En el cuento “Versos iluminados”, el escritor y científico Isaac Asimov imaginó un futuro distópico, en el que una curadora de arte ocultaba las habilidades de su robot sirviente como creador de unas esculturas de luz únicas en su género, que la volvían popular y millonaria. El desenlace sorprendía cuando el robot era “ajustado” por un amigo de la mujer, que enloquecía por saber perdido su tesoro para siempre. De esta manera, Asimov ponía de manifiesto las relaciones entre arte, humanidad y tecnología, muchos años antes de que éstas existieran.
“Estamos lejos de que una máquina nos reemplace artísticamente. El arte no puede hacerse mediante un robot porque es algo intrínseco al ser humano”, sostiene Manuel Loza (38), historietista y docente de la cátedra de Oficio y Técnica de las Artes Visuales de la Universidad Nacional de las Artes (UNA).
Loza tiene presencia en redes desde 2006. Desde @manucapt, su cuenta con más de 3 mil seguidores, publica sus trabajos en Instagram. Recomienda a colegas “nativos digitales” como la dibujante Paula Boffo (@sukermercado, con 18 mil setecientos seguidores) y @chinaocho (51 mil seguidores).
Entiende a las redes como una herramienta para el artista que nunca pasarán de ser una ayuda antes que una maquinaria con vida propia. “Los recitales con hologramas o avatares no producen arte por sí mismos; tienen detrás la mano del hombre que los mueve y decide qué hacer”, resume.
Según el reporte anual de Online Nation, en 2018, las personas pasamos un promedio de tres horas con quince minutos diarios en la web, lo que promedia 50 días al año conectados. Un 75% de este tiempo, en dispositivos móviles como celulares y tablets.
El reporte de We are Social de este año indicó que ese número superó el doble: seis horas con cuarenta y tres minutos por día. Esto arroja un promedio anual superior a 100 días frente a una pantalla.
“En la época actual, donde la digitalización es tan práctica y masiva, las redes sociales toman un papel fundamental para lograr divulgación y renombre”, explica Paula Panizzi, artista conceptual. Su obra, como la de miles de otros artistas, puede encontrarse en Behance.net, la red social para diseñadores, fotógrafos, dibujantes y afines, creada por Adobe. Plataformas como esta y Deviant Art funcionan como un Facebook para creadores: cada uno se registra gratuitamente, con usuario y contraseña, y coloca en su muro personal sus trabajos. “Competimos con muchos que hacen lo mismo que nosotros; tenemos un público al que apuntamos y al que le queremos decir: miren esto es lo que amamos hacer”, sintetiza Paula.
El último informe de la agencia global We are Social arrojó que casi la mitad de la población mundial (3.800 millones de personas) utiliza redes sociales. Esto representa un 9% más que el año pasado, siendo Facebook, Instagram, Twitter y Tik Tok las más utilizadas.
“Durante la pandemia muchos artistas visuales incrementaron naturalmente el uso de las redes en un intento de suplantar la relación presencial necesaria con su público”, asegura Evelyn Sol Márquez, curadora y gestora cultural. Evelyn explica que crecieron los alcances de artistas desde virtualidades específicas como Diderot, una plataforma de arte online que además de armar exposiciones virtuales, invita a artistas tecnológicos a hacer set audiovisuales en vivo. Uno de los invitados fue el artista de realidad aumentada Rafael Parra-Toro (@parratoro, con más de 25 mil seguidores).
Twitch también colaboró en la expansión multired. El canal _videonicx gestionado por el artista digital Javier Plano, hace transmisiones quincenales invitando a otros artistas a pasar sus videos.
“No existen artistas que se pongan a crear solamente desde la web. Es necesario un anclaje en lo cotidiano y un reflejo de la realidad para poder hacerlo; por eso las plataformas los potencian: no parten de ellas, sino hacia ellas”, reflexiona Evelyn.
En ese mundo de video-instalaciones se mezclan nombres locales como los de Nic Motta y Claudia Valente proyectando secuencias aceleradas de plantas, animales, células y medusas en “Geometrías en danza y colisión”, o Mateo Amaral que imagina un futuro apocalíptico en que la inteligencia artificial recrea una humanidad extinta. Estos proyectos forman parte de “Territorio”, la exposición virtual propuesta por Fundación PROA en la que los artistas “se preguntan cómo las nuevas formas de comunicación inciden en nuestras vidas cotidianas”.
El arte en la web tiene un anclaje importante en los años noventa con el surgimiento del Net.art, el concepto que refiere a las producciones artísticas realizadas “ex-profeso” para Internet. Creado en 1995 por el esloveno Vuk Cosic, abrazó a muchos artistas que solamente creaban con herramientas web, desde el experto en comunicación virtual, Mark América hasta la argentina Amalia Ulman. Ésta última reside en Los Ángeles y es reconocida por sus video instalaciones con historias ficcionales que tienen más de 148 mil seguidores en Instagram (@amaliaulman).
Jorge Blanco tiene más de 33 años como profesional del arte. Su pasión por los dinosaurios lo llevó a estudiar de muy chico escultura y hoy es un referente “paleoartista”.
“Las redes son un campo de exhibición para los artistas; antes había gente que no podía mostrar su trabajo y ahora los ven en todo el planeta”, reflexiona Jorge que reconoce no estar tan activo en las redes pero asume la importancia de la llegada que tienen.
“Los jóvenes que ya tienen el conocimiento digital incorporado hacen el camino inverso al nuestro: buscan estudiar lo tradicional de ensuciarse las manos con arcilla y sentir el material”,
Blanco recomienda a Bobby Chiu (@digitalrobert, 323 mil seguidores), el ilustrador que trabajó para estudios como Dreamworks, Warner y Disney. Su canal de YouTube llega a los 228 mil seguidores.
En Twitter, el usuario @gustygodoy postea unos dibujos de Mickey, Donald, Tom, Jerry, el Demonio de Tasmania y sentencia: “hay que colgarlos en el Louvre”. Son los retratos digitales de Gal Yosef, que comparte su material en la plataforma Artstation. El cruce de redes parece favorecer la difusión.
“La industria cultural es uno de los sectores más golpeados con la pandemia; por un lado aumentó el consumo de streaming, videojuegos y podcast pero los beneficiados en general fueron las grandes plataformas y no los artistas individuales o pequeños estudios”, explica Romina Gala, Lic. en Sociología (UBA) experta en Comunicación y Redes.
“Las redes permiten visibilidad y comunicación de las obras, incluso entre los mismos artistas. También para encarar reclamos colectivos, bolsas de trabajo y venta de las propias obras”, resume.
Volviendo a los robots de Asimov, el futuro cercano parece atravesado por la humanidad. Esa que se expone en el arte y se sirve de lo tecnológico para brillar.
*Integrante del Equipo de Investigación de Perfil Educación.
por Mariano Cervini*
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