Wednesday 9 de July, 2025

NOTICIAS | 23-06-2025 11:03

Pensamiento crítico y resolución de problemas: pensar fuera de la caja.

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En entornos laborales cada vez más complejos y cambiantes, el verdadero valor no lo aporta quien siempre hace todo perfecto o rápido, sino quien es capaz de identificar un problema, analizarlo profundamente y aportar ideas de solución creativas. El error siempre es una oportunidad de mejora. Comprender cómo funciona nuestro cerebro al procesar información, detectar errores y tomar decisiones es clave para desarrollar estas habilidades y aplicarlas con eficacia en el trabajo.

¿Qué entendemos por pensamiento crítico y resolución de problemas?

El pensamiento crítico es la capacidad de analizar información de manera objetiva, detectar sesgos, evaluar evidencias y construir juicios fundamentados. A esto se le suma la resolución de problemas, que implica identificar una dificultad, comprender sus causas y diseñar estrategias eficaces y creativas para superarla.

Estas habilidades se relacionan con el funcionamiento de distintas áreas cerebrales. Por ejemplo, la corteza prefrontal dorsolateral cumple un rol central en la comparación de hipótesis y la inhibición de respuestas automáticas, para permitirnos “pensar fuera de la caja”. Por otro lado, la llamada “red de modo por defecto” se activa cuando conectamos ideas de forma creativa. Y el sistema dopaminérgico —clave en la motivación y la búsqueda de soluciones— se pone en marcha cuando percibimos un desafío como algo alcanzable.

3 claves: metacognición, tolerancia al error y curiosidad dirigida.

Uno de los componentes fundamentales del pensamiento crítico es la metacognición, es decir, la capacidad de pensar sobre cómo pensamos. Este proceso nos permite detectar posibles errores o sesgos antes de tomar una decisión, y se activa cuando logramos poner una “doble mirada” sobre nuestras ideas o reacciones. Entrenar la metacognición mejora el monitoreo del error y favorece un abordaje más preciso de los problemas.

En segundo lugar, la tolerancia al error es imprescindible. En vez de ocultar o minimizar las fallas, los equipos más innovadores son aquellos que las visibilizan, analizan y extraen aprendizajes. Desde el punto de vista cerebral, hablar abiertamente de un fallo en un entorno seguro activa regiones como la ínsula anterior, vinculada con el aprendizaje social y la empatía, lo cual reduce la amenaza percibida y fomenta la mejora continua.

Un tercer aspecto clave es la curiosidad dirigida —es decir, la exploración activa con un propósito—. Este componente potencia la capacidad para resolver problemas de forma creativa. La curiosidad sostenida estimula neurotransmisores como la dopamina y la noradrenalina, que facilitan la flexibilidad cognitiva y la adaptación a lo nuevo sin caer en la dispersión.

¿Visibilizar el error o esconderlo?

La respuesta es hasta obvia: visibilizarlo. La evidencia neurocientífica muestra que cuando las personas identifican un error en un entorno seguro, se activan mecanismos cerebrales que favorecen la reconsolidación del aprendizaje. Por el contrario, reprimir o ignorar el error mantiene activa la respuesta de amenaza —asociada a la amígdala— y reduce tanto la creatividad como la apertura al cambio.

Sin embargo, visibilizar no implica quedarse anclado en el error. Las organizaciones más ágiles hoy apuestan por conversaciones breves, honestas y orientadas a soluciones. El foco está en corregir sin dramatizar y aprender sin estigmatizar.

Una nueva tendencia: del análisis minucioso a la solución viable

Durante mucho tiempo, la cultura organizacional valoró el análisis exhaustivo de errores, con documentación detallada, reconstrucciones cronológicas y reportes que llegaban a ocupar más tiempo que la búsqueda de soluciones. Sin embargo, una nueva tendencia comienza a tomar fuerza: el desplazamiento del foco, desde la revisión minuciosa del fallo hacia la generación ágil de propuestas superadoras.

Esto no significa ignorar el error, sino abordarlo con una mirada más pragmática y orientada a futuro. En vez de buscar culpables o bucles interminables de revisión, se prioriza responder preguntas como: ¿qué aprendimos? ¿qué alternativas tenemos? ¿qué podemos hacer distinto mañana?

Este enfoque se sostiene en lo que la neurociencia ya comprobó: nuestro rendimiento mejora notablemente ante la presencia de emociones agradables. El escrutinio excesivo aumenta los niveles de estrés, frustración y ansiedad. Por el contrario, conectar el error con una acción concreta de mejora, trae aparejadas emociones como: entusiasmo, confianza, optimismo. Además, este nuevo enfoque reduce la sobrecarga cognitiva y moviliza recursos hacia la acción efectiva.

¿Cómo entrenar estas habilidades en el entorno laboral?

Una manera práctica de fomentar el pensamiento crítico y la resolución de problemas en los equipos de trabajo es implementar reuniones breves tipo post-mortem” o Retrospectivas al finalizar proyectos o entregas importantes. En estas instancias, el equipo puede reflexionar rápidamente sobre tres preguntas clave: ¿qué supusimos?, ¿qué salió distinto?, ¿qué repetiríamos? Esta práctica ayuda a consolidar el aprendizaje cuando la memoria está aún fresca y favorece un análisis sin juicios punitivos.

Otra estrategia efectiva consiste en asignar semanalmente a una persona del equipo al  rol de “abogado del diablo”. Su tarea es cuestionar datos, argumentos y decisiones en curso, no para obstaculizar el trabajo, sino para fortalecerlo. Este ejercicio no solo previene decisiones precipitadas, sino que entrena la flexibilidad cognitiva del grupo y lo protege de la llamada “falsa unanimidad”.

Finalmente, llevar un “diario de errores y descubrimientos” individual puede ser una herramienta valiosa. Cada integrante del equipo anota semanalmente un fallo del que haya aprendido y un hallazgo inesperado. Al final del mes, se comparten los aprendizajes en una breve instancia grupal. Esta práctica transforma el error en relato, refuerza la memoria a largo plazo y permite detectar patrones que antes pasaban inadvertidos, a la vez que expone a todos a entrenar su autorreflexión.


Cultivar pensamiento crítico y capacidad de resolución de problemas no es un lujo reservado para expertos, sino una necesidad cada vez más urgente en los entornos laborales. Cuestionar nuestras primeras conclusiones o ideas, poder pensar sobre cómo pensamos y decidimos, compartir fallos en el momento y entrenar la curiosidad de forma cotidiana no solo mejora el desempeño individual y grupal, sino que fortalece la cultura organizacional.

En definitiva, pensar fuera de la caja no siempre es inventar lo inédito, sino muchas veces animarse a mirar lo que ya hacemos con una lente diferente, corrernos de lo obvio y aportar creativamente, tomando una postura honesta y humana ante los desaciertos.

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por CEDOC

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