La muerte a sangre fría de Fabián Gutiérrez en una de sus múltiples propiedades en El Calafate es apenas el último de una serie de episodios desafortunados que involucran a los secretarios de los Kirchner. Por las características del hecho, lo de Gutiérrez mezcla lo policial y lo político, por más que los investigadores de la causa, incluida la sobrina fiscal de la vicepresidenta, se hayan apurado a descartar la segunda opción. Pero lo cierto es que había móviles de sobra para que el poder político quisiera deshacerse del ex secretario de CFK que había hablado de supuestos bolsos repletos de dinero sucio para sus jefes cuando le tocó declarar como arrepentido en el expediente de los cuadernos de Centeno.
Antes de Gutiérrez, ya otra secretaria K había dicho lo mismo. Fue Miriam Quiroga, a la que entrevisté para NOTICIAS a comienzos de 2011, luego de que Cristina la echara del Gobierno por el rumor de que había sido la amante de Néstor. Rumor que ella estaba encantada de instalar. "Todos saben que yo era la amante, es vox pópuli", nos sorprendió. Y tiempo después, cuando ante Lanata mencionó los famosos bolsos llenos de plata que viajaban a Santa Cruz a bordo del avión presidencial, terminó de inmolarse. Como Gutiérrez, era una paria del poder.
Había otro secretario al que sus pares denunciantes señalaron como el encargado de llevar en la mano ese equipaje explosivo. Se llamaba Daniel Muñoz, alias "El Gordo", y falleció algunos años atrás. Muñoz dejó su trabajo junto a los Kirchner tras la muerte de Néstor en 2010 y al parecer se llevó consigo unos cuadernos con anotaciones en birome de su jefe: nombres de empresarios, números, favores, intercambios y otra serie de informaciones que hablarían de una contabilidad paralela a la que se declara en blanco. La leyenda cuenta que Máximo Kirchner, que sabía de esos cuadernos y no los encontraba por ningún lado tras la muerte de su padre, finalmente logró recuperarlos. Cuentan que un importante funcionario de entonces que tiene un apodo oriental lo orientó: "Los debe tener Danielito".
Hay otro secretario y chofer K que también cayó en desgracia tras la desaparición física del jefe. Es el chileno Rudy Ulloa Igor, quien acompañaba a Néstor desde los tiempos en que ambos desfalcaban las casas de los deudores morosos de Río Gallegos, el joven Kirchner en su condición de implacable abogado de cobranzas y Rudy como rudo asistente en esas escenas intimidatorias. Pero la estrella del chileno reconvertido en empresario (y que supo comprar una ostentosa casa en San Isidro en sus años en Buenos Aires) se apagó cuando Cristina, ya viuda, le bajó el pulgar por considerar que había secretos de su difunto marido que él no le contaba. Además, a ella nunca le había agradado su rusticidad, a la que Jorge Asís le rindió homenaje al compararlo con otro secretario del poder, pero menemista. "Al lado de Rudy Ulloa, Ramón Hernández es Jean-Paul Sartre", ironizó.
Varios de estos secretarios, entre ellos Fabián Gutiérrez y "El Gordo" Muñoz, prosperaron económicamente en los años en que trabajaron para los Kirchner, y no porque sus recibos de sueldo fueran muy abultados. Ese crecimiento difícil de explicar lo reflejamos en una investigación de la revista, la cual disparó una causa judicial. El juez que la llevó adelante y la terminó cerrando es otro personaje del poder con destino trágico, Claudio Bonadio. Por entonces estaba en sintonía con los K.
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