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CULTURA | 15-12-2020 19:13

5 películas esenciales del cine argentino

En una historia discontinua, la cinematografía nacional también ha creado obras de arte. Aquí, los films que todos deberíamos ver.

Esta nota se escribe con algo de tristeza. Mi abuela, Matilde, falleció -demasiado rápidamente- por Covid. Y me pareció que el azar, el destino o la divinidad -vaya uno a saber- se combinan de una manera extraña. La idea en esta nota era repasar algunas películas del cine argentino del pasado que vale la pena ver y hoy solo parecen ser contraseña de cinéfilos o enterados. Pero resulta, también, que ese era el cine de mi abuela, que amaba las películas de los años dorados y los musicales de cualquier país. Así que va en homenaje de ella. Y también, al pensarla, me obligo a pensar cómo y por qué fueron importantes estos títulos para el público, y cómo -y por qué- lo serían hoy para nosotros, tan lejos.

Con paciencia y sabiendo buscar, podemos encontrar gran parte de la historia del cine en la web. El cine argentino es, y a esta altura esto es un cliché, una saga de discontinuidades. Un gran momento de cine de estudios entre el comienzo del sonoro -1933- y principios de los años cincuenta (muchos autores, entre ellos Domingo Di Núbila, dicen que la “época de oro” terminó en 1946, pero es un poco falso); un “divorcio” entre el cine popular y temas más exigentes en los sesenta, con la generación que representaban David José Kohon, Manuel Antin, José Martínez Suárez, Rodolfo Kuhn, el iniciador Torre Nilsson y outsiders como Leonardo Favio; y un hiato de cine con éxitos y fracasos aleatorios hasta 1995, cuando la Ley actualmente en vigencia y los egresados de las escuelas de cine se combinaron para crear lo que fue el Nuevo Cine Argentino.

Pero ¿y las películas? En todo este camino de discontinuidad se destacan dos elementos que son constantes: el melodrama y lo criminal. Estos son los componentes básicos de todo el cine latinoamericano, pero especialmente del mexicano (en su faceta rural) y del argentino (en la urbana). Quizás por eso, por lo urbano, es que lo mejor del cine nacional de la era de estudios sea criminal: mostrar detrás de la imposibilidad a la que lleva la pasión el Mal, larval o no, que subyace detrás de la apariencia de civilización.

Revisando recursos digitales encontramos cinco joyas que muestran hasta dónde podía llegar y llegó el cine argentino que hoy parece desaparecido.

Hitos del cine

Daniel Tinayre no fue solamente el marido de Mirtha Legrand, sino uno de los grandes autores nacionales. Filmes como “La vendedora de fantasías”, “El rufián”, “La patota” o “La Mary” siguen siendo ejemplos de un cine barroco, elegante, donde la cámara se movía encontrando a los personajes o condenándolos a una prisión moral. Su película más exitosa fue “Deshonra”, de 1952 (se pude ver en YouTube). Hay dos motivos por los cuales esta película es famosa. El primero, porque se dice que llevó más de cuatro millones de espectadores a las salas y fue, por muchos años, la película más vista en nuestro cine. Posible, pero incomprobable por la falta de registros fiables (incluso pudieron ser más). La segunda, que el retrato de la vida en una cárcel de mujeres que cambia de cruel a humana, con la aparición de una interventora se leyó (luego) como metáfora del peronismo y del rol de Evita. Lo segundo es discutible y, al ver el film, irrelevante. Deshonra, protagonizada por Fanny Navarro, Mecha Ortiz y Tita Merello cuenta la historia de una seducción perversa, de una mujer injustamente acusada, de otra enferma, de un crimen oculto y del amor entre dos mujeres. Esto último -el amor homosexual-, es algo que solo Tinayre supo cómo mostrar en esos años (el otro ejemplo, entre un hombre mayor y uno muy joven -José Cibrián y Norberto Suárez- se dará en “Extraña ternura”). “Deshonra” es una película impresionante incluso hoy.

