Los últimos datos del INDEC arrojaron un desempleo del 13,1% para el segundo trimestre de 2020, en tanto los y las jóvenes duplicaron esos valores. La desocupación en mujeres menores de 29 años trepó al 28,5% y para los varones se ubicó en 22,7%. Desafortunadamente esta situación es de larga data y tiene raíces estructurales que la explican. Un estudio de investigadores de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de San Martín muestra que los jóvenes enfrentan condiciones de mayor vulnerabilidad en un mercado laboral caracterizado por menores remuneraciones, precarización, desempleo y transiciones laborales inciertas.
Tras la crisis de posconvertibilidad, la economía comenzaba una nueva etapa de reducción del desempleo, creación de puestos de puestos de trabajo, aumento de la formalidad, y un sostenido incremento del salario real hasta 2011. Sin embargo, este proceso no fue homogéneo para todos los grupos etarios de la población. En 2004, el desempleo para personas de entre 16 y 20 años superaba el 40%, jóvenes de entre 21 y 25 años alcanzaba el 22% mientras que el resto de la población se ubicaba en el orden del 13%.
Si bien los jóvenes acompañaban la tendencia general con una tasa de desempleo a la baja, sus valores se ubicaban en niveles que llegaban a triplicar los del resto de la población. A diferencia de lo que se hubiese esperado, este proceso no se debió a la creación de empleo como sí ocurrió en el resto de la población, sino a la drástica caída en la tasa de actividad. Esta última, se explicaba en buena parte por razones de índole formativa y por mejoras en los ingresos de los hogares que no requerían que los jóvenes debieran salir a trabajar.
Así, aun en los momentos de mayor creación de puestos de trabajo para el conjunto de la población, el proceso fue atenuado para el segmento joven. Incluso más débil aún fue la creación de empleo “de calidad” y el alcance del proceso de registración, destacándose una informalidad más alta a la del resto.
De esta forma, el “clivaje joven” identifica controversias en torno a la inestabilidad laboral. Los problemas asociados al empleo por “primera vez” y la mayor rotación pueden definir la voluntad o no en las transiciones laborales, las cuales suelen ser más elevadas en la primera parte del historial laboral. Con este propósito, se analizaron las características relevantes para determinar la entrada mercado laboral, los niveles de remuneraciones y sus determinantes para el segmento joven. De manera esperable, el tipo de contratación resultó el aspecto con mayor capacidad explicativa en el ingreso laboral juvenil, que sumado al limitado alcance del proceso formalizador, enunció buena parte de la diferenciación joven-adulto en el mercado laboral.
Asimismo, se producía un marcado perfil de inserción sectorial, en industrias con trabajos inestables, con menor calificación ocupacional y mayor desempeño en puestos secundarios para los cuales la experiencia y la formación en el puesto de trabajo se vuelve marginal. Esto provocaba una menor acumulación de experiencia en el trabajo, una inserción en tareas periféricas y de menores requerimientos educativos, que potencian un peligroso circuito para el empleo joven. Esta dinámica comienza con una inserción laboral precaria, en puestos poco calificados, con una baja acumulación de experiencia, sumando un bajo costo de despido tanto en términos de indemnización como de facilidad de reemplazo en la propia matriz ocupacional que ubica a los jóvenes en tareas prescindibles.
Por último, el género añade una complejidad adicional en la dimensión juvenil. Los ingresos de las mujeres jóvenes son menores, sus tasas de empleo significativamente más bajas y el desempleo más alto. La dimensión que más pondera en esta situación es la presencia de menores en los hogares, sean hijos/as u otra relación parental dado que son las mujeres quienes absorben las tareas reproductivas y de cuidado, posponiendo su ingreso al mercado laboral y, en muchos casos, sus actividades educativas. Esta situación se observa con mayor fuerza en los hogares de menores ingresos donde esperablemente resulta mucho más lejana la posibilidad de tercerizar este tipo de servicios.
La evidencia observada lleva a concluir en la importancia de la creación de puestos de calidad y el diseño e implementación de políticas públicas que atiendan las particularidades del segmento joven, en especial para las mujeres provenientes de hogares de menores ingresos.
* Los autores de este artículo son:
Julián Leone: licenciado y magíster en Economía (FCE-UBA). Especialista en Mercados de Capitales BYMA.
Jorge Lo Cascio: licenciado en Economía (UBA).
Federico Favata: licenciado en Economía (UNSAM) y maestrando en Econometría (UTDT). Becario doctoral del Centro de Investigaciones Macroeconómicas para el Desarrollo (CIMaD – EEyN UNSAM).
por Julián Leone, Jorge Lo Cascio y Federico Favata
Comentarios