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SOCIEDAD | 03-03-2023 12:42

Argentinos con "Sindrome de Estocolmo"

La patología fue utilizada por diputados opositores en redes sociales para referirse a la empatía con quienes los apresan. ¿Cómo se define?

Luego del discurso del presidente Alberto Fernández en la apertura de Sesiones del Congreso, “síndrome de Estocolmo” fue tendencia en Twitter. “Qué impresionante el síndrome de Estocolmo que padece la sociedad Argentina”, tuiteó el diputado Fernando Iglesias. luego de haber mantenido un duro cruce con el presidente, tras de lo cual abandonó el recinto. “Síndrome de Estocolmo para todos y todas”, agregó el también diputado Jose Luís Espert, con motivo de la aprobación de la moratoria provisional. Lo que los diputados daban a entender, según su perspectiva, es que Argentina está “enamorada de los que la tienen de rehén”. Pero, ¿qué es el síndrome de Estocolmo?

Se trata de una reacción psicológica que padece la víctima de un secuestro en la que desarrolla cierta afinidad y complicidad con la persona de la que es rehén. El nombre proviene de un hecho policial ocurrido, precisamente, en la ciudad suiza: en agosto de 1973, el delincuente Jan-Erik "Janne" Olsson intentó asaltar un banco, y al verse acorralado tomó de rehenes a cuatro personas, luego de lo cual exigió que liberaran a Clark Olofsson, otro criminal que se encontraba cumpliendo una condena. 

A pesar de haber sido amenazados de muerte, (incluso fueron obligados a ponerse de pie en sogas alrededor de sus cuellos) los rehenes terminaron protegiendo al captor para evitar que fuera atacado por la Policía. Luego del hecho ocurrido los rehenes alegaron tenerle miedo no al delincuente, si no a la propia policía y hasta afirmaron que “confiaban plenamente en Clark” en su asaltante y que “se irían al fin del mundo con él”.  

El término fue usado por primera vez por el psiquiatra y especialista en adicciones Nils Bejerot. Según el especialista, este trastorno temporal no solo está presente en situaciones  de secuestros. Puede ser experimentado por víctimas de violencia doméstica o abuso sexual, prisioneros de guerra, o miembros de diversos grupos sectarios. 

Según el estudio “El síndrome de Estocolmo: una revisión sistemática”, de la psicóloga e investigadora de la Universidad de Guadalajara, Lucía Ester Rizo-Martínez, se considera al síndrome de Estocolmo como parte del denominado “estrés postraumático complejo”, que incluye “idealización del perpetrador”, a partir del cual la víctima desarrolla la esperanza de que si es buena con su agresor este detendrá la violencia o coerción que exige sobre ella.

En un principio, la víctima siente miedo frente a su opresor, pero poco a poco implementa mecanismos de defensa por instinto de supervivencia, que progresivamente hacen que se acerque y hasta empatice con el asaltante. En base a esto, las víctimas lograrían desarrollar sentimientos positivos hacia sus captores, como empatía, o identificación con sus metas. 

  1. El individuo debe ser rehén durante un período significativo de tiempo.

  2. Los rehenes y los secuestradores deben mantener contacto personal continuo. 

  3. Los secuestradores deben tratar a los rehenes amablemente, o por lo menos no abusar físicamente ni amenazarlos verbalmente.

Se han encontrado características comunes en diferentes casos de personas que desarrollaron el síndrome, como el hecho de que en casi todos los casos en los que se desarrolla las víctimas fueron aisladas por sus opresores y amenazadas directamente y cuando tuvieron una oportunidad de escapar no lo hicieron. Incluso, en muchos casos, las víctimas siguen manteniendo sentimientos positivos hacia sus captores luego de que la policía logre capturarlos. 

De todas formas, este padecimiento continúa siendo investigado, ya que aun hay muchas preguntas sobre cómo funciona. Se ha propuesto que el desarrollo del síndrome de Estocolmo depende de diversos factores ligados a la personalidad y antecedentes de cada individuo. Si una persona ha sufrido un hecho traumático o se considere así misma débil, tenderá a identificarse con el agresor como una forma de lidiar con su incapacidad para afrontar los hechos. Esto puede ser agravado si la víctima carece de un conjunto claro de valores que definan la propia identidad, de falta de sentido y propósito en la vida o incluso de sentirse infeliz o disconforme con su situación personal.

por R.N.

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