Astor Piazzolla (1921-1992) es hoy uno de los músicos argentinos más reconocidos internacionalmente. Y con la particularidad que muy pocos pueden lucir: la de llegar a muy diferentes públicos, ser aceptado e interpretado por instrumentistas y cantantes de los géneros más variados, y hacer sonar su música en festivales de cualquier especialidad. Pero no siempre fue así, y hubo épocas en que las cosas fueron bien difíciles para un creador que, aunque navegaba en distintas aguas, no terminaba de hacer puerto en ninguna.
Años difíciles. “Hubo tiempos que económicamente fueron muy fuleros”, dice su hijo, el pianista Daniel Piazzolla. “Tuvimos un tiempo relativamente tranquilos en Argentina. Con la Orquesta de cuerdas y del Octeto Buenos Aires, ya iba forjándose un nombre importante. Pero mi viejo, que era un espíritu muy inquieto, siempre quería más. Cuestión que le surgió la posibilidad de viajar a Estados Unidos, un país en el que había vivido en su infancia. Le recomendaron ver a un tal George Greeley, un músico groso que hacía música para cine y que estaba relacionado con la Paramount. Te lo hago breve: cuando llegó allá, llamó a Greeley y, aparentemente, el tipo se había muerto (algo que con el tiempo se demostró que no era verdad y todo había sido una confusión en el número telefónico). Malaria total. De todos modos, nos fuimos todos, con mi mamá y mi hermana. El primer tiempo, Nonino nos mandaba guita, que no era mucha, y con eso sobrevivíamos. Mi papá se había ido en el '58. En el '59 mi abuelo murió y mi viejo compuso “Adiós Nonino”. Eso un poco lo salvó porque firmó contrato con una editorial por 30 años y a cambio consiguió cuatro pasajes para que pudiéramos volver a Buenos Aires”.
Las anécdotas sobre los vaivenes económicos se acumulan. Por ejemplo, la de la actualmente tan festejada operita “María de Buenos Aires”, que creó con Horacio Ferrer, y tuvo a Amelita Baltar como su gran voz femenina. La cantata se estrenó con una puesta humilde en la sala Planeta de Buenos Aires en 1968. Para eso, Astor vendió un Fíat 600 y usó el dinero para comprar los atriles de los músicos.
La suerte económica empezó a mudar significativamente hacia los '80. Comandaba un quinteto y ya su nombre iba teniendo otro peso en el exterior, que le permitía vivir mucho más cómodo. En 1979, ya tenía su departamento en Buenos Aires, compró una propiedad en Punta del Este (un balneario que adoraba y al que escapaba a pescar tiburones cada vez que podía). “Le quedó debiendo una guita al dueño y se la fue pagando con actuaciones privadas”, recuerda Daniel. Y en 1987, el bandoneonista que era muy “fierrero”, pudo cumplir su sueño de tener su Mercedes Benz 0 Km.
Consagrado. Los últimos años fueron entonces más holgados. Viajó mucho y cobró relativamente bien por sus conciertos en todas partes, hasta que en agosto de 1990 sufrió una trombosis estando en París que lo llevaría finalmente a la muerte en Buenos Aires casi dos años después. “Lo que mi viejo no alcanzó a ver es la repercusión como autor que tiene actualmente”, sigue Daniel. “Su pico de éxito comercial podríamos decir que fue un contrato que tuvo para tocar con el quinteto en Japón en 1986 por U$S 75.000. Aunque hay que tener en cuenta que esa guita se repartía entre los músicos. Él cobraba doble por ser el director pero se la repartían democráticamente. Pero después de su muerte, su música empezó a sonar más y se nota en la liquidación de derechos. Yo pensé que eso iba a tener un pico y que con los años iba a empezar a bajar, pero se mantiene. No te creas que es Michael Jackson con lo que recauda, pero es una cifra que mi papá no podría haber imaginado nunca. 'Libertango' está entre los temas más escuchados del mundo, y podés encontrarte con gente tocándolo en cualquier parte, inclusive por chicos o músicos callejeros que capaz que ni saben de quién es”, apunta su hijo. Es una obra que pertenece a la serie de composiciones breves que compuso en Italia, viviendo allí en los años '70, a sugerencia de su manager de entonces, Aldo Pagani (con el que terminó muy mal, dicho sea de paso), y le permitió ganar el premio Sagitario de Oro. Lo grabaron Julien Clerc y Guy Marchand, y Grace Jones hizo una sensual versión electrónica que lo convirtió en un hit internacional. “Muchos piensan que 'Adiós Nonino' o 'Balada para un loco' son más populares. Son muy conocidos y muy tocados por supuesto, pero a nivel internacional 'Libertango' está, si hablamos de popularidad, a mucha distancia de cualquier otra obra de mi papá”, refrenda Daniel Piazzolla, que tocó mucho tiempo la música de su padre, con o sin su presencia, pero hace tiempo que se ha retirado. Fue protagonista central en “Piazzolla, los años del tiburón”, el documental de Daniel Rosenfeld de 2018 que puede rastrearse en internet; y actualmente está terminando un libro sobre su propia vida.
