* * * * * El canto popular uruguayo, el candombe, Spinetta y Eduardo Mateo, el folklore de nuestro país, el rock del suyo; y yendo mucho más lejos, algo de aquellos trovadores y troveros que, en el Medioevo, iban por los pueblos cantando historias. Todo eso puede rastrearse en el trabajo del montevideano Fernando Cabrera, un cantautor que a fuerza de años, de perseverancia, de consecuencia estética y, sobre todo, de mucho talento, ha logrado un muy aceptable grado de popularidad tanto de uno como de otro lado del charco.
Esta vez, se trató de dos conciertos presenciales en la sala principal del SODRE, el emblemático escenario de la capital uruguaya. Con la particularidad agregada –algo que probablemente seguirá siendo explotado en la pospandemia- de que uno de esos recitales se transmitió vía streaming con fácil acceso desde la Argentina, más una semana de permanencia en recitalesapp.com. Y desde lejos lo vimos, a su estilo, sencillo, con su voz y su guitarra, apenas respaldado a ratos por los teclados, una segunda guitarra y/o los coros de Diego Cotelo. “Simple”, como bautizó al disco que estaba presentando.
El nuevo material va en la línea de lo conocido. El amor y el desamor, los recuerdos, la crítica política que nunca se hace panfleto, la religión y sus celebrantes, los amigos, las primeras novias. Esos siguen siendo los temas sobre los que le interesa escribir y cantar a Cabrera. Pero no como un mensajero ideológico que trata de conseguir adeptos o adoctrinar a la platea sino más bien como una suerte de filósofo amateur o como un adolescente que necesita sacar recuerdos, fantasmas y reflexiones de adentro sin demasiada argumentación.
Pero eso que es simple de por sí se hace a la vez profundo, porque no es banal, porque trasciende la temporalidad con cuestiones que nos son comunes a la gran mayoría, porque sus musicalizaciones son las necesarias, porque la guitarra –con algún toque extra- sobra para lo que quiere decir, porque la utilización de pocos recursos no es
pobreza sino austeridad, porque produce alta poesía.
De lo nuevo, bien vale destacar canciones como “50 años de Horacio”, “Cartas de Cristo”, la muy lograda “Creo que te amo”, “Estaba en otra vida” o “Soy un hombre”. Hubo una novedad aún no publicada: Manta y rocío”. Y además, mucho de “lo viejo”, inclusive con piezas que se remontan a los ’80. De ese material más antiguo, fue bueno volver a escuchar composiciones como “Los viajantes”, “Méritos y merecimientos”, “La garra de tu corazón”, “Yo quería ser como vos”, “Puerta de los dos” o su gran logro de síntesis, “Viveza”, que una vez más cantó a capella y con único recurso de una cajita de fósforos como acompañamiento de percusión.
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