Ceferino Reato es, por sobre todo, un investigador periodístico. Elige un tema, entrevista, busca las pruebas que corroboren o desmientan sus dichos y lo plasma en forma de libro. Lo hace casi con la frialdad de un cirujano. No aplica otro manual que el de grandes investigadores argentinos como Tomás Eloy Martínez y Rodolfo Walsh. Pero en la Argentina de la grieta, hoy eso puede ser irritante o sospechoso.
Lo volvió a hacer en su nuevo libro, “Masacre en el comedor. La bomba de Montoneros en la Policía Federal. El atentado más sangriento de los 70”. Como en sus otros trabajos, Reato escribe con un estilo despojado lo que fue un atentado que en su época conmocionó al país. Ocurrió el 2 de julio de 1976, a cien días de instaurada la dictadura. Dejó 23 muertos y 110 heridos. Montoneros asumió el hecho, que nunca fue investigado por la Justicia.
El libro describe con minuciosidad el momento y las consecuencias de la explosión y cuenta algunas de las historias de los muertos o sobrevivientes del atentado. También la vida de José María Salgado, autor del ataque, un joven católico de clase media-alta devenido en miembro de la Inteligencia de Montoneros e infiltrado en la policía. Reato explica por qué se decidió el atentado, cómo se llevó a cabo y quiénes fueron sus responsables. En este punto, involucra no solo a la conducción guerrillera sino a Walsh, por su rol dentro de la estructura montonera.
Como dice el investigador, la relación de Walsh con el atentado no está demasiada abordada por otros autores. Reato lo atribuye al temor a meterse con el autor de clásicos del género de investigación periodística (“Operación Masacre”, “Quién mató a Rosendo”) y refinado narrador de policiales negros y de enigma, a quien Reato relaciona directamente con lo ocurrido.
El libro tiene pasajes vertiginosos en los que es difícil dejar de leer y otros que pueden parecer demasiado arduos los relatos sobre las víctimas o macabra la detallada descripción de lo que dejó la explosión. Pero el resultado es un Reato auténtico: una investigación profunda que no pasa desapercibida porque, entre otras cosas, él vuelve a desafiar la corrección política de esta época.
Es que este autor no deja de señalar lo que significó un ataque delirante en el que, además, sólo murieron suboficiales de menor grado (los únicos dos oficiales también eran de bajo rango) y trabajadores civiles que pasaban de casualidad. Tampoco olvida las atrocidades de la dictadura, el calvario al que fue sometido el autor material del atentado, sin el derecho a la menor defensa, ni lo que les pasó a otros militantes detenidos.
Para Reato, “la historia de los 70 es la historia de todas sus víctimas”, remarcando la palabra “todas”. Lo que, con razón, puede herir la sensibilidad de quienes consideran que no se puede igualar a las víctimas de las organizaciones armadas con las del aparato del Estado. Él acepta ese riesgo, convencido de que los periodistas debe deben investigar más allá de las sensibilidades que sus investigaciones provoquen. Por eso también resulta incómodo para los defensores de la dictadura, porque recuerda a cada paso el sistema de violación de los derechos humanos y la crueldad militar durante aquellos años. Pero, en especial, resulta incómodo para los que piensan que la investigación periodística sobre los 70 se debería limitar a lo que hicieron los dictadores.
Reato no piensa eso. Busca historias poco trilladas, entrevistando a quien sea para conseguir información, llámense Videla o los jefes guerrilleros. Es un estilo que se puede emparentar con el de Marcelo Larraquy, otro periodista especializado en aquella década.
También puede ser un libro incómodo para el lector acostumbrado a los textos de la grieta, aquellos que dividen a la historia y al presente entre buenos muy buenos y malos muy malos.
No es lo que se encuentra en este texto. Aquí hay víctimas, pero no héroes. Hay personas dispuestas a entregar su vida por un ideal y a matar sin miramientos al que consideran enemigo o hasta alguien que se interpuso sin querer en su camino. Hay militares que se niegan a reprimir por izquierda y piden exterminar por derecha a todos los “subversivos”. Hay jefes de la ESMA expuestos en sus atrocidades y hay carceleros con gestos humanitarios, según los testimonios de sus secuestrados. Hay detenidos que hacen lo que pueden para sobrevivir y otros que son torturados hasta morir. Y hay un debate entre dos ex montoneros y periodistas como Horacio Verbitsky y Miguel Bonasso, sobre por qué cayó Walsh en una emboscada militar.
Este libro, como los 70, es complejo, fascinante y polémico. Y es un recordatorio de lo que fue un país desquiciado. El relato informado de una pesadilla en la que la vida valía nada.
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