***** “Bienvenidos una vez más al nuevo PH cuarentena. Como ven, esto es un quirófano, un solo camarógrafo me acompaña. Estamos para entretenerlos, así que relájense y a disfrutar”, invitó Andy Kusnetzoff en el sábado pasado, refiriéndose a la lograda escenografía de Alberto Negrín; y la necesidad de respetar las normas gubernamentales y médicas vigentes para evitar la implacable propagación del coronavirus.
Es que la cuarta temporada de “PH, Podemos Hablar” comenzó con la misma estructura de las anteriores y exitosas ediciones, pero los acontecimientos que provoca la pandemia, como en tantos otros órdenes de la vida cotidiana, obligaron a modificarla. El principal cambio se advierte en el atractivo segmento inicial, denominado “Punto de encuentro”, donde los invitados, habitualmente un puñado de personalidades del mundo del espectáculo, la política, la música y el deporte, responden diversas preguntas íntimas. Ubicados en ronda, casi involuntariamente, suelen desgranar interesantes anécdotas personales, graciosas o emotivas; algunos incluso relatan experiencias difíciles o aleccionadoras historias de vida. Esos ricos testimonios, justo es decirlo, alimentan los programas televisivos de chimentos o las páginas de secciones gráficas, a lo largo de la semana siguiente. Es que, en su franja, más allá de inevitables subidas y bajadas, la propuesta de Kusnetzoff lidera el rating del sábado nocturno de forma holgada.
A fin de acompañar la campaña #YoMeQuedoEnCasa, ahora esa sección reemplazó la participación presencial con una convocatoria de manera virtual. Es decir, cada uno desde sus propias casas. Los últimos fueron los prestigiosos actores Nicolás Vázquez y Joaquín Furriel, la conocida bailarina Noelia Marzol y el popular futbolista Darío “Pipa” Benedetto, desde Marsella, en Francia, porque es jugador del equipo “Olympique” de esa ciudad. Más tarde, compartió la mesa con dos médicos, el cardiólogo Jorge Tartaglione y el urólogo Guillermo Capuya; y el joven Manuel Lozano, Presidente de Fundación SÍ, para abordar y reflexionar sobre lo que preocupa al mundo entero a nivel higiénico y solidario, respectivamente.
Sin duda, en su espléndida madurez (tiene 49 años) profesional, Andy se consolida entre los mejores conductores de la pantalla chica al desplegar un tono cordial, maneras cálidas, estilo dinámico, bromas ocurrentes y su mirada directa a los ojos del interlocutor o a la cámara, que permiten asegurar una rotunda honestidad propia; y la demanda de recibir lo mismo. Algo que se agradece, mucho, en un medio propenso a la hipocresía.
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