Thursday 2 de May, 2024

ESPACIO NO EDITORIAL | 29-03-2024 09:47

Ser hijo en los tiempos de las familias liquidas

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En palabras  de Bauman, sociólogo  y filósofo  polaco, el mundo actual se caracteriza por su estado fluido y volátil. Es lo que  el mencionado autor  denomina, sociedad líquida. Ésta es una sociedad en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos y , lamentablemente,  las relaciones  entre padres e hijos no son la excepción a la regla.

Como terapeuta familiar con cuarenta años de ejercicio profesional, he visto pasar  varias generaciones de familias argentinas. Los cambios, cada vez más radicales,   estallaron de forma definida a partir del 2001 y temeraria luego  de la  pandemia.

Hasta ahora, nunca había visto padres que, ante hijos con serios problemas, presentaran   tanta dificultad para asumir su rol parental. Esto implica permitir que sea el hijo problematizado quien, con enormes y evidentes dificultades, sea quien lidere el proceso terapéutico, desafiando incluso, a través del deseo, opinión, motivación, etc. de su hijo, las indicaciones básicas que se dan en casos graves del padecer adolescente

Consensuan con hijas que sufren anorexia nerviosa, si el método ofrecido de re habituación alimentaria es adecuado o no para ella o si el hijo abusador de alcohol o drogas diversas, debe asumir su problema y hacer tratamiento. Delegan en los hijos, el modo en que estos asumirán sus responsabilidades académicas en el secundario, permitiendo que dejen apiladas materias para luego rendirlas entre diciembre, marzo e incluso, por qué no, al año siguiente. Y así puedo seguir haciendo una larga lista.

Dejan así abandonados a sus criterios a sus hijos, aún muy jóvenes y con serias dificultades, para que sean ellos quienes tomen decisiones que, aún un adulto en su lugar, le resultaría muy difícil y complicado. Así es cómo esta forma de crianza, va dejando su huella, la estela que perseguirá a la familia a lo largo de su próxima etapa, cuando entrando en etapas de la post adolescencia e incluso en la joven adultez, se topen con hijos perdidos, sin capacidad de asumir obligaciones, deprimidos, metidos en drogas, procastinadores obsecuentes, dependientes absolutos. Cuando esto ocurre, la familia entra en crisis a repetición, naufraga en la desesperación, se abruman, condenan y juzgan al hijo, ahora ya mayor, que sigue cometiendo errores y desmanes, ya no sólo con su vida, sino arrastrando con él, también  a todos. 

No puedo dejar se preguntarme, ¿qué es lo que les pasa a estos padres? ¿Cuál  es el motivo o la causa que los ha llevado  a adoptar formas tan  ambiguas y amorfas, liquidas y estériles  en el ejercicio de su rol?

Ésta pregunta se la hacen profesionales interesados en sociología de la familia, los terapeutas y otras áreas ligadas a educación. ¿Cómo podemos hacer para enderezar este camino que se desvió y se pierde progresivamente? Con el paso  del tiempo  observamos con preocupación  cómo  se fueron licuando y evaporando  alianzas que antes fueron de naturaleza indestructible como la  familia y la escuela. La caída de una autoridad sana y necesaria sigue siendo no asumida y hasta estigmatizada. Una locura que no resiste el menor análisis.

Nuestros hijos son de cristal, porque nosotros vamos siendo de goma. Una laxitud y flexibilidad excesiva y desmedida, una permisividad  sin límites, una justificación y defensa absoluta  de nuestros hijos ante lo que hayan hecho, que se vuelve inadmisible. Nuestros hijos, devienen extensiones narcisistas de nosotros mismos, y ante la sociedad no tienen defectos  ni cometen errores y quien los marque no sólo  esta equivocado sino que generalmente, es  castigado con la crítica, la desaprobación, cuando no la violencia por sugerir e insinuar tal error.

Así es cómo vamos generando y siendo co autores de nuestros desgraciados futuros familiares e instalamos en nuestras sociedades a ciudadanos muy precarios para tomar decisiones adultas en el mundo que les espera, que por cierto, de cristal no tiene nada.

¿Estamos a tiempo de revertir semejante raid de equívocos y negligencias? En verdad, no lo sé. Pero, de lo que sí estoy seguro es de la imperiosa necesidad que nos urge de tomar conciencia de nuestros errores y comenzar a construir nuevas prácticas en el ejercicio de nuestro rol como padres.  Entonces, ¿debemos intentar un viraje? Sin dudas, es una obligación, incluso de índole moral hacerlo. 

El Estado debería también hacerse presente, al menos en los Tribunales de Familia, y en otras instituciones relacionadas a la familia de orden estatal, cuya tarea constato como bastante fallida. Es tarea de todos, debemos aunar recursos y esfuerzos en una solución comunitaria, porque el daño hecho es muy grande y sabemos, aquellos que ya hemos vivido algún tiempo, que el futuro trae siempre a cobrar sus cuentas.

por CEDOC

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