varios países de la OTAN están siguiendo la misma línea: los F-16 de generaciones previas ya cumplieron su ciclo y son retirados para liberar hangaraje, reducir costos y estandarizar capacidades. En ese contexto, la venta simbólica a Rumania respondió a dos objetivos: acelerar la transición neerlandesa hacia el F-35 y fortalecer a un aliado estratégico del este europeo, que opera como centro de entrenamiento de pilotos dentro de la alianza.
Aunque el precio del avión fue 1 euro, Rumania sí afrontó gastos adicionales: logística, traslado, soporte técnico e IVA, que elevaron el desembolso total a poco más de 21 millones de euros. Aun así, el contraste con la operación argentina sigue siendo marcado. La razón central es que la compra local no fue una transferencia entre aliados de la OTAN ni un desprendimiento de equipos cuyo valor estratégico ya es residual en Europa, sino una adquisición comercial completa de aeronaves seleccionadas, reacondicionadas y entregadas con sus paquetes de modernización y mantenimiento.
Este tipo de ventas simbólicas es habitual dentro de la OTAN cuando un país necesita retirar material que ya no encaja en sus estándares y otro aliado puede aprovecharlo para reforzar su defensa o su rol en misiones conjuntas. Los europeos, empujados por la incorporación del F-35, están liquidando sus viejos F-16 porque ya no cumplen con los requerimientos operativos del bloque. Rumania, en cambio, se fortalece como plataforma regional de entrenamiento a partir de aviones que, para sus necesidades, siguen siendo útiles.
La Argentina quedó así inmersa en una comparación inevitable: mientras algunos socios de la OTAN acceden a equipos dados de baja a precios simbólicos, el país debió negociar en el mercado abierto, con valores acordes a una compra convencional. La diferencia no radica en el modelo del avión sino en el contexto geopolítico que lo vuelve obsoleto para unos y aún valioso para otros.














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