¿Qué es el arte?, ¿qué cosas son consideradas arte? ¿Qué hace que un sujeto devenga artista y un objeto, obra de arte?, ¿qué ocurre en la interferencia entre esas dos entidades?, ¿con qué parámetro se miden las fronteras del arte?, ¿cuándo en lugar de arte se trata de impostura? No hay respuestas definitivas para estas preguntas. De todas las esferas de la cultura el arte es la más refractaria a las definiciones. Y no es por falta de atención. La estética, como rama de la filosofía, nació con la filosofía misma.
Etimológicamente, arte es hacer, producir valiéndose de diferentes técnicas. En Grecia el término “tejné” significaba arte, realización, creación. No solamente refiriéndose a lo que hoy llamamos bellas artes o arte propiamente dicho, sino también a lo que llamamos artesanía, técnica o habilidad para transformar objetos, espacios, situaciones. En el arte bello se trata de un cambio que aporta valor estético y gozo perceptivo. Una roca que se convierte en escultura. Sonidos que producen música. Desplazamientos que devienen danza. Distribución del espacio transformada por la arquitectura.
Platón define el arte como conjuntos de reglas para intervenir algún aspecto de la realidad y recrearlo. Agrega que existen tantas artes como tipos de objetos o de actividades y categoriza a las artes de manera jerárquica. Pone en el escalón más bajo el arte manual u oficio y en el más elevado el arte ideal o intelectual. Este arte superlativo tiene que ver con la belleza, la única idea de su “topus uranus” que podemos registrar en nuestro mundo, este en el que vivimos, que para Platón es apariencia. Las ideas, en cambio, son reales, pero residen en el más allá.
Ahora bien, ¿se puede encontrar acaso registro material de las ideas? ¿Se puede “percibir” algo de la “justicia” o de la “verdad” o del “bien”? No, porque existen actos de justicia, pero se trata de relaciones, de procesos, de significaciones; no existe un “objeto justo”. Otro tanto ocurre con la idea de verdad o de bien. Sin embargo, podemos percibir el reflejo de la idea de belleza. Pero la fugacidad de su fulgor (la belleza en este mundo es perecedera) obedece a la degradación de la materia, aunque permite al menos atisbar lo que será la belleza propiamente dicha que, para Platón, es la verdad. Esa que de modo absoluto sólo reside en un trasmundo.
Por otra parte, a pesar de que desde antiguo se considera que la poesía es algo así como el paradigma del arte, Platón descalifica a los poetas, pues considera que imitan la realidad. Una imitación es una copia de algo original, insustituible, único. El filósofo de las realidades ideales no quiere simulacros, ama originales. Ellos son la verdad. En este aspecto se pliega al imaginario griego que asimilaba belleza, bien, justicia y verdad. Se trata de ideas que comparten el mismo rango.
Aristóteles, desde su perspectiva, distingue estados en los que el alma posee la verdad: el arte, la ciencia, la filosofía y la razón intuitiva. El arte se distingue de los otros tres en que posee la capacidad de transformar un fragmento de realidad mediante métodos o técnicas. En los análisis aristotélicos se encuentran las bases para entender el término “arte” como designando “el” arte o conjunto de las bellas artes: pintura, escultura, poesía, arquitectura, música. He aquí las artes tradicionales. Luego se agregarán la danza, la fotografía, el cine y las artes performativas.
Se han debatido con frecuencia las relaciones entre arte y naturaleza. Lo común en la mayor parte de los autores griegos –en rigor, hasta comienzos de la época moderna– era poner de relieve que el arte “imita” a la naturaleza. Este concepto varió: ya no se trata de imitar sino de concebir y crear. Arte es imprimir una impronta diferente al objeto tocado por la creación. Sorprender, conmover, perturbar con estímulos sensoriales dando lugar a una experiencia única: el goce estético. Percepción sensorial producto de un concepto. Hegel define el arte como materialización de ideas.
El arte es belleza pero, ¿qué es la belleza? Desde Aristóteles, belleza es armonía entre la medida y el orden. Es sinónimo de hermosura como equilibrio. Equidistancia entre las partes, coherencia, proporción, simetría. Theodor Adorno dice que la formalización de lo bello, en el arte, es un momento de equilibrio que es constantemente destruido, porque lo bello no puede retener la identidad consigo mismo, sino que tiene que encarnarse en otras figuras que se le oponen.
Entre fines del siglo XIX y principios del XX surgen obras que subvierten los cánones de belleza históricos. Las vanguardias artísticas, la crítica a los academicismos y las transgresiones de distintas proveniencias innovaron los cánones estéticos. No hay criterios igualadores respecto de que el arte sea belleza u horror o desequilibrio. Se discute si el arte debe ser bello o si su única función es transgredir, conmocionar, sorprender. Hay acuerdo, en cambio, respecto de que la percepción sensorial está en conexión con los conceptos y que se llega a resultados estéticos no sólo desde el talento del artista sino también desde el manejo de las técnicas. Toda obra artística las necesita, pueden ser sonoras, plásticas, espaciales, simbólicas; representativas o abstractas; analógicas o digitales. Porque el arte, más allá de las escuelas, corrientes o puntos de vista, continúa siendo “tejné”.
Actualmente el arte ha entrado también en los cánones de la empresa, entendiendo empresa como modelo hegemónico del imaginario contemporáneo. Es el mercado el que fija el valor (financiero) de las obras de arte y por “arrastre” suele fijar también el gusto estético. No obstante, persisten los artistas o los movimientos independientes, alternativos o contraculturales que suelen abrirse a la libertad creativa más allá, independiente de, o en contra, del arte-mercado.
Esther Díaz es filósofa y escritora. Autora de “Lo estético es político” (Indie Libros, Colección Tiempos de Filosofía, contenido exclusivo de Leamos).
por Esther Díaz
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