 

Deshonra


Otro melodrama que se puede ver en YouTube es para muchos la mejor película del cine argentino (la copia es muy buena, no así la de “Deshonra”). Se trata de “Más allá del olvido” de Hugo del Carril. Un hombre demasiado enamorado (el propio Del Carril) de su esposa (Laura Hidalgo) enviuda. Sumido en una profunda depresión, logra salir y viaja para olvidar. Conoce entonces a otra mujer (también interpretada por Hidalgo) igual en aspecto a su esposa, pero asociada con un lanzador de cuchillos y proxeneta, Eduardo Rudy. El hombre se casa, parece recuperar a su esposa pero interviene el destino. Si la trama les parece la de “Vértigo” es porque se basa en “Brujas, la muerta”, la novela de Georges Rodenbach que los franceses Boileau y Narcejac adaptaron a los tiempos modernos para venderle a “don Alfred” (Hitchcock). Ambas películas son obras maestras sobre lo irracional, el amor loco, la pasión incontrolable y ambas son de un enorme barroquismo. Pero “Más allá del olvido” deja de lado cualquier intriga policial para concentrarse en las aguas turbulentas del sentimiento, con una espectacular fotografía blanco y negro llena de matices y de sombras. No se ha filmado nada igual desde entonces en este país.

 

Más allá del olvido

 

Barroco es el término que uno puede asociar, también, a otro gigantesco autor: Carlos Hugo Christensen, que también cultivó el melodrama (“Safo”, “Armiño Negro”) y la comedia (“La pequeña señora de Pérez”) con gran talento. Pero tiene tres filmes criminales extraordinarios: “La muerte camina en la lluvia” y el tándem “Si muero antes de despertar” y “No abras nunca esa puerta”. La segunda es sencillamente magistral además de osada. Ese tándem iba a ser un conjunto de tres mediometrajes unidos sobre retorcidas relaciones familiares, pero la primera quedó muy larga y fue una película aparte. “No abras nunca esa puerta”, entonces, une dos cuentos. Las historias son de Cornell Woolrich (William Irish), el escritor estadounidense con el que Christensen negoció en persona. Curiosamente -algo habría que escribir sobre Hitchcock y la Argentina-, el director británico filmó de Woolrich nada menos que “La ventana indiscreta”. Como en esa película, “No abras nunca esa puerta” utiliza el suspenso para trabajar sobre dos relaciones familiares enrarecidas: en la primera historia (“Alguien al teléfono”) hay dos hermanos, un hombre (Ángel Magaña) y una mujer (Renée Dumas), y un suicidio -o crimen- relacionado con deudas. En la segunda (“El pájaro cantor vuelve al hogar”), un asaltante (Roberto Escalada) vuelve a la casa de su madre ciega (Ilde Pirovano) a esconderse, aunque ella cree que se regeneró. Todo es perverso, con ambientes que devoran a los personajes. Las dos relaciones son complejas, ambiguas y eso hace que el espectador pise siempre terreno resbaladizo. Es puro cine: la secuencia donde Ilde Pirovano trata de sacarle las pistolas a los asaltantes, realizada a puro silencio, es de una tensión que pocas veces logró el cine argentino. El crimen -en la Argentina hay cine criminal, no policial: un cine de la culpa, no de la justicia- es la resolución irónica de la lucha entre luz y sombra. Eso fue siempre Christensen en sus mejores películas. Está en CINE.AR Play.

 

No abras nunca esa puerta

 

Entre las mejores películas argentinas, una siempre mencionada es “Invasión”, de Hugo Santiago (se puede ver en la plataforma dedicada al cine de arte contemporáneo Mubi y en YouTube). Aquí no hay melodrama, sino (una especie de) épica. Escrita por Borges y Bioy Casares, habla de una ciudad ficticia, Aquilea -que es Buenos Aires-, cercada por una amenaza quizás extraterrestre y de cómo se organiza una resistencia. Lo interesante del film es cómo transforma las calles, los estadios de fútbol, los parques, los autos en algo extraño que espera ser devorado por una fuerza totalmente fuera de lo normal. Estrenada en 1968, protagonizada por ese genio del cine que fue Lautaro Murúa, es algo único que no se repitió en nuestro cine y un retrato político desde la pura metáfora, que hace de cualquier aplicabilidad del relato algo menos universal que su sentido.

 

Invasion


Finalmente, veamos algo un poco más contemporáneo: “Tiempo de Revancha” (disponible en Amazon Prime Video). Fue el gran éxito de Adolfo Aristarain y un film clave en los años setenta de la dictadura. También se considera que la historia de ese ex sindicalista que fragua un accidente en una mina (donde mata accidentalmente a un cómplice) y finge haber perdido el habla para cobrar una indemnización, es un film criminal y un melodrama tenso. También es una película de suspenso y además tiene un gran actor (Federico Luppi). En este film se suman y amplifican las tendencias de un cine discontinuo: la imposibilidad de seguir reglas, la violencia que estalla siempre para quebrarlo todo y el sacrificio muchas veces inútil. La Argentina como cine.

 

Borges en el set de Invasión

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Leonardo D'Espósito

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