★★★ En cada emisión del longevo reality, cuya flamante edición hizo estallar el rating de la televisión abierta con números de dos dígitos en la mayoría de sus envíos diarios, el carismático, eficaz y actual conductor, Santiago del Moro, le recuerda a la audiencia y a los competidores que el “Gran Hermano todo lo ve”. Volvió a remarcarlo para anunciar el castigo de la repudiable broma sexual de un participante con su inclusión entre los potenciales eliminados de esa semana.
Nadie dudó que fuera lo más sensato en la mesa televisiva que se reúne los lunes, martes y miércoles, para intercambiar impresiones sobre el desarrollo del exitoso certamen. Conformada por el periodista, politólogo y escritor Ceferino Reato, la presentadora televisiva (y casi abogada) Sol Pérez, el exparticipante y productor Gastón Trezeguet, la cronista de espectáculos Laura Ubfal, la panelista Nati Jota y un invitado aleatorio, la variopinta mezcla de voces de los “analistas”, siempre suscita encendidos diálogos y revela preferencias personales (lo que no debería ocurrir).
Pero el domingo pasado, el expulsado por los televidentes no fue ese cuestionado jugador sino otro, caracterizado por sus continuas acciones reprochables, completo desinterés por la sana convivencia, o torpes ardides para impulsar la postulación de alguien depositario de su odio. Es que con los tiempos que corren, el verdadero y más acalorado debate sobre las personas encerradas desde hace un mes, en una amplia, cómoda y moderna casa, para ser observados durante las 24 horas del día, se pergeña en las redes sociales. Los usuarios reproducen y amplifican palabras, gestos y actitudes que no dejan lugar a dudas sobres las intenciones individuales o complicidades grupales.
Así, en las diferentes aplicaciones, se condenaron otros hechos igual de alevosos y premeditados que expusieron cierta miopía o el discutible criterio de sanción que aplicó Gran Hermano. Objetivamente, resultó muy desagradable presenciar cómo, en dos semanas diferentes, algunos robaron alimentos y el reiterado hostigamiento, verbal y físico, que sufrió un joven por su supuesta homosexualidad, aunque el damnificado guardara silencio. En ninguno de esos casos los responsables recibieron correctivos. Por eso, sin límites, los concursantes desterrados hasta ahora por votación popular son los que actuaron de manera maliciosa, irrespetuosa y arrogante.
Sería importante entonces hacer mayor hincapié en las conductas nocivas y, por qué no, cuestionar las omisiones o decisiones del Big Brother. En suma, cumplir con el deber periodístico de hacer oír el son de las dos campanas.
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