Carolina Ramírez es “La reina del flow” (Netflix), un fenómeno global, y carga con dos décadas de trayectoria en su Colombia natal. Quiso ser bailarina clásica hasta que descubrió que la actuación la haría volar más que cualquier grand jeté. Casada con el productor teatral Mariano Bacaleinik y radicada hace meses en Buenos Aires, teje frases que abrigan. Dice, por ejemplo, en relación a vivir lejos de su tierra y de su familia de origen: “Creo que el amor trasciende, que no necesita de una presencia física para existir y, como estoy tan rodeada de amor, desde siempre, porque he tenido la suerte de crecer en una familia de mucha contención, he aprendido a llevar el amor conmigo y, por eso, donde vaya, tengo mi hogar”. Por primera vez sube a un escenario porteño con “Lo que queda de nosotros” (Multitabarís Comafi), junto a Alberto Ajaka, en una obra que “enseña que lo que más tenemos que aprender no está en otro ser humano sino en la naturaleza y en su sencillez. Los animales me quitan la ansiedad y la depresión. La depresión es vivir en el pasado y la ansiedad es vivir en el futuro. Cuando los veo a ellos viviendo el presente, es realmente una confirmación de que eso es la vida, aquí y ahora”. Su personaje, una chica joven con pérdidas grandes, madura y llega a conclusiones, que a ella, Carolina, la atravesaron: “Vivimos a pesar de lo que queda de nosotros, a pesar de lo que pase, tenemos que seguir viviendo y tenemos que seguir respirando porque no tenemos otra”.
NOTICIAS: Con una vida profesional “perfecta”, ¿cómo se hace para no perderse en el pasado y en el futuro?
Carolina Ramírez: Soy muy consciente de que soy muy imperfecta. Ha sido mi imperfección lo que me ha dado todo el material para poder trabajar. Hay un despojo, que yo he aprendido con los años, y es la generosidad. Si no eres generoso, es imposible que puedas triunfar en la vida porque si no estás dispuesto a ceder de vos mismo cualquier cosa, no tenés cómo escalar. Creo que en mí todo es muy instintivo porque he tenido una familia muy normal.
Se considera una tipa con suerte, afortunada por atesorar una infancia muy buena. Y aclara, no es que haya sido millonaria, al contrario, sus padres perdieron el trabajo, sufrieron falencias económicas y debieron dejar Cali para buscar sustento en Bogotá. Pero, otra vez, en un lado u otro, hubo hogar. “Aún en esas épocas duras, con mi hermano éramos muy conscientes de que lo que teníamos era suficiente. Por eso es tan importante que nuestros niños conozcan el amor. Uno no necesita cosas, ni viajes a Disney, yo no los tuve. Hasta los 15 años, vacacioné dos veces en mi vida, ¡dos veces!”, cuenta.
NOTICIAS: Incluso con el pasado deportivo de su padre (Hernando “Melo” Ramírez, quien formó parte del Deportivo Cali de 1977, dirigido por Carlos Bilardo), que podría haberle dado mayor holgura económica.
Ramírez: Eran otras épocas, no era como ahora que los futbolistas son megamillonarios. Pero el hecho de que mi papá haya sido deportista fue hermoso porque nos enseñó y nos inculcó mucho la disciplina, pero también el juego. Creo que yo era la madura de la familia.
Alumna esmerada de ballet desde los 8 años, era estricta y exigente consigo misma. “Yo era muy disciplinada. La primera fiesta a la que fui en la vida, tendría 17 años. La autoexigencia a esa edad es muy difícil. Digamos que un momento duro de mi vida fue ese, que me miraba al espejo y me odiaba porque no tenía el cuerpo de Sylvie Guillem, que es así”, dice mientras levanta el meñique y recuerda a esa bailarina francesa. Pudo empezar a aceptarse y a conocer su potencialidad, cuando llegó a la actuación.
NOTICIAS: ¿Sufrió el duelo del fin de su relación con la danza?
Ramírez: No, porque cuando empecé a actuar, los directores y los compañeros con los que trabajaba atesoraban mucho mi recorrido por la danza. Empecé a hacer teatro a los 19 años, con unas compañías enormes, poderosísimas, con actores que veía en televisión desde niña. Y entraba a esos elencos por ser bailarina. Es como ahora, no podría estar aquí hablando con vos si no hubiera pasado por La Reina del Flow.
NOTICIAS: Un éxito como ese, que trasciende fronteras, ¿se convierte en una especie de karma, un personaje del que se tiene que cuidar para que no la tome por completo?
