Es la primera gran muestra del año y está dedicada a uno de los artistas argentinos más famosos dentro y fuera del país: Guillermo Kuitca. Pero no se trata de una retrospectiva ni se expone su material reciente. “Kuitca 86. De Nadie olvida nada a Siete últimas canciones”, en Malba, exhibe los trabajos del artista de la década del 80, con el año 1986 como eje. Más precisamente, la muestra reúne cuadros, dibujos y material de archivo de tres series que son un hito en su estética: “Nadie olvida nada” (1982), “El mar dulce (1983) y “Siete últimas canciones” (1986).
“La intención es hacer foco en 1986, con fugas puntuales a series icónicas inmediatamente anteriores y posteriores. La estrechez de la ventana temporal ‒una especie de inicio del Big Bang kuitquiano‒ trae al presente a ese artista jovencísimo que empezaba a encontrar en las nuevas pinturas, de una carga experimental altísima, un lenguaje muy propio en concordancia profunda con su época”, explica Sonia Becce, co-curadora de la exposición y colaboradora constante de Kuitca.
“El Kuitca del 86 nos invita a localizar la fuerza en los procedimientos antes que en los temas, en las variaciones lentas y en la táctica de la diseminación antes que en las transformaciones drásticas”, dice Nancy Rojas, la otra curadora de “Kuitca 86”.
En relación con Malba, algunas de las obras reunidas pertenecen a la colección permanente del museo y a la personal de Eduardo Costantini. Pero hay otra conexión especial con el artista: “Guillermo Kuitca. Obras 1982-2002”, en 2003, fue su primera exhibición en la Argentina desde 1986, en un Malba casi flamante. Y la muestra que inició esa larga ausencia del artista de las salas argentinas fue “Siete ultimas canciones”, que hoy forma parte de “Kuitca 86”.
Un arco temporal que renueva el vínculo de un artista y una institución centrales en el arte del país.
Perfil de un creador
Si todo artista se define a través del relato de su propia trayectoria, el de Guillermo Kuitca gira una y otra vez, con énfasis, alrededor de su precocidad.
“En una foto de 1963 se ve a un niño de dos años, sonriente sobre la cama, rodeado de sus dibujos. Es Guillermo Kuitca que ha sufrido un desgarro en una pierna y debe permanecer en reposo por un período prolongado. No parece nada contrariado. Ha empezado a garabatear con entusiasmo usando crayones, lápices y papeles que le acercan sus padres para hacer más tolerable el reposo obligado”. Así refleja Sonia Becce la escena inaugural de su vocación, en el texto que escribió para el catálogo de la muestra.
En 1986, el jovencísimo Kuitca tenía tan solo 25 años y llevaba ya más de una década dedicado profesionalmente al arte (su muestra inaugural había tenído lugar 12 años antes, en la mítica galería Lirolay). Visto desde esta perspectiva, su curriculum profesional produce vértigo. Porque además se trata de una trayectoria desarrollada casi enteramente en el exterior, aunque Kuitca siempre produjo en la Argentina.
Desde los años '80 expuso en los principales museos y galerías del mundo, desde Nueva York a Corea, en muestras individuales y antológicas. Fue representante de la Argentina en la edición 52 de la Bienal de Venecia y curador de la Fundación Cartier. Además, creó en el país un programa pedagógico que ya es un mito, la “Beca Kuitca”, que tuvo 5 ediciones entre 1991 y 2011 y que fue un importante semillero de artistas jóvenes.
El teatro fue su segundo campo de actividad. Escribió junto a Carlos Ianni tres obras y realizó escenografía para óperas y piezas teatrales. Los telones del Teatro Colón y de la ópera de Dallas son de su autoría.
Uno de sus últimos trabajos es una intervención mural en la capilla del Museo Picasso de París. En México, se exhibe en este momento “Lorca/Kuitca. Vals en las ramas” en el Museo de Arte de Zapopan, con obras de los dos artistas, una exhibición que luego pasará al Centro Federico García Lorca de Granada.
El MoMA (The Museum of Modern Art), el Guggenheim Museum y el Metropolitan Museum de Nueva York, el Stedelijk Museum de Amsterdam, el Reina Sofía de Madrid y la TATE tienen obras de Kuitca en sus colecciones.
La muestra
Becce y Rojas, curadoras de “Kuitca 86”, señalan a las obras que componen la muestra (procedentes de varias colecciones, algunas nunca vistas, aportadas por el propio Kuitca) como una matriz de temas y procedimientos que reaparecerán en la obra futura del artista o que representan la antesala de un cambio posterior.
Es importante olvidar, además, que en estos años Kuitca crea en relación con un campo intelectual y cultural en plena ebullición, después del fin de la dictadura. Las obras “Del 1 al 30.000” y las figuras femeninas de espaldas de “Nadie olvida nada” pueden leerse, claramente, como la marca de una etapa negra de la Argentina que recién empieza a revisarse.
El teatro es el otro canal creativo de Kuitca pero también fuente de inspiración para la pintura, a través de figuras como Pina Bausch, a quien el artista sigue y estudia en sus presentaciones en la Argentina como en el exterior. Fellini, von Trotta, Kurosawa, Pasolini, Buñuel, Herzog, Polanski y Rainer Werner Fassbinder pueden señalarse, además, como creadores que lo inspiran en esos años.
En este tiempo las camas se consolidan como leitmotiv recurrente. “Es la piedra Rosetta, su punto de partida y el lugar al que vuelve más a menudo. Kuitca tiene pinturas con camas, de camas y sobre camas”, señala el crítico de arte Jerry Saltz, citado por Sonia Becce en el catálogo. En Malba se pueden ver las primeras. Una pequeña, sobre fondo amarillo, según cuenta el artista, permaneció en su estudio durante años apoyada en una pared, inadvertida.
Y todavía hay figuras humanas en las series “El mar dulce” y “Siete últimas canciones”, pequeñas siluetas perdidas en espacios inmensos, sujetas al drama teatral que tiene lugar con colores plenos e intensos.
Bocetos, recortes de diarios, fotos históricas de amigos y artistas completan la muestra y dan un marco de época a las pinturas. En ellas se evoca un clima y un tiempo. Una geografía cercana y conmovedora de la que Kuitca es testigo fiel.
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