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OPINIóN | 20-07-2020 15:29

Alberto, la AMIA y el método Groucho Marx

Qué hay tras el sorprendente giro del Presidente con respecto al memorándum con Irán. La hora de la política líquida. 

Hace nueve años, en el invierno de 2011, Aníbal Fernández le dedicó una dura carta abierta al actual Presidente. Los dos bigotes K estaban enfrentados porque Alberto, ya renunciado al gobierno de Cristina, la venía atacando sin piedad, y entonces Aníbal salió en defensa de la jefa. ¿Qué le dijo un Fernández al otro en esa esquela? Que, por la forma despectiva en que hablaba de CFK, le cabía perfectamente la famosa frase del humorista Groucho Marx para caracterizar a los “veletas” y traidores: “Estos son mis principios, pero si no les gustan tengo otros”.

La cita viene a cuento porque el Alberto de hoy sigue en conflicto con el de antes, que a su vez contradice a otro Alberto incluso más antiguo, el que fue socio fundador del kirchnerismo junto con Cristina y Néstor. Es que Fernández fue K, luego anti K y ahora intenta encarnar un peronismo más moderado a mitad de camino entre el cristinismo y la corrección política, una alquimia que realmente se le está haciendo imposible.

Veamos si no lo que acaba de declarar ante el aniversario número 26 del atentado a la AMIA. Para el jefe de Estado, el pacto con Irán –que tan salvajemente cuestionó en el pasado– hoy puede recordarse como un intento del gobierno de  Cristina de hacer Justicia. Así lo explicó: “Inclusive cuando en algún momento se buscó un acuerdo con Irán en ese memorándum de entendimiento, que yo critiqué mucho, en el fondo fue la búsqueda de tratar de destrabar el problema que existía de que no enviaban a los acusados a declarar y a encontrar una solución”. Es decir: el memorándum que negoció CFK y por el cual el fiscal Nisman la denunció por encubrimiento y “traición a la Patria” solo habría tenido la altruista intención de permitir que los acusados iraníes sobre los que pesaban alertas rojas y pedidos de captura internacional de Interpol pudiesen declarar ante la Justicia para precisar su rol en el atentado.

Pero esa interpretación de los hechos a la que se aferra el Alberto de ahora choca con lo que él mismo decía hace cinco años, cuando sostenía que el acuerdo con Irán era un delito. En una columna en el diario La Nación por entonces explicó: “Cristina sabe que ha mentido y que el memorándum firmado con Irán solo buscó encubrir a los acusados. Nada hay que probar. Merced a ese pacto, la evaluación de los hechos quedaría en manos de una comisión que funcionaría en la patria de los prófugos y en la que la mayoría de sus miembros debería contar con el acuerdo iraní. ¿Para qué pactaron ambos gobiernos notificar a Interpol lo acordado, si no era para levantar los pedidos de captura librados?”.

También dijo en una entrevista: “No tengo ninguna duda que ese acuerdo tenía un solo propósito que era torcer el rumbo de la investigación y favorecer la impunidad de los acusados”. Y sostuvo que  “Cristina intentó la impunidad de Irán por razones que, según dice el fiscal Nisman, eran más comerciales que otra cosa”.

¿Se puede cambiar tanto de opinión? ¿Los principios de los que habla Groucho Marx son meros acomodamientos tácticos? ¿Es Fernández un dirigente líquido que, como el agua, se va amoldando a la forma del envase que lo contiene? A favor del Presidente podría decirse que la flexibilidad es muestra de madurez y apertura mental. Y que la política moderna no se hace con dogmas, sino con cintura y pragmatismo.

Así fue como Alberto, quien años atrás hablaba de una Cristina que vivía en “su mundo dual”, que actuaba “como una adolescente”, que sufría “una distorsión de la realidad” y debía “recuperar la cordura”, al final terminó convertido en su candidato. “Está cambiada”, se justificaba cuando propios y extraños lo consultaron sobre esa reconversión increíble.

Pero acaso no es CFK la que más cambió.

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Franco Lindner

Franco Lindner

Editor de Política, columnista de Radio Perfil y autor de "Fernández & Fernández" (Planeta).

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