Ramírez: No, no, eso es un dharma impresionante, es un regalo del universo, porque la verdad que siempre añoré encajar en un lugar. Acá (en Argentina), por ejemplo, donde son muy celosos de sus artistas, ya me han hecho la pregunta típica de si yo vine aquí a quitarle el trabajo a la gente. NOTICIAS: ¿Le preguntaron eso? Ramírez: ¡Pero en broma! Yo me muero por trabajar con todos, porque son buenísimos, necesito conocerlos a todos para tener el privilegio de trabajar. Incluso cuando empecé a actuar, me daba un poco de vergüenza saltarme la fila de un montón de gente que había estudiado actuación para llegar a donde yo había llegado. Pero no le quité nada a nadie. Yo llegué por mi propio recorrido, que era la danza. Pero me tocó convencerme de eso, porque yo no quiero pasar por encima de nadie, porque creo en los procesos, en las horas de vuelo. Por eso recibo con mucha humildad, por ejemplo, el hecho de que mi temporada (en Buenos Aires) sea limitada (por tres únicas semanas). Se dio así porque estábamos cortos de agenda, pero lo recibo como un regalo y como algo justo.
NOTICIAS: ¿Cómo fue la pulseada interna que tuvo que hacer en la segunda temporada de “La Reina del Flow” respecto a los feminismos y a encontrarse con que su personaje daba un vuelco que usted misma no podía digerir?
Ramírez: Sí, mi personaje tenía que enamorarse de su verdugo. Me costó mucho porque yo no consigo percibir esta profesión como algo meramente de imagen. La belleza se acaba y un día van a verme en fotos y van a decir: “Cómo está de vieja”, porque eso es la exposición y es el precio que hay que pagar. Pero en el fondo, si no tengo nada que enseñar, si no tengo nada que aportar, me quedo en mi casa. Ser famosa o no, no me mueve. A mí me interesa que la gente se acerque con el cariño que se acerca, a agradecer que, gracias a ese personaje, pudo perdonar a alguien.
NOTICIAS: ¿Y eso le pasó?
Ramírez: Todo el tiempo.
En estos días, se acercó una señora que pasó como tres meses en el hospital con una enfermedad durísima, agradeciéndome porque gracias a esos 80 capítulos de la primera temporada y los 80 de la segunda, pasaron tres meses y ella sola la pasó bien. Pero eso es gracias a Caracol (Televisión). Pero, bueno, que tu personaje trascienda; que un personaje que defendiste tanto, que te preocupaste tanto, porque yo fui muy cuidadosa y no concebí nada, obviamente que yo ya estaba dentro, yo tenía que aceptar el producto, bueno, entonces, ¿cómo construimos este perdón? Vamos para adelante, y en ese tren, Carlos (Torres) y Andrés (Sandoval) fueron muy generosos, es una conjunción de cosas.
NOTICIAS: No le hubiera dado lo mismo llegar ahí de cualquier modo.
Ramírez: No, no me sale, pésima actriz sería, horrible, recitaría, no habría verdad, no sé, yo la verdad la encuentro en la consecuencia, si no hay consecuencia, de dónde me agarro. Es eso, yo actúo en consecuencia. La inconsecuencia me para.
NOTICIAS: En ese sentido también es muy comprometida con las realidades que suceden a su alrededor. ¿No le da miedo perder popularidad por posicionarse a nivel político o social?
Ramírez: A mí lo único que me da miedo de verdad, es que me hagan algo o le hagan algo a mi familia por sentar una posición, porque pues en este mundo hay de todo. ¿Perder popularidad? Es que la popularidad es tan efímera, un día estás aquí, al otro día estás allá, un día te reconocen en la calle, al otro día no. Es muy difícil sostener una vida de luces. Yo, Carolina Ramírez, necesita la consecuencia, necesita hablar cuando siente que algo es injusto, necesita preguntarse cosas y hacer que la gente se pregunte cosas y sentar una posición cuando los tuyos están siendo masacrados, violentados.
NOTICIAS: A partir de los últimos resultados electorales en Colombia, tiene esperanza en relación a los destinos de su país, ¿no?
Ramírez: Sí, pero las esperanzas no están en el nombre de un candidato, están en el conjunto de acciones y de sacrificios, de lo que ha pasado para llegar a este punto de la historia. Son 60 años de conflictos, de represión. Hace un año empezó el estallido social y fue donde senté mi posición. Antes de eso, me daba miedo, porque a uno le meten miedo. Cargo con el mismo miedo pero ahora no puedo ser inconsecuente. Pienso en mi hermano, en mis primos, en mi país, en tantos campesinos, en la Colombia profunda, en las víctimas… ocho millones de víctimas es mucha gente; 6 millones de desplazados… Si callamos, somos cómplices.
NOTICIAS: ¿Qué queda de nosotros, no?
Ramírez: Exactamente, creo que hay que seguir respirando y hay que seguir habitando este planeta lo más responsablemente posible.
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