Casi el mismo día que el gran unicornio argentino, Mercado Libre, tocaba los US$ 100 mil de capitalización de mercado, la otra gran empresa nacional luchaba para no dejar de ser un unicornio. Luego de una semana con altibajos y rumores de todo tipo, entre los cuales estuvo el recambio de su presidente, Guillermo Nielsen, la mira de YPF estaba puesta en su propuesta de refinanciar los bonos que había emitido en época de vacas gordas, ahora que el Banco Central restringe el acceso al dólar oficial a las empresas. Todo eso se trasladaba a la cotización de su acción, castigada por los diversos cepos, congelamientos y restricciones políticas a las que fue sometida casi desde su peculiar reestatización parcial en 2012. En los últimos cinco años el derrumbe de su cotización fue notable: perdió casi el 90% en su valor en dólares. Cabe recordar que YPF no es una empresa estatal, sino que es de naturaleza privada, regida por la Ley 19.550 de sociedades comerciales y está presente en los mercados de valores.
La situación del sector fue crítica durante la pandemia, a lo que YPF agregó un elemento de estrés financiero. En todo el mundo, el precio del barril de petróleo cayó a mínimos en casi 15 años, mientras las principales economías industriales del mundo apagaban sus motores. En tanto, el precio interno de los combustibles, pilar de las finanzas de la compañía, permanecía quieto y las provincias petroleras clamaban por un “barril criollo”: un precio sostén para que no se caigan sus regalías. Al cierre de esta nota, el petróleo cotizaba 120% más caro que en su punto más bajo de 2020 y las proyecciones indican que seguiría subiendo, fortaleciendo de este modo la explotación de yacimientos que serían antieconómicos con los valores deprimidos del año pasado.
Los plazos de la deuda
El próximo 23 de marzo, YPF debe hacer frente al pago del bono Clase XLVII, lanzado en marzo de 2016, por US$ 412,6 millones. Una cifra que no debería traer mayores inconvenientes a una compañía petrolera con su producto con precios en alza pero que debe conjugar con las restricciones financieras, cambiarias y productivas a las que se ve sometida por la fuerte gravitación de su accionista principal: el Estado Argentino. El canje de deuda lanzado por la empresa abarcó otras emisiones con vencimientos posteriores por US$ 6.200 millones en total. Mejorando la oferta inicial realizada el 14 de enero que buscaba oxígeno financiero ante la escasez de reservas en el Banco Central y de fondos ávidos de apostar nuevamente. El ahorro perseguido sería de algo más de US$ 800 millones (el cupón de marzo más los intereses del resto), cuando la inversión propuesta para 2021 está en el orden de los US$ 2.700 millones: bastante más que los US$ 1.600 millones de 2020 y menos que los US$ 3.500 millones de 2019.
La decisión es de utilizar el colchón que se lograría si se cuenta con el beneplácito de los bonistas para fondear un plan de inversiones destinado a aumentar en más de 70% el gasto del año pasado y un 90% el orientado al “upstream” (extracción) para estabilizar e incrementar la producción de gas y petróleo. Los analistas hacen foco en su destino: si los fondos se aplican de tal manera que la productividad le permita generar valor, el flujo de fondos aseguraría el repago de esta inversión. Pero si continúan las restricciones a los precios y la intención de “desdolarizar” la actividad, el panorama no será alentador. Por eso el canje de deuda es más factible para el cupón de marzo y presenta reticencia de los acreedores a financiar más allá un proceso que ven más alineado con las necesidades políticas del Gobierno que de la empresa. El virtual control estatal sobre el precio de los combustibles o la no adecuación de las tarifas de gas y luz para el año electoral en curso, terminarán afectando los ingresos de la compañía, como ya lo hacen la brecha cambiaria y una menor autonomía financiera.
Identidad corporativa de YPF
En el fondo, lo que desestabiliza a la empresa es una crisis de identidad corporativa que, en el caso de una compañía que cotiza en bolsa, se termina cristalizando en su cotización de mercado. Para el sector fue un año duro, pero si miramos un tramo más largo de su actividad, también perdió terreno frente a otras compañías petroleras, incluso otras de carácter estatal o mixto, como es su caso. En los últimos cinco años, por ejemplo, YPF perdió las dos terceras partes de su capitalización bursátil, mientras que Petrobras (Brasil) la triplicó y Ecopetrol (Ecuador) la duplicó. En ese lapso, la producción cayó para YPF algo más del 10% contra las subas del resto de las petroleras estatales o mixtas de la región; y otro tanto ocurrió con sus ganancias: el EBITDA se desplomó al 40% de lo que se anotaba en 2015 pero la deuda aumentó un 20% en dólares. Así, la tasa que pagaba era algo más del doble que la que afrontaba Pemex (México) y el triple que la de Petrobras o Ecopetrol.
¿Qué las diferencia, siendo también el management petrolero uno de los más globalizados y homogéneos? Probablemente el peso que los factores que sí diferencia a una empresa con un propósito de largo plazo (que incluya factores ambientales, sociales y participativos) tengan su propio rol alineado con lo proclamado: que se puedan medir para así controlar. Más previsibilidad, menos discrecionalidad, menos Gobierno y más Estado, si fuera la elección. Porque el mercado lo detecta y sobreactúa.
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