***** Mientras partes del periodismo prefiere las palabras del poder, este programa de Mitre se atreve a tomar el poder de la palabra. Los tres integrantes logran en principio varios hallazgos: 1° Las ideas más profundas aparecen en la impronta, cuando no está el libro en la mano y la biblioteca sólo nos recuerda que es un mueble. 2° La potencia de la reflexión aparece todo el tiempo y cada vez que una idea hace reflexionar es porque el buen oyente es aquel que termina de encender el pensamiento. 3° Y estos señores, mientras “fingen” tomar whisky (con dos hielos), parecen seguir un consejo de Wittgenstein: los problemas teóricos se hacen más claros si se los reformula según el significado de cada palabra.
Fernández Díaz, por ejemplo, toma la palabra “guerrillero”.
Empieza por “maqui” (en España y Francia”) o “partisano” (en Italia), pero finalmente señala que las palabras usadas en la Argentina, son totalizantes: “Soberanía alimentaria”, “Poner a la Argentina de pie”, “Argentina plebeya”, “La orga”, El “secuestro” como “recuperación” y “Patria o muerte”.
Santiago Kovadloff considera que las personas somos lenguaje. Y se pregunta cómo creer en la palabra de una ex presidenta que no dejó de rechazar a los demás. Kovadloff, con un magnífico lenguaje, llega a una cumbre y convence con un sello: “El hombre es la palabra”. En otro momento Kovadloff “señala al Congreso como un recinto donde la ley se discute, pero el debate no es para llegar a una verdad sino a una conveniencia”.
Posteriormente, Fernández Díaz realiza una analogía entre el significado de las palabras y el de la democracia que suele darles vida a conceptos inertes según cada una de las audiencias. (Nota del Autor: esas ideas recuerdan un chiste que dice que las abejas sí se comunican. Pero agrega que, sin embargo, a una abeja perdida, que pregunta dónde queda la colmena, el resto de las abejas jamás la mandaría a otro lado y se quedarían riendo).
Jorge Sigal, como todo periodista que pasó por el piso de Fernando Bravo (hoy en otra radio), conoce los secretos del buen aire. Y Sigal salió al ruedo con el pensamiento disponible para intercambiar ideas sin broncas ni odios: en ese sentido hizo hincapié en su lectura a fondo de Raymond Aron y de su libro “El opio de los intelectuales”, texto que signó gran parte del programa. Lo más interesante de Sigal es que sus ideas siempre obligan a pensar: “A partir del coronavirus vamos a tener mucho para pensar y surgirán cuestiones universales, imaginar el mundo pospandemia, por ejemplo”, dice Sigal. “Por ejemplo –agrega– cómo la democracia enfrenta fenómenos como el que estamos atravesando”.
Los tres periodistas llegan al bar pidiendo el whisky de costumbre, van a la mesa de siempre y tal vez, como Sigmund Freud al llegar a Nueva York, piensan en el público y se hacen el mismo chiste filoso: “…No saben que les trajimos la peste”.
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