La primera versión de El palomo de María la escribí hace diez años, pero no terminaba de conformarme, le faltaba trabajo, especialmente a la primera y a la última parte. A la primera le sobraban unas veinte páginas y a la última le tenía que cambiar el estilo: estaba escrita con formato de teatro, un teatro griego del absurdo, complicado para leer.
Por alguna razón que desconozco, releí El palomo… y me dije que ya era hora de publicarla.
Su tema central es el sojuzgamiento, pero no el sojuzgamiento de unos hombres por otros, sino el que se acepta de los dioses, y también la impunidad, y hasta la adoración que les profesamos a esos dioses juzgadores y castigadores que son peores que la humanidad que pretenden juzgar y castigar.
Quizás haya que buscar allí el antecedente de por qué gozan de la misma impunidad y adoración algunos humanos a los que se considera pequeños dioses por sus méritos deportivos o por el éxito de sus programas de televisión. Ni siquiera los grupos más combativos de feministas han protestado cuando alguna novia, hija o exmujer de estos personajes es insultada en público, ni cuando a una mujer le cortaban la ropa porque mostraba poco ante las cámaras, o cuando a otra la tiraban de un balcón, ya muerta a golpes, para simular un accidente.
Supongo que está demás aclarar que El Palomo, a pesar de lo que hizo con María (resultó que no era una blanca palomita), está entre los dioses juzgadores.
La primera y segunda parte de El Palomo de María presenta a los seis personajes principales y los hechos por los que van a ser juzgados por todos los dioses en un ensayo de lo que será el Juicio Final.
La primera parte comienza con la creación del universo, según la mitología griega, y termina con la guerra de Troya. Obviamente, los personajes centrales son Helena de Esparta, Menelao y París.
Para desarrollar una historia lo más coherente posible de esta etapa, partí de la Teogonía (origen de los dioses) de Hesíodo, de los relatos de Homero y del teatro griego (solo el que toma los personajes y acontecimientos que llevaron a la guerra de Troya), y le sumé diferentes versiones que explican, desde la mitología griega, las personalidades, los odios, rencores, soberbia de sus dioses, siempre dispuestos a utilizar a los humanos para satisfacer sus deseos, La novela cuenta cómo la vanidad de los dioses y sus rencillas escasas de grandeza llevó a Paris a raptar a Helena y desatar el drama de la guerra de Troya. Un capítulo esclarecedor es el que narra el momento en que Zeus, como no ha logrado hacerlo por otros medios, se convierte en cisne para seducir a Leda, y de esa relación de un ave con una mujer nacerá Helena. La imagen de la tapa es la escultura de Bartolomeo Ammannati (1511-1592) Leda con el cisne, que está en el Museo del Bargello (Florencia).
La segunda parte transcurre más tres mil años después, a fines del siglo XX. Los personajes son Elena (sin hache) Mario (su marido, el alter ego de Menelao) y Alejandro, quien lleva el mismo nombre que el que le pusieron los pastores a Paris cuando su padre, el rey de Troya, lo abandonó en un bosque, recién nacido, porque su hija Casandra había profetizado que destruiría su mundo.
Elena, Mario y Alejandro viven con sus hijos en El Refugio, un country exclusivo y tan seguro como parecían ser las murallas de Troya. Pero Elena y Alejandro se enamoran. Esta parte comienza con el relato de la vida perfecta, segura, organizada del matrimonio y termina con una dura batalla contra la hipocresía social en una asamblea en la que Elena también destruye ese pequeño mundo en el que vivían.
La tercera parte se desarrolla entre unos diez o quince mil años después, unos días antes de que, a las seis de la tarde, hora de Greenwich, el universo deje de expandirse y empiece la cuenta regresiva que lo llevará al Big Crash, la contracara del Big Bang.
Para los dioses, el Fin del Mundo es cosa seria. Tienen que comenzar a planificar La Eternidad prometida, pero antes deberán ponerse de acuerdo en cómo organizar el Juicio Final, y decidieron hacer un ensayo para ir practicando. Eligen a Helena, Menelao, París, Elena, Mario y Alejandro, dos grupos de afinidad, tal como aconsejan los bancos, tarjetas de crédito y compañías de seguro, de distintas épocas, porque, consideran, que la traición es lo peor que ha hecho el hombre a lo largo de la historia, aunque sea en nombre del amor.
Y es allí cuando los dioses deben aceptar que, aún con la seguridad de que existen y con la tremenda amenaza que significa La Eternidad prometida, no pueden conseguir que el hombre obedezca sus reglas. Ni siquiera los que han elegido formar parte de su organización terrenal.
Alejandro descubre el juego de los dioses y se defiende contratacando: acusa al palomo de haber hecho lo mismo, y cosas peores, con María que las que hicieron ellos.
Una vez desarrollado el argumento y el contenido de cada una de las partes de la novela, el problema que se me presentó fue resolver el estilo en el que había que escribirla. Tenía claro que deberían ser diferentes en cada parte.
La primera está contada como los relatos orales, en forma intimista, y, por momentos, con cierto tono irónico porque le cae redondo a toda mitología.
El de la segunda es el más clásico de las novelas. En el comienzo, cuando Elena nos pone al tanto de la situación que están viviendo ella, su marido y su amante, y cuál es la solución que se le ocurrió, domina el fluir de la conciencia, y cuando ponen en marcha su plan, aparece el narrador omnisciente.
La tercera la reescribí totalmente, aprovechando el cautiverio de esos meses, porque, como decía al principio, lo había hecho en forma de teatro griego, hasta con coro, pero en lugar de una tragedia, era purísimo teatro del absurdo, del que abundaba con generosidad en las salas de Buenos Aires (Ionesco, Pinter, Jean Genet, Becket) en los años sesenta. Reescribir significa que mantuve las características del teatro del absurdo, pero en formato de novela.
A los que leyeron Amorestango, además del agradecimiento, les debo una explicación.
Quizás hayan visto en la solapa del libro que en septiembre del año pasado anunciaba que para esta fecha iba a publicar otra novela, El frío menú de la venganza, pero publiqué El Palomo de María.
¿Qué pasó? No, ni publiqué dos ni le cambié el nombre. El frío menú de la venganza, con o sin virus, quedó para fines del 2021. Por si vuelvo a cambiar de idea, no lo digo en la solapa.
Néstor Barreiro es periodista. Fue editor general de la Revista Noticias, secretario general de redacción del diario La Razón, director de la revista La Semana. Como autor de ficción escribió El sexto día, La ceremonia y Amorestango.
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por Néstor Barreiro
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