Saturday 20 de April, 2024

POLíTICA | 06-05-2023 00:22

Trastienda de las horas más dramáticas de Sergio Massa

Con la economía en rojo se juega sus últimas fichas. Secretos de su semana al borde del abismo. Diálogo con Cristina Kirchner y el plan para ser el candidato peronista.

Martes 25 de abril, 12 horas.

Economía es un hervidero. Los cuatro televisores que tiene Sergio Tomás Massa frente a su escritorio muestran en vivo los números que marcan el pulso del país. Son todos verdadermente preocupantes, pero el que sigue ahora con más atención es el del precio del dólar blue. $495 dice la pantalla, y marca el récord nominal histórico. En cuestión de minutos puede trepar a 500, un peldaño que causa temor de sólo imaginarlo y que significaría que la divisa aumentó $100 en tan sólo 12 días. Desde el quinto piso del ministerio se ve, bien claro, el abismo.

El tigrense activa otra pantalla. Se comunica con Alberto Fernández. Aunque se conocen desde hace décadas y en un momento tuvieron un gran ida y vuelta, la relación ahora está muy cortante. Hablan todos los días, pero ninguno se engaña: lo hacen porque las circustancias no permiten el mínimo margen de error aunque, piensa el ministro pero no lo dice, el Presidente viene cometiendo varios pifies que impactan para mal en la realidad.

Sobre el filo del peligro, el mandatario le da el visto bueno a Massa con algo que venía reclamando casi desde que llegó a la cartera.

Es una decisión táctica pero también es mucho más. Fernández acepta que el tigrense ponga a uno de sus hombres de mayor confianza, Lisandro Cleri, a controlar la mesa de dinero del Banco Central. El puesto podrá no sonar a mucho, pero es clave: desde ahí esa institución puede intervenir en el mercado de dólares, puede operar para bajar el precio. Era algo que Massa venía reclamando con dureza ante el titular del Banco, Miguel Pesce, sin éxito. Si la relación del ministro con el Presidente está fría, con el amigo radical de Alberto el caso es bien distinto: hierve de bronca. “Es buen tipo, pero es muy cagón”, dice Massa en la intimidad, y le achaca que por no haberse animado a jugar fuerte en las semanas previas la situación está como está.

La luz verde del mandatario a Massa y Cleri es, entonces, algo mucho más profundo que una medida para contener el blue. Luego de la forzada renuncia a su candidatura, Fernández está entregando su último bastión de gobernabilidad, el único funcionario de peso que responde a sus órdenes en todo el organigrama económico. Es la capitulación final. Y es, también, el control total de Massa sobre esta área del Gobierno.

Luego corta la comunicación. Ganó una batalla. Pero queda la guerra. Por eso busca, minutos después de hablar con Fernández, a los que tienen la decisión final. Es el FMI, que en el acuerdo que cerró con Martín Guzmán, su predecesor, dejó estipulado que el Central no tenía permitido vender dólares para estabilizar el tipo de cambio. Cómo convenció sobre la marcha el ministro al incomovible Fondo de cambiar su política es un misterio. Los alfiles de Massa harían circular luego la idea de que no fue una negociación y que su líder simplemente los notificó, como un general que en pleno tiroteo toma una decisión drástica para salvar a la tropa. Pero desde los pasillos de Economía se escucha otra cosa: largas conversaciones de teléfono con los enviados del organismo internacional. Al FMI no le conviene que Argentina explote por los aires. Podría arrastrar a toda la región.

Massa, con el OK del Fondo y de Fernández, interviene en el mercado. Arma con su equipo de prensa un hilo de Twitter, para enviar la señal de que la situación está bajo control. El tigrense, además, es rápido, y manda a los suyos a hablar con popes de los medios para que le den una mano en instalar esa noticia. Al día siguiente, el martes 25, empieza a bajar el precio del blue, en lo que podría ser una jugada muy arriesgada. ¿Cuántos dólares hay en las reservas para vender para mantener al dólar estable?

Pero al martes de Massa todavía le queda una parada. En su celular tiene mensajes de sus soldados del Frente Renovador, que le vienen insistiendo en que tiene que formalizar su candidatura presidencial. Al menos esa idea, de que los propios le demandan encabezar una boleta, es la que hacen circular desde Economía. Los que conocen al tigrense cuentan que esta es una vieja triquiñuela, y que cuando dice “me piden” hay que leer “quiero ser”. De cualquier manera, el fundador de este espacio tiene órdenes para darles a los suyos: que se alisten para ir todos al acto de Cristina Kirchner del jueves. Hay que regar la relación entre la vicepresidenta y el ministro.

El ministro deja su celular y entra en otra reunión. Estará en el ministerio casi hasta la medianoche. Se irá así otro día en el laberinto en el que está atrapado Sergio Massa.

En el borde. Aunque ese martes el tigrense jugó muy fuerte y logró surfear la tormenta, en un punto el relato es casi anecdótico. Las jornadas de Massa son así de vertiginosas, en especial desde el incidente que arrancó una semana antes, el lunes 18. Fue el cortocirtuito con Antonio Aracre, jefe de asesores de la Nación, que terminó con su renuncia al día siguiente. Ese episodio, que el massismo tradujo como una última intentona del albertismo de pasar por encima de ellos, marcó -al menos cronológicamente- el comienzo de la actual escalada del dólar paralelo.

