“Noviembre y diciembre son meses donde todo alienta a tomar más: el clima, las reuniones, fin de año. Y cumplo en enero y hay una decisión mía de llegar a mi cumpleaños desintoxicada. Tengo más energía cuando tomo menos: hago deporte, arranco más temprano, me siento mejor. Me encanta el vino y el ritual que se arma alrededor de una mesa, pero también me gusta cómo me siento cuando lo corto un ratito”.
Quien habla es Daniela Butvilofsky, chef, y por ende acostumbrada a un mundo donde la bebida siempre marida con naturalidad. Pero la suya no es una excepción a la regla: son cada vez más, dentro y fuera del circuito gastronómico, los que eligen sumarse a un tiempo con menos consumo de alcohol, tanto para reuniones de fin de año como para la vida en general. Del otro lado del mostrador, bodegas, cervecerías y restaurantes ya están tomando nota y ajustado su propuesta.
Espumante pionero
En ese escenario de moderación creciente, la reacción más llamativa viene de un sector donde el alcohol es parte del ADN: la vitivinicultura. En este ámbito, la bodega Nieto Senetiner acaba de lanzar el primer espumante sin alcohol del país, un producto 100% vino y cero alcohol que inaugura una categoría inédita en Argentina. “Lo que vimos muy claramente es que el consumidor está cambiando. Hay una búsqueda mucho más consciente del bienestar, de sentirse liviano y de equilibrar momentos sin renunciar a los rituales sociales”, explica Delfina D’Alessandro, gerente de Marketing. Ese comportamiento local se alinea con la tendencia global: la categoría low and no alcohol crece a doble dígito en el mundo y se proyecta que representará el 4% de las ventas globales para 2028.
Pero para una casa fundada en 1888, el desafío no era solo técnico, sino también cultural. El proyecto empezó por el origen: pinot noir del Valle de Uco, donde la amplitud térmica y los suelos aluvionales permiten obtener la frescura y fineza necesarias. Primero elaboraron un espumante tradicional, con doble fermentación y una guarda de seis meses sobre lías; recién después aplicaron la desalcoholización. “El gran desafío fue mantener sabor, textura y experiencia. Por eso trabajamos como si fuera un espumante convencional, cuidando cada etapa antes de desalcoholizar”, detalla D’Alessandro. Y la apuesta recién empieza, porque para 2026 ya tienen planificados tres vinos sin alcohol -malbec, chardonnay y rosado-, todos parte de un portfolio que busca responder a un hábito que, aseguran, llegó para quedarse.

Aperitivos reinventados
El crecimiento del consumo consciente también llegó a un territorio históricamente asociado al ritual de la previa y los encuentros sociales: los aperitivos. En el año de su 175 aniversario, Gancia presentó su primera versión sin alcohol, el primer aperitivo listo para tomar y sin alcohol del país. “Gancia sin alcohol conserva la esencia del Americano de siempre, ampliando las posibilidades para quienes buscan nuevas formas de disfrute”, afirma Solana Baccile, Category Manager de Aperitivos en Grupo Cepas. Según datos relevados por la compañía, entre 2022 y 2024 hubo 61 millones de nuevos consumidores que se volcaron a bebidas sin alcohol, y se proyecta que en América Latina este mercado alcance los 141.000 millones de dólares para 2032, impulsado por generaciones jóvenes que buscan bienestar sin resignar sabor.
Y la apuesta de Gancia no se quedó en el producto. La marca sacó a la calle el Gancia Truck, un vehículo itinerante que recorrió plazas, parques y puntos turísticos de Buenos Aires y Mar del Plata para que el público probara la nueva versión. La activación buscó acercar el producto a consumidores que ya incorporaron momentos de consumo sin alcohol. “Estamos comprometidos con ofrecer propuestas que se adapten a los nuevos hábitos de consumo, sin perder la calidad y el sabor que caracterizan a la marca”, explica Baccile.

La escena cervecera
Si hubo una categoría que abrió camino, fue la cerveza. Lo que empezó como una curiosidad en góndola hoy es un segmento en expansión acelerada. Matías Canzani, gerente de Marketing de Cervezas de CCU, lo describe como uno de los focos más dinámicos del mercado. En 2023, la cerveza sin alcohol ocupaba un espacio mínimo; hoy ya ronda el 1,3% y se multiplicó en tiempo récord, impulsada por lanzamientos como Heineken 0.0 e Imperial Golden Sin Alcohol. La tendencia conocida como "sober curious" (sobrio curioso) aparece fuerte entre centennials y millennials, un grupo donde, según estudios citados por la compañía, alrededor del 75% declara intención de reducir su consumo de alcohol y 6 de cada 10 ven con buenos ojos opciones de baja o nula graduación. También pesa un cambio de prioridades: bienestar, productividad y deporte, hábitos que tensionan con la idea de beber en cualquier momento.
Canzani explica que detrás del crecimiento también hay nuevas escenas de consumo, como almuerzos de trabajo, reuniones donde se debe manejar, actividades deportivas o momentos donde antes el alcohol era una barrera. A eso se suma el dato cultural de que la presión social persiste. Tres de cada cuatro jóvenes dicen querer bajar el consumo, pero más de un tercio admite haber sentido presión para beber en situaciones donde no quería hacerlo. Incluso un 21% de los jóvenes de 18 a 26 años confesó haber ocultado que estaba tomando una cerveza sin alcohol. Frente a ese escenario, desde CCU buscan desarmar prejuicios y darle visibilidad a estas opciones a través del pilar de consumo responsable.
En lo técnico, el desafío fue lograr una cerveza sin alcohol que conservara cuerpo, aroma y sabor. El proceso parte de una cerveza tradicional y luego se aplica una desalcoholización controlada que preserva sus propiedades. Con una categoría que ya superó la etapa experimental, Canzani anticipa continuidad: tras liderar con Heineken y sumar Imperial, la compañía proyecta nuevos desarrollos a medida que la adopción se consolide.
Cambio de época
Finalmente, si algo confirma que la conversación alrededor del alcohol está mutando es su derrame hacia la gastronomía. No se trata solo de opciones “sin” en la carta, algunos restaurantes están creando propuestas completas que parten deliberadamente de la ausencia etílica. El caso más ilustrativo es Casa Cavia que presentó Prototipo Cero, un menú concebido desde cero por su head bartender, Flavia Arroyo. Cada bebida nace sin alcohol, pero con técnica, intención y estructura, logrando una exploración interna que reivindica el valor de los ingredientes y la precisión de la coctelería. La premisa es que el paladar no distinga entre un cóctel con alcohol y uno cero. Así, en su laboratorio líquido diseñaron seis cócteles de autor en dos versiones, con y sin, pensados a partir de destilados reinterpretados desde una mirada botánica. Son gines, vodkas, tequilas, whiskies y cognacs sin alcohol que luego se mezclan con frutas, fermentos, clarificados y técnicas que reemplazan el soporte alcohólico sin perder cuerpo, textura ni final en boca.
Este movimiento, que cruza bodegas, cervecerías, aperitivos y barras de autor, muestra que el consumo sin alcohol dejó de ser un nicho. Se volvió una conversación transversal, impulsada por generaciones que buscan bienestar sin perder ritualidad. Y cuando esa conversación llega a las mesas más influyentes de la ciudad, queda claro que algo está cambiando en la forma en que brindamos, celebramos y habitamos nuestros encuentros. Un brindis más liviano, sí. Pero también más consciente y más amplio. ¿Un cambio de preferencia? Probablemente. ¿Un cambio de época? También.
















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