Centenario. “Las cosas de calidad nunca mueren”, suma Daniel “Pipi” Piazzolla, brillante baterista y nieto de Astor. “Mi abuelo fue un artista tremendo. Como dice mi viejo, es uno de los más populares a nivel global y suena en las orquestas del todo el mundo. Y eso tiene una razón, y es que su música está atravesada por muchas cosas. Tocó el bandoneón para Gardel, integró y arregló para la orquesta de Troilo, pero también hizo un disco genial con Gerry Mulligan, y se juntó con el vibrafonista Gary Burton. En su obra se colaron la música que escuchaba de chico en Nueva York, el jazz y la música clásica. Me tocó estar de gira viajando en el tren transiberiano y escuchar a un nenito tocando 'Chiquilín de Bachín' con un acordeón. Hace un par de años se creó una 'Cátedra Piazzolla' donde doy clases, en el Instituto Universitario Patagónico de las Artes (IUPA), en General Roca. Es ídolo en Europa, en Corea, en Japón, en China. Hace poco le pusieron el nombre de mi abuelo a una sala de una escuela de música en Alemania. Esto no para”, enumera “Pipi” con orgullo.
El 11 de marzo del año que viene se cumplirán 100 años desde que Astor Piazzolla naciera en Mar del Plata, hijo de Asunta Manetti y Vicente Piazzolla, “Nonino”. Por lo tanto, 2021 será un año de celebraciones, aquí y en muchos lugares del mundo. “Me convocan mucho para participar en festejos”, continúa el baterista. “Y seguramente, voy a estar en muchas cosas porque me gusta apoyar todo lo relacionado a mi abuelo, que es mi ídolo”.
Lo primero en esa agenda es la “Experiencia Piazzolla” (el sábado 26 de setiembre a las 20 hs, con acceso libre desde el YouTube de CCKonex y la web experienciapiazzolla.com), una idea que surgió de la Fundación Konex. Ya van dos ediciones de este festival que se venía haciendo con periodicidad bianual, y en las que “Pipi” había participado con su grupo Escalandrum, compartiendo escenario con Pedro Aznar y Elena Roger.
“Este año me habían convocado para ser el curador y nos cayó la pandemia”, dice. “La idea ahora es hacerlo en 2021, pero no queríamos que pasara de largo este año; y entonces con la gente de la Fundación y de la Ciudad Cultural Konex, vamos a hacer una especie de adelanto de lo que puede llegar a pasar el año que viene”, cuenta “Pipi”, que le ha dedicado a su abuelo dos álbumes con Escalandrum, y tiene entre manos un tercero. “Hicimos un disco con varias músicas de las no tan conocidas. Cuando en 2017 fuimos a Inglaterra para nacer nuestro álbum en Abbey Road de Londres, nos quedaron unas horas libres y las aprovechamos para grabar cosas de mi abuelo. A eso le sumamos otro tanto ahora, con los nuevos protocolos, en los estudios ION de Buenos Aires, y tenemos terminado un disco hermoso”.
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