Desde ahí fue que se acentuó un sentimiento que Massa atraviesa hace rato. Lo tenía ya cuando era presidente de la Cámara de Diputados y seguía desde ahí las peleas a cielo abierto entre Cristina y Alberto. Se puede resumir en sus propias palabras. “Estoy hinchado los huevos”. Es una fórmula que usa cada vez más para referirse a aspectos de su vida política. Aracre -piensa Massa- hizo circular entre los medios un informe donde hablaba de una devaluación. “Estoy hinchado los huevos de estas operaciones de la Rosada”, larga el ministro. Pesce no quiere intervenir desde el Central. “Estoy hinchado los huevos de que sea así de cagón”. Fernández, en su último viaje a Estados Unidos, le hace caso a Santiago Cafiero, que viene de reunirse con Martín Guzmán, y en lugar de ir ante Biden con el plan massista -buscar un adelanto de fondos por culpa de la sequía- va con el del ex ministro: insistir con eliminar las sobretasas del préstamo. “Estoy hinchado los huevos de que no me escuche, y sobre todo de que le de bola a Guzmán”. La lista podría seguir y seguir. Massa, dice, está cansado.

Esta parecería instalarse como la base del relato que podría construir su candidatura, aunque desde sus redes empezó a usar un eslogan distinto: #CreoEnArgentina, una afirmación en clave electoral que usa para firmar sus publicaciones pero que todavía no termina de convencer a su equipo de campaña. El discurso, sin embargo, es el menor de los problemas.

Al rojo. El gran lío es la economía. La inflación promete volver a subir en abril, y falta ver como terminará la lucha contra el blue. “Massa está haciendo exactamente lo mismo que hizo Caputo en el 2018, saliendo a frenar la corrida con las reservas y contra las indicaciones del Fondo. Quince días después. 'Toto' terminó renunciando”, dice un operador de la City que alude al ex titular del Banco Central y ministro de Finanzas de Macri. Aún cuando lograra este último cometido, es muy difícil instalar a un candidato con una inflación de tres dígitos anual.

Massa dice que para mediados de mayo, a más tardar, logrará renegociar un nuevo acuerdo con el FMI. Uno que contemple el profundo impacto que tuvo la sequía en las reservas y que, por lo tanto, adelante 10 mil millones de dólares para esos días, como tarde para junio. Por ahora es sólo un deseo, aunque está claro que sin ese desembolso anticipado llegar hasta diciembre parece una quimera.

La economía tan al rojo vivo produce un efecto curioso en la psicología de Massa, y quizá sea por eso que está con la paciencia corta. Es que, por un lado, el control de la macro argentina quedó fuera de su alcance. Aún con el Central bajo sus manos, las reservas tan flacas le ponen límites a su capacidad de modificar la situación.

Y eso choca con una realidad: tras la renuncia de Fernández, muchos planetas del Frente de Todos se empiezan a alinear detrás de Massa. Él no tenía un apoyo así al menos desde los primeros meses del 2015, cuando una parte importante del peronismo se abroquelaba detrás suyo y le susurraba al oído que sería el próximo Presidente. El tigrente, entonces, domina a una parte de la política, mientras que la economía se le escapa.

Ajedrez. Aunque CFK no se pronunció aún, hay un aval claro a su gestión -por amor o por necesidad- y una ola de rumores que empiezan a instalar que el ministro de Economía tendría su apoyo. “Si ella lo dice, vamos con Massa”, dijo en estos días el cristinista titular de la AFIP, Carlos Castagneto. Del otro lado de la grieta también salieron a apoyarlo. “Muchos vemos que Sergio tiene las condiciones para ser candidato”, sostuvo el titular de la UOCRA, Gerardo Martínez, el sindicalista que en pleno tironeo entre Alberto y CFK le entregó en un acto una lapicera al Presidente y le dijo que “la use”.

Desde el equipo del tigrense, además, insisten con que la lógica propia de la economía no deja margen a otra posibilidad. “Muchos están mirando los números para las PASO, pero eso es agosto. Antes está el 25 de junio, el día siguiente al cierre de listas. Si esa mañana los diarios no dicen que el candidato es Sergio, los mercados explotan”, aseguran. Es una lógica que empieza a salir desde ese ministerio: es Massa o “el final”, como Malena Galmarini dio a entender en un tuit (ver recuadro).

Hay, además, otro escollo. El Presidente sigue insistiendo con que haya una interna dentro del oficialismo. Es, de hecho, la última bandera que le queda por sostener. Y los que irían en la fórmula albertista, Daniel Scioli y Victoria Tolosa Paz, juran que no piensan bajarse. Y eso es un problema: aunque con un eventual apoyo K Massa ganaría cómodo esa contienda, una interna en esta instancia agrietada del Frente de Todos podría ser explosiva. La última de estas que hubo dentro del peronismo, entre Aníbal Fernández y Julián Dominguez en el 2015, fue una sucesión de golpes bajos que terminó en escándalo y en Fernández perdiendo con Vidal. Abrir esa caja de Pandora, sobre todo con la economía al límite, puede ser dramático.

Así se presenta el horizonte para Massa. Todos los caminos de este laberinto están llenos de espinas tinen un final incierto. Un paso en falso puede costar muy caro. ¿Podrá encontrar la salida?

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Juan Luis González

Juan Luis González

Periodista de política.

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