Elegantes, con arquitectura clásica y tiendas casi únicas, las galerías más antiguas y renombradas de Buenos Aires ofrecen un pasaje directo a lo que supo ser la experiencia de compra varias décadas atrás. Ubicadas en calles y avenidas bulliciosas, sin embargo son remansos de paz una vez que se atraviesan sus umbrales, mientras cargadas de historia y encanto sobreviven a la modernidad plena de shoppings. A continuación, cinco exponentes que aún resisten con orgullo y personalidad.
Galerías con historia
Es una de las fotos preferidas de los turistas e influencers: el Solar de French, en San Telmo, da la bienvenida a la casa en la que supo nacer el patriota homónimo con un cielo interior lleno de paraguas de colores. Alrededor, una arquitectura neocolonial convive con un frente que data de comienzos del siglo XX. “Decidimos preservar este lugar histórico conservando intacto todo su encanto, sin olvidar que está emplazado frente a la tradicional Plaza Dorrego, uno de los grandes núcleos comerciales de nuestra ciudad”, detallan los creadores del actual paseo de compras. Así, el recorrido incluye locales de artesanías, orfebrería, arte, cuero y antigüedades, entre otros rubros especialmente atractivos al turismo.
Aunque sin tantos años de historia encima, la Galería Güemes también puede jactarse de su honorabilidad. Es que por sus pasillos pasaron figuras como Antoine de Saint-Exúpery y Carlos Gardel, mientras que en su inauguración en 1915 fue el primer rascacielos de Buenos Aires, con 14 pisos y 87 metros de altura. Con más de 100 metros de extensión, este pasaje une las calles Florida y San Martín con una impronta arquitectónica europea de fines del siglo XIX, de marcado estilo art nouveau. A sus imponentes cúpulas de vidrio y hierro se suma el atractivo de su mirador de 360º y un reciente rooftop bar llamado Florida 165, en la azotea intermedia del sexto piso.
Un poco más hacia Recoleta, el Pasaje Libertad es otra bocanada de aire fresco. Construido en 1887 por el arquitecto italiano Giuseppe Bernasconi, supo formar una L con el vecino Rue des Artisans, otra galería con entrada sobre la calle Arenales. Aunque según se cuenta, una pelea familiar generó la división entre ambos recorridos, haciendo que hoy cada uno sea un paseo en sí mismo. En el de la calle Libertad priman los negocios de moda y diseño. “Desde hace 18 años tengo la fortuna de meterme en este oasis de estilo de Toscana italiana lleno de canteros con flores, arecas y Santa Ritas trepando o cayendo de algún balcón. Casiopea funcionó durante 15 años dentro del pasaje y siempre sentí un gran privilegio al tener el local adentro, más al fondo y escondido. Ahora el nuevo local da a la calle Libertad y podría parecer uno convencional, pero tiene dos ventanas hacia el pasaje, y para ingresar lo hacemos sobre una puertita mágica que hay atrás, que nos hace sentir que estamos entrando en una casa en el pasaje”, describe con orgullo Carmen García Balcarce, dueña del local Casiopea.
Compras con elegancia
De aires un poco más contemporáneos, el Patio del Liceo se erige como punto fuerte del diseño independiente. Lo hace desde 2009, cuando a instancias del emprendedor Hernán Taraman volvió a levantar cabeza tras años de locales sombríos y persianas bajas. Y así, el otrora primer colegio de mujeres de Latinoamérica (el Liceo nº1 Figueroa Alcorta) recuperó su brillo y fue sumando cada vez más propuestas vanguardistas en sus 52 locales. Galerías de arte, estudios de diseño y librerías indie, entre otros rubros creativos, se suceden en un espacio que siempre tiene lista de espera para alquilar locales. “Es que hacemos curaduría de los espacios, porque intentamos que los proyectos sean 100% auténticos, originales e independientes, sin productos en serie ni grandes marcas”, detalla Taraman.
Haciendo un culto de la elegancia clásica, por su parte, la galería Promenade, sobre la avenida Alvear, es la quinta joyita de este recorrido. Con pisos alfombrados, columnas de mármol y enormes faroles que cuelgan del techo, marida perfecto con la distinción de su vecino, el Alvear Palace Hotel. Aquí sus huéspedes encuentran no solo productos autóctonos argentinos, como elementos de cuero y plata, sino también ropa vintage, joyas, arte y moda en general. Todo, inmerso en un ambiente atemporalmente glamoroso que incita a una experiencia de compra de las que ya parecían en extinción.
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