Tras el triunfo del domingo, Pablo Quirno asume hoy formalmente como nuevo canciller de la Argentina, en medio de un reacomodamiento clave en el gabinete de Javier Milei. Economista de extrema confianza del ministro de Economía Luis Caputo, llega a reemplazar a Gerardo Werthein, quien renunció tras desacuerdos internos. Aunque no tiene experiencia diplomática, Quirno construyó una carrera sólida en finanzas: pasó 17 años en J.P. Morgan como director de Fusiones y Adquisiciones para América Latina y fundó Samsom Capital Advisers, desde donde asesoró a gobiernos y empresas en temas de deuda.
Su llegada al Palacio San Martín, sin embargo, está atravesada por cuestionamientos: su situación patrimonial permanece bajo la lupa. Según la única declaración jurada que presentó —en diciembre de 2023, al asumir como secretario de Finanzas— informó un patrimonio total de 160 millones de pesos (unos US$ 440.000 al tipo de cambio de entonces), compuesto principalmente por propiedades y depósitos, la mayoría en el exterior, y sin inversiones financieras declaradas. La cifra, relevante en su momento, perdió peso frente a la inflación y la devaluación posteriores, pero abre interrogantes sobre su evolución.
El punto más delicado es su falta de actualización. Quirno no presentó su declaración correspondiente a 2024, pese a que el plazo para los funcionarios nacionales venció el 31 de julio. La Oficina Anticorrupción lo tiene registrado como “sujeto obligado” y aclara que “a la fecha no se cuenta con información sobre la presentación”. La omisión resulta grave para un funcionario con acceso privilegiado a datos financieros sensibles y que fue la “mano ejecutora” de Caputo en negociaciones cruciales para evitar una crisis mayor.
El silencio oficial alimenta sospechas y reaviva el debate sobre la transparencia en el gobierno libertario. ¿Por qué Quirno aún no actualizó su patrimonio? En una administración que promueve austeridad y combate a la corrupción, el incumplimiento incomoda. La OA podría actuar si la irregularidad persiste.
Hoy, con su desembarco en Cancillería y la diplomacia alineada al núcleo económico, Quirno enfrenta su primera prueba política: rendir cuentas. Su declaración de $160 millones quedó vieja; la pregunta es si, y cuándo, mostrará la nueva.














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