¿Cómo llaman los ministros y funcionarios del PRO a la esposa del jefe cuando creen que nadie los escucha? No le dicen Juliana. Tampoco señora, ni jefa, ni mucho menos primera dama.
No: la llaman “la Turca”.
Y ella ya lo sabe, a pesar de lo que ellos creen. Algún correveidile de esos que nunca faltan le ha venido con el cuento.
“Cuidado con enojar a 'la Turca'”, dicen los funcionarios.
“Mejor andar bien con 'la Turca'”, repiten.
“A éste lo puso 'la Turca'”, señalan.
En la biografía no autorizada “Juliana”, publicada recientemente por Planeta, cinco influyentes miembros del macrismo me confirmaron el algo irreverente apodo con el que se refieren a Awada a sus espaldas.
Entre ellos hay un conocido operador proveniente de otra fuerza política, que alguna vez estuvo casado con una mujer de ascendencia árabe y por eso sabe de lo que habla.
El operador me explicó:
–Las “turcas” son así, manejan todo desde la cocina. Después salen a la calle con el chador, pero en la casa mandan.
–O sea que no muestran su poder –le dije.
El operador recordó a su ex esposa:
–Lo sé por experiencia propia. En público se hacen las buenitas, pero en la casa son terribles. Deciden ellas.
Esas decisiones, claro, no se dan desde la imposición, sino desde el sutil y muy disimulado arte de persuadir al que manda. O mejor dicho: al que cree que manda.
–Las “turcas” te van envolviendo, al final siempre se salen con la suya –describió el operador.
Porque Awada es Macri. Comparte la cama y el poder con él. Es su hechicera, y las hechiceras no solo se dedican a redecorar el hogar o hacer milanesas.
Preguntan, negocian, prometen… Y al final convencen al que cree que manda. Lo hechizan.
Hay un ejemplo que sirve para despejar las dudas, el de cómo “Gaby” Michetti, la amiga de la hechicera, llegó a ser la vicepresidenta de Macri a pesar de la resistencia de buena parte de la mesa chica del PRO.
Cuando a Awada le preguntan por su poder invisible se desentiende del tema.
En un reportaje le plantearon:
–Otra cosa que se dice es que Macri te escucha mucho, que le da mucha importancia a tu opinión sobre cosas relacionadas con la política.
–No –contestó ella, tajante–. En política no me meto, no es mi trabajo. Lo escucho, pero no me meto. Ni él me pide opiniones sobre política. Yo soy su mujer, lo contengo, lo apoyo, soy compañera… Pero no, en temas de política, nada…
–¿Pero hablan de política?
–Charlamos sobre las cosas que suceden, como cualquier argentino. Pero él trabaja todo el día. Cuando estamos juntos vemos una película, comemos rico, vemos amigos, estamos con los hijos…
En un programa de Mirtha Legrand, cuando aún era primera dama porteña, fue un poco más lejos.
–Decime, Juliana, ¿vos le comentás algo sobre su trabajo a Mauricio? –preguntó la diva.
–Lo veo, lo veo –intentó escaparse Awada–, primero porque soy ciudadana…
–¿Pero le comentás algo? “Mauricio, fijate tal cosa…”.
Macri afirmó con la cabeza, divertido.
Awada lo miró:
–Mmm, ¿sí? Bueno, a veces si yo veo algo, por ejemplo un bache, directamente llamo y lo solucionan.
Los amigos de “la Turca” en el elenco del PRO no son pocos. Entre las mujeres se destacan, además de “Gaby” Michetti, la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal y la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley. Las dos también ocuparon esta última cartera en el organigrama porteño, lo cual explica su cercanía con Awada, siempre preocupada por la beneficencia.
Otro ministro que hizo buenas migas con la esposa del jefe es Francisco “Pancho” Cabrera, el de Producción. De entrada le cayó bien a ella, cuando la acompañó en su primer viaje internacional con Macri, a la India, aquel que sirvió para postergar la indagatoria en el expediente de las escuchas ilegales en 2010. Mauricio aún era intendente y Cabrera ocupaba la cartera de Desarrollo Económico. La sana complicidad le valió el posterior salto al organigrama nacional, y también una discreta gestión de la primera dama. Cuando en el otoño del año 2016 los paparazzi sorprendieron al ministro con la actriz “Juanita” Viale en Chapelco, nadie se preguntó cómo se habían conocido: Awada, la celestina, es amiga de los dos.
Otra relación difícil que la hechicera logra recomponer de a ratos es la que une a Macri con su circunstancial aliado Francisco de Narváez. Entre ellos hay más competencia que concordia, acaso porque tienen perfiles demasiado parecidos y sienten que no hay lugar para los dos. Pero Juliana es íntima amiga de la mujer del “Colorado”, la ex modelo Agustina Ayllón, habitué también del gimnasio Ocampo. Así que cuando ellas deciden una salida de a cuatro, los esposos meten violín en bolsa, se comportan como perfectos caballeros por unas horas y las acompañan. Al día siguiente, si se cruzan, ellos vuelven a ignorarse como de costumbre. Por ejemplo, en el gimnasio dicen que ni siquiera se saludan.
Otros contactos de Awada en el Gabinete son el ministro de Justicia, Germán Garavano, el de Transporte, Guillermo Dietrich –ella es amiga de su esposa, Javiera–, y el titular de la Agencia Federal de Inteligencia, Gustavo Arribas. También tiene buena llegada al actual jefe de Gobierno porteño, Rodríguez Larreta, cuya esposa, la wedding planner Bárbara Diez, organizó su boda con Macri y además se ejercita con ella en el Ocampo.
Así como “la Turca” acerca, también puede alejar. El que lo sabe bien es el mejor amigo del Presidente, el empresario “Nicky” Caputo, su ex compañero del colegio Cardenal Newman. Juliana no tiene feeling con la mujer de “Nicky”, Agustina Lhez, tal vez porque la considera un poco frívola. Esa falta de química hace que los amigos compartan mucho menos tiempo fuera del trabajo que antes. Caputo sigue yendo a las reuniones de la mesa chica del PRO en la Casa de Gobierno, pero las salidas en pareja con sus esposas son pocas.
“Charly” Oviedo Montaña, el conocido ex vocero del PRO, me dijo:
–Juliana tiene amigos en el Gabinete, pero a la vez impone algo monárquico, una distancia entre Macri y los funcionarios.
–¿Le temen?
–Saben que Macri es de ella, no se le pueden acercar así nomás. Cuando está con ella en algún acto, los otros mantienen la distancia.
Según el ex vocero, Macri escucha con atención las críticas de Juliana a quienes considera “figurettis”. El contacto, dice ella, debe darse “entre Mauricio y la gente”.
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