Sienten que por fin pueden decir lo que piensan y creen que, por primera vez después de mucho tiempo, sus ideas tienen resonancia en la región. El triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil, además, les dio legitimidad pública y ya comienzan a trazar las estrategias para construir una Argentina sin progresismo, al que califican como el mal de todos los males. Orgullosos de la incorrección política, incendiarios y sin temor a herir susceptibilidades, los muchachos bolsonaristas se están organizando.
A pesar de que todavía no tienen una estructura orgánica, los referentes de este sector aseguran que, en el corto plazo, Argentina puede ser testigo del nacimiento de un nuevo espacio que no tenga absolutamente nada que ver con el kirchnerismo, pero tampoco con el macrismo, al que acusan de continuar con la matriz progresista y estatal heredada. Se definen a sí mismos como los líderes de la neoderecha y se identifican como “reaccionarios”. Defienden la economía de mercado y el achique del Estado, pero su principal causa es la lucha contra lo que ellos denominaron “ideología de género”. Por esa razón, la discusión por la legalización del aborto, la educación sexual integral y la ley de identidad de género suelen ser los terrenos donde prefieren dar la batalla y donde encontraron fuertes aliados como los pastores de las iglesias evangélicas más conservadoras y un sector de la Iglesia Católica.
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Para este grupo, el triunfo de Bolsonaro reafirma el giro a la derecha -aunque esta es una categoría política del siglo pasado que parecía superada- que se observa en Occidente. Ejemplos no les faltan: mencionan a Donald Trump en Estados Unidos; la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (Brexit); el no acuerdo de paz de las FARC en Colombia; el ascenso de Fabricio Alvarado en Costa Rica o el crecimiento de VOX en España, entre otros.
Nicolás Márquez y Agustín Laje pretenden ser los intelectuales de este movimiento en la Argentina. Los autores de “El libro negro de la nueva izquierda” decidieron construir sus liderazgos en tres espacios: en las escuelas y universidades de América latina a donde van a dictar conferencias; en la escritura de libros y, sobre todo, en las redes sociales, donde sus publicaciones suelen cruzar el límite de lo aceptable por ser discriminatorias o agresivas. Sin embargo, ninguno se molesta frente a esta crítica y aseguran que la libertad de pensamiento y de expresión los ampara.
En la esfera pública cada vez son más los personajes que adhieren abiertamente a este sistema de ideas. El economista Javier Milei, el actor Ivo Cutzarida, el diputado Alfredo Olmedo y el periodista Eduardo Feinmann son algunos de los que celebraron la derrota de Fernando Haddad en Brasil y, en líneas generales, cumplen a rajatabla el decálogo del buen reaccionario.
Agenda renovada. A diferencia de buena parte de los analistas políticos, Laje y Márquez sostienen que las categorías “izquierda” y “derecha” continúan siendo válidas para describir a los sistemas políticos y sus líderes. Sin embargo, consideran que la díada que caracterizó al mundo en el siglo XX se transformó con la caída del Muro de Berlín. Desde entonces, según los autores, la izquierda abandonó la lucha económica y política para trasladarse al terreno de la cultura y, especialmente en los últimos años, al terreno de la sexualidad. “La izquierda antes iba a las fábricas a buscar obreros pero eso no existe más. El obrero ahora no quiere cambiar el mundo sino el celular. Por eso se inventaron nuevos conflictos”, asegura Márquez.
Para Laje, esta “batalla cultural” es propia de la posmodernidad y en Argentina el crecimiento de esta nueva derecha, sobre todo entre los jóvenes, se aceleró con la discusión sobre la legalización del aborto. “El progresismo está llevando adelante una lucha moralizante. Y esa moralidad que se ha hecho hegemónica hizo emerger el discurso de lo políticamente incorrecto como una forma de rebelarse contra el statu quo. Lo que predomina hoy es una reacción en contra de lo que hoy se llama ideología de género, dentro de lo cual concluye el feminismo radical, el abortismo y las cuestiones LGTB. Toda esa moralina progresista y en gran medida hipócrita es lo que ha despertado la conciencia de muchos”, asegura Laje y agrega: “El aborto fue un punto de inflexión porque sirvió para que estos grupos tomaran conciencia de mayoría. Antes estaban encerrados en un espiral de silencio bajo el cual el progresismo los había sumergido. Ellos no existían, eran nada y de pronto se vio a millones marchar por las mismas ideas”.
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Por esa característica de actuar sólo por oposición a lo que está delante es que se sienten identificados con la calificación de “reaccionarios”. “La palabra ‘reaccionario’ no me asusta, me identifica”, dice Márquez.
En la Argentina, según los autores, la derecha históricamente estuvo dividida en tres corrientes: el nacionalismo, el conservadurismo y el liberalismo. Unidos por el espanto al avance progresista, comenzaron a unirse y a crear una agenda común y diferente a la de sus antecesores. Según Laje, hasta hace no tanto, la derecha estaba más preocupada por el revisionismo histórico, sobre todo de la década del ‘70 que por otros asuntos. “La derecha joven ahora está en una instancia de reacción a los temas instalados por el progresismo como el indigenismo, el feminismo, la ideología de género y, en algunos casos, también puede ser el ambientalismo, el veganismo y todos los nuevos ismos que implican una visión moralizante de lo político”, afirma.
