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CIENCIA | 12-09-2023 08:41

Científicos argentinos descubren que hay mosquitos resistentes a los insecticidas

Los Aedes aegypti, transmisores del dengue entre otras enfermedades, tienen mutaciones que les permiten sobrevivir al uso de piretroides.

Se calcula que cada año hay 390 millones de infecciones por el virus del dengue, de las cuales 96 millones tienen manifestaciones clínicas, es decir, signos y síntomas. Y de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), las estimaciones indican que hay 3.900 millones de personas que corren riesgo de infectarse por el virus del dengue. En la Argentina, durante la temporada 2022/2023 se produjo un incremento de casos del 47% con respecto al brote epidemiológico de 2019/2020.

En las últimas dos décadas, en el contexto del cambio climático, el rango de dispersión de varias de las enfermedades transmitidas por vectores (transmisores, en el caso del dengue se trata del mosquito Aedes aegypti) se ha expandido desde regiones tropicales y subtropicales hacia zonas templadas. En 2009 se detectó por primera vez la transmisión autóctona del virus de dengue en toda la franja templada del centro de Argentina y, desde entonces, la incidencia de la enfermedad ha ido en aumento en distintas provincias. 

En este contexto, la prevención y la vigilancia de lo que ocurre con el mosquito son fundamentales. Un grupo de científicos del CONICET (que publicó sus hallazgos en la revista Parasites & Vectors) comprobó que en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), y en al menos dos localidades de Salta y Jujuy hay mosquitos Aedes aegypti que ya tienen mutaciones genéticas que les confieren resistencia a los insecticidas más utilizados en la actualidad. 

“Se trata de los insecticidas que se llaman piretroides. Son los únicos permitidos por la ANMAT en la Argentina para el control de insectos en los domicilios, en lo que se llama el uso domi-sanitario. El resto de los insecticidas han sido prohibido por consideraciones toxicológicas, de impacto ambiental y de riesgo para las personas”, explica Sheila Ons, investigadora del CONICET en el Laboratorio de Neurobiología de Insectos vinculado al Centro de Endocrinología Experimental y Aplicada (CENEXA) y autora principal del estudio.

Equipo. Sheila Ons, María Victoria Micieli y A. Nicolás Barrera-Illanes, investigadoras y becario del CONICET a cargo de la investigación.

“Estos insecticidas ejercen su acción porque interactúan con una proteína que está en la membrana de las neuronas de los mosquitos (y de todos los insectos). El insecticida desestabiliza el impulso nervioso, provocándole una hiper excitación, lo que provoca la muerte del insecto”, describe. 

Pero es posible que esa proteína tenga cambios, una mutación, respecto a la proteína original y entonces ya no reconoce tan bien el insecticida. Como consecuencia, la interacción entre el veneno y su blanco de acción deja de ser eficiente: “es lo que hemos detectado en nuestro país, y es que estos mosquitos tienen resistencia a los insecticidas”, sintetiza la investigadora.

Consecuencias del mal uso de los insecticidas

La investigación se desarrolló en el marco de la Red Argentina de Vigilancia de la Resistencia a los Plaguicidas de uso en Salud Pública (RAReP), e incluyó tres puntos geográficos del partido de La Plata, junto con las localidades bonaerenses de Quilmes, Merlo, La Matanza, Tigre, Lomas de Zamora y Avellaneda. En estos lugares los investigadores hallaron una mutación, el genotipo R1 (implica una resistencia todavía baja), pero todavía la mayoría de los mosquitos son sensibles. Sin embargo, en el norte del país las mutaciones encontradas son dos (por ello corresponden al genotipo R2, vinculada a una resistencia alta), en los mismos insectos. Las zonas incluidas en el estudios fueron Tartagal en Salta y Parque Nacional Calilegua en Jujuy.

“Esto nos lleva a concluir que la resistencia en el norte va a ser incluso más fuerte que en el AMBA. ¿Por qué sucede esto? Porque como hace más tiempo, más años que existe dengue en esa región del noroeste respecto de Buenos Aires, hace más tiempo que se están usando los insecticidas. Y eso le dio más tiempo a las poblaciones a evolucionar hacia desarrollar resistencia. Podemos pensar que es una cuestión de tiempo que esas cosas empiecen a pasar también en Buenos Aires. Estamos a tiempo, entonces, de planificar mejor y tener en cuenta estos datos para poder incluirlos en los diseños de las campañas de control de mosquitos y tratar de aumentar la vida útil de los insecticidas”, resume Ons.

