Nada menos que 38 millones de unidades de sildenafil, taldanafil y vardenafil, los sucedáneos del viagra, la píldora azul para tratar la disfunción eréctil que revolucionó el mercado farmacéutico desde marzo del 1998, fueron vendidos a lo largo del año 2019, de acuerdo con datos del Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos. A poco de comenzar el aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO) en marzo pasado, las ventas aumentaron a tal punto que se registraron faltantes de estos fármacos.
Luego, ya con la cuarentena en marcha, el ritmo de venta de las píldoras disminuyó. Aunque hay un hecho que no se discute. “El viagra vino para quedarse. Hoy tiene seis aplicaciones clínicas importantes”, explica el sexólogo y docente Juan Pablo Kusnetzoff. Y aclara: “Se toma un comprimido cada seis segundos”.
De acuerdo con datos recogidos por la periodista Luciana Peker en su libro Sexteame, el año pasado había 1,5 millón de hombres que consumían fármacos para la disfunción eréctil: “El 30% de esos consumidores son menores de 21 años”, explica en el libro.
Al reducir el tiempo refractario entre erección y erección, el fármaco les permite a los varones tener varios encuentros sexuales seguidos. Y los tiempos para la preparación y el consumo de las píldoras ya no son estrictos.
“La alternativa al sildenafil es el tadalafil, y hay una formulación que ofrece una duración de 36 horas en el organismo. Esto le da más espontaneidad al encuentro sexual, no se está pendiente de los tiempos”, asegura Diego Jacks, gerente de producto del laboratorio Sidus. Pese al interés de los jóvenes en recurrir a la píldora azul, explica que no lo promocionan para ese público. Pese a esto, los jóvenes lo compran. Y aunque requiere prescripción médica, hay un mercado ilegal.
¿Necesitan esos varones que apenas van por su tercera década de vida una píldora para estimular su vida sexual? No mayormente desde un punto de vista biológico, aunque sí (concuerdan expertos de diversas especialidades) desde lo psicológico, lo emocional, lo cultural.
La situación lleva a que los chicos usen el fármaco en muchos casos sin tener un problema de salud. “La mayoría de la gente que consume viagra no lo necesita”, apunta el sexólogo Patricio Gómez Di Leva.
“Cada vez es más común que los jóvenes sin dificultades en la erección recurran al viagra para aumentar su rendimiento en un encuentro sexual. Es una forma rápida y fácil de vencer inseguridades y les permite mejorar su performance sexual”, describen Cecilia Borghetti y Julia Santecchia, sexólogas de Sexología Actual.
La imposición del "rendir". “El viagra se consume a edades más tempranas”, dice Gómez Di Leva. Sus colegas, Borghetti y Santecchia reciben consultas para tomar el fármaco por parte de chicos que tienen entre 20 y 30 años.
El efecto ASPO
Al principio de la cuarentena surgió una movida erótica: gran demanda de juguetes sexuales en los sex shops y demanda de viagra. Pero ese efecto no duró para siempre, y decayó con la extensión del aislamiento.
“Los pacientes consultaban por disfunción eréctil y ahora tienen alteración en el deseo sexual por cambios en la convivencia y el desgaste de las parejas”, dice el urólogo Edgardo Becher. Y agrega: “La pandemia es el monumento a la monogamia, entonces a quienes tienen relaciones fuera de su pareja y a quienes están solteros, la cuarentena les complica la vida sexual en pareja”.
Los expertos vinculan la caída con la situación económica y la pandemia. También hacen hincapié en que los jóvenes toman viagra cuando van un boliche o salen con alguien de noche. Por la cuarentena, ese mundo desapareció y el consumo cayó. Sin embargo, la progresiva apertura de bares y restaurantes le están dando un renovado impulso al consumo de las píldoras por parte de los varones más jóvenes.
La angustia y la ansiedad generada por la incertidumbre de la pandemia vienen exacerbando el consumo entre los jóvenes, que ven a la pastilla azul como la oportunidad para volver a tener deseo sexual y tener una performance sin esfuerzo.
“Los turnos online para hacer preguntas sobre el consumo de viagra por jóvenes crecieron fuertemente este año y esa es la principal demanda que tienen”, explica la sexóloga y ginecóloga Barbara García. Llegan a su consultorio hombres de entre 22 años y 40 años.
También el médico urólogo Adolfo Casabe, miembro de la Sociedad Argentina de Urología y encargado de Medicina Sexual Masculina del Hospital Durand, admite que las consultas privadas aumentaron “significativamente”. “Por el consumo del viagra y por lo vinculado a la medicina sexual masculina. Estoy trabajando como hacía tiempo no lo hacía”.
Inseguridad y exigencias masculinas
Sobre lo que los lleva a consultar, García afirma: “La mayoría tiene disfunción eréctil asociada al estrés intra pandemia, desean consumir fármacos de la familia del viagra o lo consumieron, pero sin resultados o con muchos efectos adversos, dado que hay drogas más modernas, pero no lo saben debido a la automedicación”.
“La preocupación de los jóvenes no es por el viagra, es por el alcohol o las drogas. Con el viagra se busca no fallar”, sostiene Kusnetzoff. Las consultas que recibe son de chicos que tienen entre 15 y 23 años.
El tema del miedo, la angustia y la ansiedad está presente en los sub 20. “Los jóvenes puede que no tengan disfunción, pero sí tienen miedos. A eso se suma que muchos jóvenes consuman mucho alcohol, busquen pastillas mágicas u otros suministros externos, en lugar de prestarle atención a lo interno. Todo eso genera que no se tengan que esforzar”, analiza la psicóloga especialista en crisis individual y de pareja, Beatriz Goldberg. Y agrega: “Hubo mucho incremento a este tipo de adicciones, se sienten protegidos gracias al consumo deportivo”.
El miedo a no tener el mejor rendimiento, para Patricio Gómez Di Leva, se vincula al estrés y la ansiedad. “Se toma viagra para tener un empujón y emparchar la situación, aunque no es la solución”, dice. Coincide con Goldberg, que afirma que “las dificultades que tienen los jóvenes por lo general son psíquicas, pero influyen mucho. Porque el cerebro es un órgano sexual también”.
Por su parte, Kusnetzoff considera que la inseguridad de “todos los hombres” se debe a que tienen “los genitales afuera, a la vista y al tacto; contemplamos y corregimos las erecciones”.
Además, Borghetti y Santecchia consideran que “las expectativas elevadas, que muchas veces, se mal aprenden a través del consumo de pornografía, hace que aumente el nivel de ansiedad a la hora de los encuentros sexuales”.
Estrategias de salida
Entonces, ¿cómo hacer para que los hombres jóvenes y sanos no recurran a una píldora pensada para una disfunción? Barbara García recomienda hacer terapia sexual para disminuir el estrés que activa el sistema simpático e inhibe la erección (que depende de la activación del sistema contrario, el para simpático).
“A medida que trabajan en terapia sexual la situación cambia radicalmente, hay un acercamiento a lo erótico sin miedos, pasan de la erotofobia a la erotofilia”, manifiesta.
En contraposición, la pastilla azul parece anestesiar las psiquis de los jóvenes en su camino por lograr la segura e inmediata satisfacción sexual.
*Integrante del equipo de Investigación de Perfil Educación.
por Mara Resio*
Comentarios