*** ½ Quizás la mejor semblanza de Alejandro Fantino está en su proceder frente a las cámaras. En uno de los comienzos de “Fantino a la tarde”, el nuevo programa en vivo que conduce desde hace apenas semanas, dedicó buena parte de la apertura a pedirle disculpas a un jovencísimo colega que no citó el día anterior, y fue quien le realizó una entrevista online a Estanislao Fernández, hijo del presidente de la Nación. “No le dimos el crédito y me parece de buena leche las tres palabras que en mi vida funcionan: por favor, perdón y gracias”, afirmó. Semejante muestra de grandeza no abunda en la televisión actual, cada vez más lejana del respeto a la ética y las normas de convivencia.
Es que a sus 48 años, este atractivo periodista santafesino, que parece haber descubierto la fuente de la eterna juventud, lleva 28 de ascendente carrera, y siempre apostó a una franqueza sin filtro, con un lenguaje sencillo, nada sofisticado, que le permite la inmediata adhesión del televidente. Tras un exitoso paso del periodismo deportivo al político y de interés general, no duda en mantenerse actualizado en todo sentido. Basta como ejemplo la incorporación de risueños videos provenientes de Tik Tok. Al mismo tiempo, dedicarle mucho espacio a charlar con el historiador Jorge Núñez, e indagar con auténtico interés y minuciosamente sobre la historia de las cárceles, la figura del prócer Manuel Belgrano y el oficio del investigador.
Tal vez, la pasión argentina de opinar de todo es la fuente donde abreva la mecánica de este envío y, si a esto le sumamos el uso de diminutivos para saludar o despedirse de colaboradores, invitados, técnicos o productores; sin duda, Fantino logra un clima que refleja muy bien la bonhomía que emana de las personas que escuchan con atención e interés.
Para dar rienda suelta a su habitual verborragia lo acompañan su sólido e inteligente colega, el locutor y periodista Eduardo Battaglia; el punzante cronista de espectáculos Luis Ventura; y el joven neurocirujano Diego Martínez, especialista en comunicación médica, entre otros.
Cabe reprocharle su proverbial estilo de ametrallar con preguntas incesantes a los invitados o panelistas, ya que, por momentos, no deja completar las respuestas para disparar otra consulta, incluso si implica cambiar de tema. En cambio, es justo agradecerle que aborde otros temas además de la omnipresente pandemia del Covid-19; más en el horario vespertino donde la audiencia, a juzgar por el rating, opta por un poco de distensión.
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