El proceso por el cual los mosquitos desarrollan cambios en su fisiología que los hacen resistentes es relativamente sencillo, producto de la evolución. En una población de mosquitos no todos los ejemplares son iguales, tal y como sucede entre los seres humanos. Algunos mosquitos son muy sensibles a los insecticidas, otros no. Algunos, que conviven con la población, poseen estas mutaciones que les otorgan una mayor resistencia. 

Puede ser que los insectos que portan la mutación asociada a la resistencia son pocos en momentos en los que no se emplean los  insecticidas. Pero cuando se rocía el ambiente, ¿qué pasa? Se mueren casi todos los mosquitos, menos algunos de ellos: así es como sobreviven los resistentes. Ellos son los que van a tener más posibilidad de reproducirse, de poner más huevos. La siguiente generación va a heredar esa característica y por ende va a contar con una mayor proporción de insectos resistentes justamente porque fueron los que lograron sobrevivir a esa presión que se ejerció a partir del insecticida. 

Fumigación contra mosquitos del dengue.

“Cuando los insecticidas se utilizan de manera irracional, más de lo necesario y en momentos que no son los adecuados, en lugares donde no se precisan, esa resistencia va a ocurrir más rápido -advierte Ons-. Si uno no tiene en cuenta la prudencia, además de que está tirando venenos al ambiente de manera innecesaria, también está provocando que la población de mosquitos se haga resistente más rápido.”

No siempre la fumigación es una solución, y tampoco se hace en cualquier época u hora del día. En muchas plazas, parques y barrios cerrados se fumiga durante todo el año o antes del verano de modo ‘preventivo’, pero eso no funciona. Aquí el pico de actividad de las hembras de A. aegypti es en febrero y marzo, y echar veneno fuera de ese período solo favorece la resistencia genética a los químicos”, puntualiza María Victoria Micieli, también investigadora del CONICET, directora del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE) y otra de las autoras de la investigación.

Planificación y ciencia contra el dengue

Tanto la OMS como su par en América Latina y el Caribe, la OPS, recomiendan que se realice un manejo integrado de los mosquitos, empleando todas las herramientas disponibles y no solo insecticidas. Una de esas herramientas es el descacharrado, el ordenamiento ambiental para no tener lugares que acumulen agua, usar repelentes. Y recurrir a las sustancias tóxicas en caso de brote de dengue, cuando la situación se transforme en una emergencia. Una posibilidad es alternar los insecticidas químicos con métodos biológicos, trampas-cebo, entre otras que se están investigando.
El monitoreo de la presencia de los mosquitos (que se realiza todo el año y que es realizado por científicos y técnicos especializados), y la vigilancia de la resistencia misma son fundamentales dentro de este manejo integrado de la situación.

En este sentido, Ons pone el énfasis en la necesidad de contar con “un sistema científico fuerte que nos permita contar con un buen diseño de políticas públicas”. Y agrega: “Nuestro grupo de investigación, junto con otros, trabaja para generar esta información que luego es recibida y es utilizada por el Ministerio de Salud para mejorar la política pública de control de vectores”. 

Y es que mejorar la política pública de control de vectores implica también mejorar la calidad de vida de toda la población expuesta a enfermarse. “Pero además implica ahorrar dinero. Se calculó, por ejemplo, que el brote de dengue del 2009, que fue muchísimo más chico que el de 2023, le costó al país al menos 10 millones de dólares. Cuanto menos gente se enferma, menos recursos que el sistema de salud y el Estado y los privados tienen que poner para atender esa epidemia -describe Sheila Ons-. Entonces, es una cuestión de buen vivir, es una cuestión de medio ambiente, es una cuestión de salud pública y es una cuestión económica también. El buen diseño de políticas públicas, complementado con la información científica necesaria en nuestro país va a tener un impacto en todos estos aspectos”. 

Además del hallazgo de mosquitos resistentes en el norte y centro del país, la investigación también hace otro importante aporte: la puesta a punto de una técnica genética de detección de las mutaciones que acelera los tiempos con respecto a los métodos hasta ahora utilizados. 

 

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Andrea Gentil

Andrea Gentil

Editora de Ciencia, Medicina y Tecnología. Coordinadora carrera de Comunicación Digital, UNaB.

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