A Sergio Berni le gusta jactarse de ser el escudero del gobernador Axel Kicillof, es decir, aquel que se pone delante de su jefe para protegerlo de los ataques. Pero el lunes 3 de abril, al recibir una golpiza en plena calle, quedó en claro que el propio ministro no tiene escudero y que su estilo encontró un límite. Ese recurso que lo muestra hiperactivo, presente, cercano y ocupado con los problemas de seguridad de los bonaerenses dejó expuesta una falencia que ya tiene agotados a los vecinos del Conurbano, que sienten que el Estado no los protege frente al flagelo de la inseguridad.
El asesinato de Daniel Barrientos, el chofer de colectivo que estaba a punto de jubilarse, mostró el lado más crudo de la realidad de una parte del Conurbano bonaerense donde los vecinos conviven a diario con la delincuencia y la muerte. Si se analizan las encuestas de los últimos años en la provincia de Buenos Aires se podrá ver que las principales preocupaciones de los habitantes son la inflación y la inseguridad. Incluso, por temporadas, la inseguridad suele estar por delante de las preocupaciones económicas.
La golpiza a Berni por parte de los colegas de la víctima derivó en otras discusiones. La primera fue el rechazo a la violencia ejercida por esos trabajadores de empresas de transporte, pero también se mezcló la política. El ministro de Seguridad bonaerense fue rescatado por la Policía de la Ciudad de Buenos Aires, que al mismo tiempo golpeó a algunos manifestantes e incluso discutió con el propio Berni, a quien estaban rescatando para que no sigan pegándole.
Berni terminó siendo atendido en el hospital Churruca, donde le hicieron algunos puntos de sutura en la nuca y le dijeron que tenía una fisura en el cráneo. Al día siguiente, al ministro de 61 años le dolía todo el cuerpo, sobre todo la cara, donde recibió la mayoría de los golpes. A pesar de que la policía y un colaborador intentaron que la gente no le pegara, hubo trompadas que impactaron con fuerza en sus pómulos y lo tuvieron al borde del knock out.
Lo que empezó como un caso de inseguridad derivó en un conflicto social, sindical y terminó en una contienda política entre el oficialismo y la oposición. Así de sensible está el escenario previo a las elecciones del 2023.
Por la mañana, temprano, cuando empezó a circular la información del asesinato del chofer, se convocó a un paro y marcha de los trabajadores de la línea 620, en la que trabajaba Barrientos. Horas más tarde se habían sumado otras líneas de colectivo pequeñas sumando alrededor de 50, y para el final del día se habían adherido 70 más, sumando 120 en total. Por la tarde se reunieron en la sede de la gobernación bonaerense representantes de la Unión Tranviarios Automotor (UTA) con Axel Kicillof y llegaron a un acuerdo que al día siguiente derivó en la suspensión del paro de la mayoría de las líneas. Sólo continuó con la medida la 620.
Berni brindó algunas declaraciones a medios de comunicación y aprovechó para despacharse contra el ministro de Seguridad de la Ciudad, Eugenio Burzaco. En sus declaraciones también deslizó que podía haber infiltrados en la marcha que reclamaba justicia por la muerte de Barrientos, dijo que cuando llegó le habían tendido una emboscada e incluso barajó la teoría de que le podrían haber plantado un muerto.
Política
Berni se fue convirtiendo, con el paso de los años, en un díscolo orgánico del peronismo. Es parte de la estructura estatal, pertenece al sistema político, pero está peleado con casi todos. Fue uno de los primeros en criticar con dureza al presidente Alberto Fernández y tras la derrota electoral del 2021 se distanció de Cristina Kirchner y casi termina a las trompadas con su hijo Máximo en el búnker de campaña de La Plata. Está peleado con la mayoría de los intendentes del Conurbano, porque los problemas de seguridad de los municipios se los achacan a los jefes comunales y estos trasladan los reproches a Berni.
Cuando los intendentes recurren al Presidente por estos reclamos, son derivados al ministro de Seguridad nacional y ahí también se producen fricciones. Durante la gestión de Sabina Frederic, la entonces ministra había resuelto enviar efectivos de las fuerzas federales para hacer operativos en los municipios, algo que le valió una guerra política con Berni. Hoy, con Aníbal Fernández también hay una relación tensa.
Con Burzaco había buen vínculo hasta el episodio del pasado lunes. En el 2015 hicieron la transición cuando Berni dejaban la Secretaría de Seguridad de Nación y Burzaco entraba. Incluso ambos tienen predilección por Bariloche. Los dos tienen casa en esa ciudad cordillerana, aunque Berni invirtió en algunos terrenos más. Por estos días publicó para la venta uno de esos terrenos en 385 mil dólares. La vorágine de la gestión no le impide seguir haciendo buenos negocios.
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