Del “sí quiero” a la división de bienes

Uno de cada dos matrimonios termina en divorcio y el plazo promedio en el que la unión "se sostiene en el tiempo" es de 12 años.

El divorcio implica afrontar un proceso solitario por naturaleza. Es común tener sentimientos desencontrados hacia la otra persona, tomar distancia o atribuirle cierta culpa. Esta situación puede empeorar cuando el contexto no acepta el divorcio, ya que causa más obstáculos a la pareja y la pérdida de manera repentina de una importante red de contención.

Es una realidad cada vez más frecuente, y pese a que la manera de gestionar y resolver una separación depende en gran parte de las personas implicadas, no siempre una ruptura tiene que significar un proceso conflictivo, puede ser en buenos términos, y debería serlo, sobre todo cuando hay hijos en común.

Una separación pacífica tiene lugar cuando ambas partes acuerdan que el divorcio es la mejor opción, y aunque suele ser poco común, se da generalmente en parejas que han recibido un adecuado acompañamiento y ayuda profesional.

En estos procesos, no sólo es importante evitar dilaciones innecesarias, resolver las diferencias a veces lleva tiempo, y el tiempo siempre se traduce en dinero. En ese sentido es crucial, antes de tomar cualquier decisión, asesorarse también financieramente para analizar las posibles variables y reducir el estrés vinculado a discusiones patrimoniales.

Para los niños es muy importante que sus padres sean capaces de esforzarse por ser civilizados y crear un contexto que los proteja de temas tan delicados. No se espera que los hijos vean a la separación como un éxito romántico, pero sí que sea respetuosa, considerada y centrarse en mantener el cuidado de una paz que, frecuentemente puede tornarse muy frágil, pero que ayude y sirva de motor a los niños, para que incluso, puedan ir elaborando y enfocando sus propias relaciones sentimentales de manera saludable.

El nuevo Código Civil y Comercial, despliega a través del Convenio Regulador un amplio abanico de posibilidades para consensuar y establecer las alternativas que mejor se adapten a la nueva relación y dinámica familiar.

Este Convenio consagra la autonomía de la voluntad de las partes, regula los efectos derivados de la disolución del vínculo, permite realizar una presentación conjunta, que debe contener las cuestiones relativas a la atribución de la vivienda, la distribución de los bienes, y las eventuales compensaciones económicas entre los cónyuges; al ejercicio de la responsabilidad parental, en especial, la prestación alimentaria.

Si el divorcio es solicitado por uno solo de los cónyuges, el otro puede presentar una propuesta distinta. Si existe desacuerdo, o si el convenio regulador perjudica de modo manifiesto los intereses de los integrantes del grupo familiar, no se suspende el dictado de la sentencia de divorcio, porque todas las cuestiones pendientes deben ser revisadas y resueltas por el juez.

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