A partir de ahí se explica el empecinamiento de estos autores y de sus simpatizantes ideológicos con las militancias relacionadas a la sexualidad. El tono académico que usan se transforma cuando tienen que referirse a los homosexuales, lesbianas y trans. Dicen que “los travestis se disfrazan de mujeres” y hacen una permanente referencia a la condición biológica de hombres y mujeres. Ese costado se exprime al máximo en las redes donde, por ejemplo, Márquez llegó a tuitear: “Si un señor tiene cáncer de próstata pero tramita el DNI de mujer: ¿desaparece el cáncer de próstata?”.
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Según ellos, “la ideología de género es un conjunto de ideas anticientíficas que, con propósitos políticos, desarraigan de la sexualidad humana toda connotación natural y la reducen sólo al aspecto cultural”. En este sentido, denuncian que “el progresismo se adueñó de todos los ámbitos del poder” y, que con el aporte económico de organismos internacionales, financian el “adoctrinamiento” de la sociedad. Por eso se opusieron con firmeza a la ley de educación sexual integral, a la que cuestionan por estar “cargada de ideología”.
Aliados. El discurso de este sector encontró, como en Brasil, un fuerte respaldo en los sectores más conservadores del cristianismo. En Argentina eso no sólo se vio en las marchas contra el aborto sino también en la manifestación que se hizo el 28 de octubre frente al Congreso contra la educación sexual integral. La concentración, alentada por la organización nacida en Perú “Con mis hijos no te metas”, estuvo dominada por símbolos religiosos y durante toda la tarde se fueron organizando, de forma espontánea, grupos de curas católicos o pastores evangélicos que rezaban u oraban en ronda. Todos los oradores que subieron al escenario invocaron a Dios y aseguraban que la divinidad les daba la legitimidad necesaria para cuestionar el accionar de los legisladores.
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Según Márquez, en varios países de América latina, “los partidos conservadores encontraron un buen apoyo en las iglesias evangélicas y gracias a ellas obtienen buenos resultados”. Además, aseguró que a pesar de ser católico espera que este sector “empiece a hacer política porque tiene la gente y las buenas intenciones”.
En este aspecto, Laje se diferencia: “Para mí es importante dar un discurso secular. La nueva derecha no es por definición cristiana aunque sí hay una base cristiana importante. La derecha debe ser abierta a cualquier tipo de credo e incluso al no credo. Es un sistema de ideas que debiera poder ser racionalmente aceptado por cualquier hombre o mujer que ame la libertad”, dice.
Sin embargo, esta expresión de deseo del escritor está lejos de verse en la práctica. De hecho, los referentes públicos cercanos a este sector están cada vez más religiosos. Sin ir más lejos, el diputado Olmedo, que aspira a ser el Bolsonaro criollo, se bautizó en el evangelismo en mayo del 2017 y el primer frente político que comienza a organizarse en el país, el Frente Federal Familia y Vida , tiene una fuerte presencia religiosa.
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Enemigos. Los referentes de este espacio aseguran que sus ideas son contrarias al “establishment” y, sobre todo, cuestionan a la corporación mediática y se definen a sí mismos como “outsiders” del sistema. “Quien habla hoy contra el establishment no es Hebert Marcuse, el ideólogo de la nueva izquierda, sino Donald Trump y eso sólo se puede dar en un contexto en el cual la izquierda perdió el monopolio de la rebeldía. A esto se le suma que todos los medios de comunicación hablan más o menos igual, tiene una mirada similar sobre el feminismo y los grupos LGTB y todas las universidades usan los mismos términos sin poner en duda los nuevos dogmas progresistas”, insiste Laje.
Márquez opina en la misma línea y es feroz con las universidades, a las que define como “fábricas de progres”. “Luego esos jóvenes son periodistas, políticos, tienen canales en YouTube o dan clase. Es decir, terminan siendo los influyentes en sus círculos”, agrega para explicar por qué las redes sociales se convirtieron en su espacio predilecto.
Con Laje y Márquez como intelectuales favoritos, ya hay políticos dispuestos a ganar al electorado que miró las elecciones brasileñas con asombro. “No deberá extrañarnos que en Argentina también vayan a surgir nuevos liderazgos que intenten seguir el envión de este movimiento pendular que se vio con Bolsonaro. Olmedo es un ejemplo que hoy tenemos a la mano. Creo que sorprenderá a muchos si logra consolidar un espacio político nacional de derecha, y meter gente en el Congreso para representar a una masa importante de ciudadanos que hoy no están representados”, concluye Laje.
Este grupo está convencido de que el camino de la incorrección es el correcto y cada vez tienen más adherentes. Un discurso que hasta hace muy poco era marginal y parecía haber sido superado por la ampliación de derechos y la tolerancia, volvió a la escena pública absolutamente recrudecido.
Por estos días, los analistas dejan de ver a Feinmann, Milei, Cutzarida y Olmedo como personajes pintorescos y divertidos para el show televisivo y empiezan a observarlos con especial atención. En definitiva, Bolsonaro también construyó su meteórica campaña presidencial a base de comentarios misóginos, homofóbicos y racistas.
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