Leiba Wolf Faiwel nació en Polonia en 1899, pero después de la Primera Guerra Mundial se vino a vivir a nuestro país, se quedó aquí durante 15 años y se naturalizó como argentino. En 1932, decidió volver a Europa y montar una fábrica textil en Milán junto a sus hermanos. La sociedad duró poco, porque su familia tuvo que abandonar Italia a causa de una de las primeras medidas antijudías que tomó el gobierno fascista: prohibir la residencia a quienes se habían establecido en el país después de 1918. La ciudadanía argentina fue lo que le permitió a Leiba permanecer en Milán y continuar con su negocio. Y no solo eso, esta condición lo protegió también a la hora de encarar una de esas empresas infrecuentes pero imprescindibles a las que, por suerte, algunos hombres de bien se dedicaron bajo el imperio del nazismo. Faiwel fue uno de responsables de una iniciativa llamada “La Mensa dei Bambini”, por la cual se daba un plato de comida todos los días a los niños judíos que lo necesitaban. Muy pronto, en virtud de las persecuciones, esas necesidades aumentaron y el beneficio se extendió a otras carencias, como la atención médica y la vestimenta. Gracias a su inmunidad, el empresario pudo proteger a muchas familias judías a lo largo de la guerra. Sin embargo, la ruptura de relaciones entre la Argentina y Alemania, en enero de 1944, precipitó el final de la institución. Faiwel fue detenido y enviado a Bergen Belsen en mayo de ese año y no logró salir del campo, a pesar de los reclamos diplomáticos, hasta el final de guerra. Aunque pudo sobrevivir a las penurias de la reclusión, su salud nunca volvió a ser la misma. Y algunos años después, en 1952, Faiwel murió en Milán.
Esta historia no es única. Como Leiba, muchos judíos que vivieron en Europa durante la expansión del nazismo pudieron beneficiarse del estatus especial que les daba el hecho de ser argentinos por nacimiento o adopción, para protegerse del peligro que corrían.
Sus historias forman parte de una investigación que puede conocerse visitando virtualmente el Museo del Holocausto de Buenos Aires (ver recuadro).
Aquí, los datos fundamentales de un capítulo casi desconocido del pasado argentino, con protagonistas y situaciones que merecen ser recordadas.
Investigación
Herold Jensen Svarre nació en la Argentina en 1909 y creció en Dinamarca. En 1943 se unió a la resistencia danesa y en 1944 fue detenido y condenado a muerte. El consulado argentino en Copenhage no lo tenía en sus registros, por lo que sus funcionarios se enteraron de su situación a traves de los diarios. El diplomático Alberto H. Bafico pidió clemencia por él ante las autoridades, alegando que para la Argentina, todas las personas nacidas en su suelo tenían esa nacionalidad. Pero ya las relaciones de nuestro país con Alemania (que ocupaba Dinamarca desde 1940) estaban rotas y el argumento no sirvió de nada. Svarre fue ejecutado por atentar contra la seguridad alemana. Hoy puede verse su nombre grabado en el monumento a los 91 resistentes daneses caídos durante la Segunda Guerra Mundial, en el parque memorial de Ryvangen de Copenhague.
“Los nazis eran muy cuidadosos con los judíos argentinos, excepto cuando participaban de alguna actividad en la Resistencia. Esta fue la situación hasta enero de 1944, mientras hubo relaciones diplomáticas con la Argentina. Otra razón para ese tratamiento más atento, era que en nuestro país vivían 250.000 germano-parlantes que podían resultar amenazados si Alemania no respetaba a los ciudadanos argentinos que estaban en Europa”, explica Marcia Ras, historiadora e investigadora asociada al Museo del Holocausto, donde explora la vida bajo el régimen nazi de los argentinos nativos o naturalizados.
“Mi investigación abarca a los ciudadanos argentinos que fueron víctimas de persecución política, militantes del partido comunista, veteranos de la Guerra Civil española, pertenecientes a las brigadas internacionales, personas que hicieron actos de resistencia contra los nazis y opositores al régimen. También investigo el caso de judíos que eran perseguidos por el sólo hecho de serlo y a los que la ciudadanía argentina les sirvió de escudo, por pertenecer a un país neutral y hallarse en territorios ocupados por Alemania. Esa persecusión podía ser llevada adelante tanto por alemanes como por sus aliados o colaboradores”, detalla Ras, sobre los límites de su trabajo.
El tema ha sido tan poco investigado que, según cuenta la historiadora, siempre le costó mucho explicar su objeto de estudio. “Para la mayoría, las 'víctimas argentinas', son judíos europeos que tras la guerra se convirtieron en ciudadanos argentinos”.
Sin embargo, fueron muchos más de lo que podemos imaginar, aquellos argentinos a quienes la ocupación nazi los encontró viviendo en Europa por distintos motivos, sin posibilidades de volver a Sudamérica. Como ejemplo, Ras cita el caso de la familia Gompers.
Renée Lehmann de Gompers había nacido en Buenos Aires en 1898, pero conoció a su marido Sylvain, en París. Juntos volvieron a la Argentina donde nacieron sus dos hijos, Francisco y Nicolasa. Toda la familia se instaló años después en Mónaco. A partir de 1943, sufrieron la persecución de italianos y alemanes y a pesar de ser una familia muy rica, vivieron grandes penurias económicas. Los diplomáticos argentinos hicieron lo posible por protegerlos, instándolos a volver al país, pero sus actividades en la Resistencia impidieron salvarlos de la persecución de la Gestapo. Toda la familia fue deportada a Auschwitz. René no figura en los registros del campo por lo que se sospecha que murió en el camino. Sylvain falleció allí y su hijo Francisco, en el campo de Flossenburg. La única que se salvó fue Nicolasa, que logró ocultarse con un nombre falso en diferentes domicilios hasta el fin de guerra y, luego, se fue a vivir a Israel.
Ejemplos
Durante años, la historia de Mathilde Bueno fue la única conocida de una argentina víctima del Holocausto. Nacida en Buenos Aires, sus padres se establecieron en Europa, primero en Bulgaria y luego en Grecia. Cuando los alemanes ocuparon la ciudad de Salónica donde vivían, los deportaron junto a otros ciudadanos judíos. La madre de Mathilde no quiso dejar sola a su hija, aunque su nacionalidad la protegía de una muerte segura y la llevó con ella. Los tres fueron gaseados en Auschwitz
“Busco agujas en un pajar”, así describe Marcia Ras su enorme trabajo para encontrar estas historias heroicas y trágicas, que rastreadas a través de referencias familiares o en los archivos de la Cancillería o a partir de noticias en los diarios de la época, constituyen un acervo simbólico muy importante para nuestro país. En la página web del Museo del Holocausto, hay que buscarlas bajo el título “Investigaciones”, en la solapa “Educación”.
Como conclusión, vale la pena repasar la historia de Meir Berliner, tal vez la más conocida y ejemplar de un ciudadano argentino enfrentado al poder nazi. Prisionero en Treblinka, Berliner intentó alentar a sus compañeros en el campo a una rebelión, pero no lo logró. El 11 de septiembre de 1942 fue seleccionado para ser ejecutado y eso lo decidió a apuñalar al guardia SS que estaba junto a él. Luego del hecho, abrió su camisa y dijo: “Por favor, no tengo miedo. Pueden matarme”. Su ejemplo inspiró el intento de fuga de Treblinka que tuvo lugar en agosto de 1943 y, hacia el futuro, se transformó en un símbolo para quienes sufrieron la crueldad del régimen más sangriento de la historia.
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